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lunes, mayo 31, 2021

Elegancia

La elegancia va mucho más allá de saber vestir un traje.

Yo tuve la suerte de tener un padre que la practicaba sin forzarse, y así nos mostraba, sin buscarlo, cuánto de noble hay en esos comportamientos que van más allá de la buena educación.

Uno puede ser educado y malaje; tener un comportamiento sin tacha no garantiza el saber estar.

La elegancia es no sólo respetar las reglas al conducir, sino estar pendiente de facilitar la conducción a los demás, retirarse al carril izquierdo cuando llega una entrada a la autopista, no bloquear la salida a un coche que quiere adelantar, dar un margen de tiempo al que está intentando aparcar.

Es una palabra bellísima, cuyo significado está en perfecta sintonía con su pronunciación, larga, armoniosa, sonora como una colina a la que tienes tiempo de subir y bajar. Aporta lo sutil, lo que da valor, lo que distingue. Es el sobresaliente, la visión amplia, el plus que hace la vida más hermosa.

Elegante es quien se aparta sin que sea obligatorio, quien se calla aunque pueda hablar, el que sonríe cuando los demás no lo hacen, es el que atrae las miradas, aquel con quien todos queremos conversar, el que te aconseja sin molestar, el que te da tu sitio, el generoso. El que escucha.

No hay nada más elegante que saber escuchar.

La elegancia se aprende, claro que sí. 

Sólo es cuestión de comprometerse con uno mismo a construir un mundo más amable.

viernes, mayo 28, 2021

Envidia

La envidia más tonta es la que se tiene hacia situaciones que tú te puedes permitir, hacia personas que no son más que tú, hacia aquello que hay en ti que no tienes las agallas de valorar.

Es el martirio perfecto, porque sabes que te gustaría comer en ese restaurante en el que lo hace tu amigo pero tu tacañería te impide disfrutarlo, porque tienes mejores genes que aquel que tiene un cuerpazo, pero no tienes la disciplina para conseguirlo.

Me sorprende la de gente que me dice lo bien que vivo y tienen todo lo que hay que tener para vivir mejor que yo.

La envidia es improductiva si no te hace crecer. Hay que convertirla en nutriente para la mente.

Yo tengo envidia de lo inalcanzable, de lo demás ya me ocupo yo.

Cuentos

Los adultos también quieren que les cuenten cuentos.

Que hurguen en su interior menos maleado, con el motor de las obligaciones al ralentí, para escuchar acerca de mundos paralelos que transcurren a su lado para así acoplarse al vagón de lo soñado.

Los adultos, casi siempre, olvidan su ingenuidad, su lado menos serio, sus travesuras emocionales, enredados en perfiles rígidos de lo que se supone que deben interpretar.

Se afanan en cumplir, cada día, lo que creen que la vida les pide, sin pararse a imaginar otros mundos posibles, menos constreñidos por el qué dirán, más livianos, espacios donde lo dramático pierda fuerza para cedérsela a lo sensual.

Quieren que les cuenten cuentos en que se vean protagonistas de lo que podrían haber sido, de lo que aún están a tiempo de ser.

Que les cuenten, que les mimen, que los coloquen en el centro. Ser estrellas por un rato, a la que poder agarrarse desde cualquier lugar futuro.

Descansar del rol que ellos mismos han aceptado y dejarse mecer por lo que siempre quisieron ser.

Yo te cuento cuentos a ti.

Viaje

El director de la fábrica me llamó a su despacho:

Tengo una misión importante que encomendarte.

Se aproximaba el envío de nuestra nueva caja de cambios de Renault, producida en Sevilla, al mercado asiático. Era una prueba de fuego para nosotros y todo debía salir bien para garantizar el futuro. Nissan iba a mirar con siete ojos el nivel de excelencia de nuestro producto.

—Tú irás como responsable de Calidad —me explicó—. Acompáñate de alguien del departamento de Ingeniería —me insinuó un nombre—. Tenéis un mes para recorrer todas las fábricas del continente, establecer relaciones basadas en la transparencia, formarles en su uso y responder a todas preguntas que se les pasen por la cabeza.

