No sé por qué, pero en este día intenso, uno más, me he sentido muy afectado por la muerte de una persona brillante, como tantas otras, de la que siempre he sabido desde que nací.
No soy amante del flamenco pero, en la escasa hora que he tenido para mí a solas en casa antes de acudir a una cena de trabajo, he vagabundeado por internet buscando saber acerca de Paco de Lucía, mientras hacía sonar 'Entre dos aguas' en un viejo vídeo de Youtube.
Un hombre aún joven que siente que el corazón le falla jugando con sus nietos en una playa de México... Humilde, aparentemente seco, brillante, Paco de Lucía es de esas personas que entra de calladito en nuestro corazón andaluz para profundizar sin grandes alharacas en el orgullo propio de un pueblo que sabe, que debe saber, que somos capaces de hacer las cosas bien.
Me paseé por las páginas de periódicos americanos, franceses e ingleses para confirmar que hablamos de un tipo universal que sedujo a generaciones de melómanos sin soflamas, desde una silla de madera y con el único arma de una guitarra.
Releyendo mensajes en un periódico inglés di con uno que decía 'pasarán cien guerras y mil años, que aún así, cuando a alguien llegue un soplo de su música sentirá una emoción indescriptible'.
Pasarán mil años, habrá cien guerras. Y alguien aún imposible de imaginar compartirá conmigo, polvo del universo por entonces, la emoción que la sensibilidad musical de un tipo de Algeciras, serio y humilde, andaluz universal, coherente, enorme, quiso crear para nosotros.
No soy amante del flamenco pero, en la escasa hora que he tenido para mí a solas en casa antes de acudir a una cena de trabajo, he vagabundeado por internet buscando saber acerca de Paco de Lucía, mientras hacía sonar 'Entre dos aguas' en un viejo vídeo de Youtube.
Un hombre aún joven que siente que el corazón le falla jugando con sus nietos en una playa de México... Humilde, aparentemente seco, brillante, Paco de Lucía es de esas personas que entra de calladito en nuestro corazón andaluz para profundizar sin grandes alharacas en el orgullo propio de un pueblo que sabe, que debe saber, que somos capaces de hacer las cosas bien.
Me paseé por las páginas de periódicos americanos, franceses e ingleses para confirmar que hablamos de un tipo universal que sedujo a generaciones de melómanos sin soflamas, desde una silla de madera y con el único arma de una guitarra.
Releyendo mensajes en un periódico inglés di con uno que decía 'pasarán cien guerras y mil años, que aún así, cuando a alguien llegue un soplo de su música sentirá una emoción indescriptible'.
Pasarán mil años, habrá cien guerras. Y alguien aún imposible de imaginar compartirá conmigo, polvo del universo por entonces, la emoción que la sensibilidad musical de un tipo de Algeciras, serio y humilde, andaluz universal, coherente, enorme, quiso crear para nosotros.