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miércoles, julio 28, 2021

Pastillas

Hubo un día en que, sin venir a cuento, noté que me faltaba el aire.

Era en el trabajo, hablaba con alguien de mi equipo de temas habituales entre nosotros, pero el pecho se me quedó cogido. Salí como pude del tema, me fui al baño y me encerré un rato. Hice los ejercicios que pude imaginar para volver a recuperar el aliento. Me asusté.

De eso hará diez años. Había mil razones y ninguna para ese ataque de ansiedad. Así lo definió mi médico de familia, al que tuve que volver una segunda vez tras un mes con el cuerpo descontrolado. 

Ya anteriormente había tratado con gente de mi equipo que padecía ese tipo de episodios, personas que se daban de baja y con las que yo quedaba fuera del trabajo para establecer un vínculo de confianza, mientras había quienes en la máquina de café criticaban a quien sufría esos descontroles.

-Ése se hincha a pastillas, está mal de la cabeza.

Sí, el fuerte siempre critica al débil.

Yo acabé mi recorrido en un centro de salud mental. Le expliqué a la médico lo que me ocurría, lo descontrolado que andaba mi cuerpo y ella me tranquilizó.

-Es la enfermedad de nuestro tiempo -me dijo.

Seis meses estuve medicado, poco a poco todo volvió a su cauce, el pulmón volvía a abrirse a tope. La mayor victoria fue saber que tenía solución, así que cuando, de higos a brevas, el pecho se me queda cogido, sé que hay un camino de salida y ése es el mejor tratamiento. Saber que se sale.

Quien critica a quien tiene un problema de salud mental debe hacérselo mirar.

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