El itinerario comprendía Corea del Sur, Japón, China, Indonesia, Tailandia y la India. Yo, responsabilizado y emocionado a partes iguales, fui a buscar a su despacho a mi futuro compañero de viajes.

—No sé, Salva, qué puedo aportar yo como valor añadido a esa misión.

Me quedé a cuadros. Te dan una oportunidad de vivir una experiencia de altos vuelos, nunca mejor dicho, y te planteas qué puedes aportar. 

¡Puedes aportarlo todo!

Yo ya sabía que no quería pasar un mes con alguien así, de modo que busqué por instinto a quien me pudiese acompañar: alguien con sangre en las venas.

Pablo y yo tomábamos días después un vuelo hacia Seúl para vivir una aventura apasionante durante unas semanas inolvidables de las que recuerdo, a pesar de haber pasado diez años, cada paisaje, cada comida, cada emoción.


jueves, mayo 27, 2021

Baño

Yo no llegaba con el cuello al lavabo cuando mis padres decidieron reformar el cuarto de baño.

Fue toda una aventura, porque nos tuvimos que ir unos días a casa de la abuela mientras duraban las obras. No sé por qué, a mí siempre me han maravillado los cambios.

El caso es que volvimos unos días después y yo caí entusiasmado al contemplar el resultado. Los azulejos habían cambiado hacia unos tonos ocres y un espejo enorme presidía el espacio. Grifería nueva, muebles de cristal, una gran bañera.

Yo era muy chico por entonces, pero tengo grabada en la cabeza la impresión que me causó. Tanto fue así que yo a duras penas admitía que, quizás, en algún piso de ricos de algún rascacielos de Nueva York o, si acaso, en el Palacio de Versalles, pudiera haber un cuarto de baño más bonito que el nuestro. En ningún otro lado más.

Ahora, cuando visito a mis hermanas en esa casa, siempre tengo un pensamiento, al asomarme allí, para ese enano que fui.

Cuando uno no conoce otro mundo, en su ingenuidad, piensa que el suyo es el más hermoso de los mundos posibles.

Entendimiento

Tras una semana de trabajo en Portugal, vengo optimista respecto a la capacidad de las sociedades para entenderse. 

Y lo baso en un ejemplo.

En Renault tenemos un idioma común de entendimiento entre países, el francés. Aunque nuestra Alianza con Nissan introdujo el inglés como idioma oficial, en Europa tendemos a relacionarnos en la lengua de Molière.

Estos días en la fábrica de Aveiro muestran, para mi alegría, que puede más el intento de confraternizar que las normas no escritas. Tratado con un exquisito respeto, cercano al cariño, he podido reunirme con decenas de personas comunicándonos cada uno en nuestra lengua. Ellos me hablaban en un portugués pausado, yo hacía lo propio con mi castellano. Todo fluía.

Siempre que podían, incluso, lo hacían en español.

Los poderes fácticos, durante siglos, han jugado a azuzar nacionalismos, malentendidos y desprecios entre pueblos, pero cuando dos ciudadanos de bien se juntan hacen maravillas por entenderse. Se miran a los ojos, se ponen en la piel del otro y se alcanzan acuerdos de los de verdad.

Ahora me toca pasar varios días en Sevilla soltando 'obrigados' por todas partes.

lunes, mayo 24, 2021

Teléfono

El teléfono sonó insistente en mi despacho parisino. Por la pantalla podía ver de quién se trataba, alguien a quien debía entregar una documentación que aún no tenía preparada. Decidí dejar que sonara para llamarle poco más tarde con el trabajo hecho.

De pronto, alguien se metió en mi sitio, tomó el teléfono, lo descolgó y lo colgó.

Aunque pueda sonar infantil, lo recuerdo como una de las mayores agresiones a mi intimidad.

Ni siquiera se dignó a decir nada. Al señor le molestaba el sonido de la llamada y se permitió actuar así.

La rabia que me entró por dentro no la supe administrar bien y me la tragué, aunque más de una vez me entraron ganas de hacer lo mismo con él. Esperar a que sonara su teléfono, meterme en su despacho, cogerlo y colgarlo.

En esas situaciones, o se actúa en el momento o ya no hay nada que hacer. Ese compañero, amargado y amargante, se jubiló al poco tiempo. No le dirigí desde entonces la palabra. Ni un bonjour, ni un bonsoir. Ante él me sentía un animal herido.

Ahora, con veinte años más, tengo todo un arsenal de recursos para afrontar, con elegancia, una situación igual. Pero quizás, en el día de hoy, nadie se permitiría hacerme algo así.

Son los demonios en la tierra, que creemos inútiles, los que nos hacen aprender.

domingo, mayo 23, 2021

Mal

El mal todos lo tenemos dentro, y tenemos que conversar cara a cara con él.

Todos sabemos cuántas veces hemos sido despreciables, insanos y retorcidos. Va en nuestra naturaleza. El problema es cuando miramos a otro lado o montamos excusas de segundo de primaria para justificarnos.

El no enfrentarnos a lo negro que hay en nosotros nos desprotege. Porque si no atacamos a la bicha que nos envenena, serán los otros los que la vean moverse a sus anchas en nuestro interior. Si nos quieren, nos lo dirán; si desconfían, se alejarán.

Mil veces he hecho aquello que critico en los demás. No me lo puedo permitir, pero si ocurre tengo que entender qué justifica que yo sí pueda y el otro no. Porque en mi mente racional no caben favoritismos para conmigo.

Todos los males están en uno, lo importante es tenerlos bajo control, buscar el antídoto, usarlos como modelo de lo que no queremos ser.

Antes de criticar una actitud en alguien es un ejercicio muy sano preguntarse, ¿cómo sé que yo no actuaría igual?

Vivir es más fácil cuando se tiene clara la línea que divide al bien del mal.

Melancolía

Si trato de encontrar las palabras para definir la melancolía, me viene a la cabeza el retorno a casa por la noche en el metro de París en esos deliciosos años franceses.

Ese traqueteo, el ruido de las gomas al frenar en cada estación, el olor a orín, hierro quemado y sudor, las miradas perdidas entre pasajeros anónimos que prefieren el reflejo en los cristales para espiar las soledades de los otros, la mirada gacha a los zapatos, las ventanas a medio abrir.

La magia de la lengua es disfrazar los conceptos con experiencias concretas, explicar la melancolía a partir de un episodio particular, porque no emocionan las palabras si no tienen un latido detrás. Un aliento. Olores. Aunque sean ásperos.

Yo busco la poesía en el lenguaje, sin ser poeta, porque busco la belleza en lo cotidiano y no me conformo con ver la vida pasar sin recomponerla para mí, sin traducir en emociones lo que no fueron sino días corrientes para quien no se dedica a otra cosa que a sobrevivir.

viernes, mayo 21, 2021

Absolutamente

Creo que eres la única persona a la que he oído decir tan claramente: “Soy absolutamente feliz”

Me lo comentaba hace un par de días un compañero de trabajo y yo me quedé cortado. Primero, por la fantasmada que supone la frase. Segundo, por el efecto que provocó en él.

No sé cuáles serían las circunstancias en que pude afirmar algo tan rotundo, pero sí me adivino como autor de semejante expresión.

Porque me siento a menudo así, absolutamente feliz.

Creo que una de las claves es saber cómo de grande es el tarro que uno quiere llenar de esencias, porque no se puede pretender abarcar el universo para encontrarse bien con uno mismo.

Más que ansiar metas nuevas, lo rico es disfrutar del recorrido.

En este juego del vivir, a mí me tocó el jóquer y no lo quiero desaprovechar. Nací con espíritu voluntarioso, optimista y espiritual, así que sólo me queda saber combinar bien los tres ingredientes para percibir que tengo la vida que soñé, junto a quien quiero, con una economía desahogada, buena salud y proyectos por completar.

Los malos momentos vendrán, seguro, pero me cogerán con los deberes hechos.

Querer atrapar la luna es condenarse a vivir insatisfecho.

jueves, mayo 20, 2021

Despistado

Soy tan despistado que hace años que no pierdo nada, porque me establezco trampas a mis rutinas que me hacen recordar que no recuerdo nada de lo que tiene que ver con las rutinas. 

Siempre llevo el pasaporte en la maleta, por si olvido el DNI en mis viajes. Tengo tarjetas de crédito en los lugares más insospechados, para no quedarme nunca tirado. Lleno el pasillo de entrada de cosas que tengo que recordar llevarme. Me obligo a cerrar con llave para hacer el gesto de cogerla antes de salir de casa.

Los que tenemos la mente dispersa hemos aprendido a base de perder aviones, de tener que entrar por la ventana en casa, de llamar a alguien para que venga a pagar la cuenta de mis cervezas. 

Estamos en nuestro mundo.

Un día de cumpleaños, Fran me decoró la casa con carteles dorados que ponían 'Felicidades' en letras enormes. Yo volví del trabajo, comí, descansé y cuando ya atardecía di un salto al ver el despliegue.

Al menos sé que no me olvido de lo importante. Vivir en grande.

Principios

Yo sí pierdo amigos por principios. 

Me lo comentaron hace unos meses de ella. Que no respetó el confinamiento ni los días más duros, que va a todos lados sin mascarilla y que se ríe del virus.

Tengo tantas experiencias vividas a su lado, tantos abrazos, que olvidé todo eso que me contaban. 

Uno tiene cierta capacidad de meter en el rincón de los olvidos aquello que no quiere escuchar y, a fin de cuentas, nuestros mundos habían cambiado, los jueves cenando en El Paladar, las fiestas en la terraza de su casa, la risa floja y sus ojillos chisposos fueron dejando paso a otras gentes, aunque cuando nos encontrábamos siempre había un punto de felicidad compartida. Podía dejar lo que hiciera para seguir el rato con ella. Inteligente, aguda, peculiar.

El otro día, sin embargo, me la crucé volviendo a casa, por una zona muy concurrida. Iba con sus gafas de sol y sin protección ninguna.

Me basta esa imagen para saber que ya todo se acabó.

martes, mayo 18, 2021

Concentración

Viajaba solo en el coche con la radio puesta, una manera estupenda de ser feliz. 

Iban a leer tres relatos de apenas cien palabras que habían quedado finalistas de un concurso. La idea no me podía gustar más, pero tanto me gustaba la idea que me distraje al escuchar la primera historia.

Los locutores la alabaron. Qué sagaz, qué forma de llegar directo al corazón. Me lamenté de no haber estado atento, de habérseme ido el santo al cielo. Y entre tanto lamento, me despisté con el segundo relato.

¡Qué pasa aquí!

De nuevo los piropos a la escritora, a su originalidad, a la composición. Traté de recordar qué habían dicho del primero cuando, ¡plas!, no me enteré del tercero.

No sé si es la gran derrota del siglo XXI, pero andamos escasos de concentración. Son tantos los estímulos, andamos tan dispersos, queremos estar en tantos lados que no estamos en ninguno.

De hecho, escribo los textos lo más cortos posibles para que no me abandones, para que llegues al final, para que quieras leerme de nuevo.

Captar tu concentración, porque sin ti no habría manera.

lunes, mayo 17, 2021

Catorce

Llevo catorce años con mi pareja.

Fue la frase mágica, a partir de la cual todo fue mejor para mí.

Era un seminario para el comité de dirección de mi fábrica. Allí estábamos todos, alojados en un hotel, lejos de la cotidianeidad de las líneas de producción.

Aunque lleváis tiempo compartiendo el día a día como compañeros dijo la monitora que dirigía el curso, ¿podéis presentaros mostrando vuestro lado más personal?

Yo tragué saliva.

Uno a uno mis compañeros hablaron de sus maridos, mujeres, hijos... Todos conocíamos la vida de todos, pero faltaba yo.

Me cuentan que esa noche se quedaron varios a tomar una copa. Al parecer alguien hizo un comentario homófobo y el director lo mandó callar.

¿No os habéis dado cuenta del esfuerzo que ha hecho Salva por abrirse a nosotros?

Ya hacía mucho que mi familia y mis amigos conocían todo de mí, pero las horas en las máquinas de café del trabajo, en las pausas entre reuniones, en las comidas de empresa yo no era más que un témpano de hielo sin vida privada de la que presumir.

Ese día mi director dio la cara por mí y me liberó de una pesada carga. 

Este viernes es su último día de trabajo antes de su jubilación y yo no tengo sino palabras de agradecimiento hacia él.

De aquí a poco serán dieciocho años con Fran y cada día más feliz.

domingo, mayo 16, 2021

Magia

Llegamos años después a la misma bodega neoyorquina. No hizo falta mirar los mapas, porque la teníamos integrada entre nuestros mejores recuerdos. Las copas grandes, el plato de queso, el pequeño decantador, la música, la amabilidad de la camarera explicándonos, el ambiente pijo americano en el que nos introdujimos ese primer día para sentirnos príncipes por un día.

Pero en esa segunda visita todo salió mal. El tipo de la puerta nos trató con cierto desprecio, sin imaginar hasta qué punto estaba echando por tierra nuestras expectativas de disfrute. Nos levantamos de la mesa antes de pedir y preferimos dejar en la memoria aquella primera vez.

Cuando viajas mucho y eres curioso, compruebas que no hay lugares en los que se suba al cielo. Por muy hermoso que sea un restaurante, una plaza o un paseo fluvial, debes ser tú el que ponga el punto justo de emoción para convertir aquellos lugares en algo especial.

Hay quien no se emociona en ningún sitio, y encuentran pegas a todo por muy maravilloso que sea, porque se cree que los sitios tienen magia, sin saber que la magia la debes poner tú.

sábado, mayo 15, 2021

La Montaña Mágica

No sé cuánto hay de mí en La Montaña Mágica ni por qué hay libros que te remueven hasta hacerte cambiar.

El libraco de Thomas Mann es un mamotreto de cuidado para quienes ven enemigos en las novelas, pero también causa respeto a quienes tienen el hábito de la lectura.

Yo lo tomé un verano y no me pude despegar.

Hans Castorp representa la no aceptación del destino. Todos tenemos algo de eso. Este personaje, tan novelesco, un joven militar huérfano de familia bien, apuesto y gran conversador, va a visitar a su primo enfermo a un balneario especializado en dolencias pulmonares. En lo alto de una montaña suiza, el sanatorio se rige por unas normas estrictas para gente de clase alta de toda Europa que quiere mantener su nivel de vida a pesar de sus duras circunstancias personales.

Es entonces cuando Hans Castorp, semanas después de compartir habitación con su primo, decide enfermar de pulmón. Quiere huir del difícil mundo real que le espera ahí abajo, para ser cuidado como uno más de esos huéspedes que no paran de toser.

¿Cuántas veces no hemos querido que nuestra vida se desarrollara en un espacio donde se ocupasen de nosotros?

Hay días, los menos, en la cama, en que sueño con entrar en el balneario de la montaña mágica. Desprenderme de todo, bajar los brazos y dejar que cuiden de mí.


Zamora

Mi romance con Zamora lo provocó un Burger King.

Salíamos de Cáceres camino de León más tarde de lo previsto, tras una visita guiada espectacular por la ciudad vieja, con el destino intermedio de un restaurante de carretera del que nos habían hablado maravillas. Pero lo encontramos cerrado. Había mucha hambre y ya no era hora de comer, así que el móvil nos indicó una posibilidad: unas hamburguesas en Zamora.

La ciudad, en su parte nueva, me pareció más grande de lo que podía imaginar. Saciamos el apetito y decidimos dar un paseo, antes de emprender la marcha hacia León.

Ahí vino el amor.

En cuanto nos asomamos por entre los callejones de la zona más antigua para ver transcurrir el Duero, inmenso, a sus pies, ya supimos que teníamos que volver con calma a esa ciudad vieja de iglesias románicas hincadas en el suelo, de tabernas donde te sirven alubias gigantes y cuestas que te abren vistas a un horizonte muy verde. Seguro que se conjuraron ganas de disfrutarla y un día azul, pero ya no podemos pasar por esa ruta sin parar allí donde el turismo no suele poner la cruz.

A veces, cuando nos dejamos llevar por lo no previsto, aparecen Zamoras que nos dicen, ¿no ves la vida que te pierdes cuando sólo haces lo que se supone que hay que hacer?

La comida rápida también aporta, a veces, beneficios y salud mental.

viernes, mayo 14, 2021

Robot

Regresábamos al hotel, tras una noche divertidísima en Tokio, cuando vimos el robot.

Había un embudo de tráfico por unas obras en un cruce de varias calles en Shinjuku. En medio de la confluencia habían colocado a un robot, vestido de guardia de tráfico, que controlaba una gran diversidad de posibilidades para ir dando paso por uno u otro carril en función de la afluencia de coches.

Pablo y yo, animados por los cubatas bebidos, nos paramos a ver al muñeco trabajar. Tratábamos de adivinar cuál era la lógica, porque los movimientos automáticos cambiaban constantemente.

-Tiene que haber sensores por todos lados para que se comporte así -le comenté.

Lo teníamos a cinco metros y estaba caracterizado de forma magistral, con puros rasgos japoneses.

De pronto, se giró hacia nosotros y dimos un respingo. Levantó la mano para saludarnos con una sonrisa.

¡Era un hombre!

Nos entró un ataque de risa conforme nos alejamos de allí.

Yo, a día de hoy, no sé qué o quién nos saludó.

miércoles, mayo 12, 2021

Elisa

Tenía el pelo negro, lacio y muy largo, pecas infantiles y una nariz pequeña; los ojos muy oscuros, era de piernas largas. Le pondría incluso hoyuelos en las mejillas al reírse, lo que hacía con un sonido sordo, medio perruno. Nunca la vi en falda, ni enfadada, ni perdiendo los papeles.

No sólo sus conversaciones, su calma, su visión de la sexualidad, la claridad en sus posicionamientos; su capacidad para decir que no sin enredarse en explicaciones, la habilidad para ponerte en tu sitio no eran propias de una joven de dieciocho años.

Estudiaba Medicina y se llamaba Elisa.

Mi primera novela, nunca publicada, se llamaba "Tres". Y ella era el vértice más destacado del triángulo.

Luego vinieron los amores, las confusiones, el despertar a la vida, la independencia, y en ese tránsito nos perdimos para no volvernos a ver.

Una tarde-noche dulce, veinte años después, conseguí su teléfono. Sabía que ejercía de médico en Ciudad Real, yo presentaba novela en Madrid y me apetecía invitarla. Hablamos un rato inmenso, e intenso, de canas, de amores, de malentendidos, de nuestras risas de entonces. Todo quedó en esa llamada.

Ahora, diez años más tarde, sé que está por ahí en algún lado, que lee lo que escribo y que algunos de mis textos le llegan al corazón. La vida le ha puesto zancadillas muy gordas que puedo adivinar.

Se llama Elisa, y no sé hasta qué punto quien me lee es ella o una persona que yo inventé.

Político

No hay que dar por supuesto el pensamiento político en el otro.

Yo fui educado en un colegio en el que el ambiente era irreductiblemente de derechas, lo que coartaba la libertad de posicionarse en otro sentido sin ser marcado. Eso es terrible. Tanto como puede ocurrir en el caso contrario, donde la consciencia individual de que la solución para la sociedad está en pensamientos progresistas impida asimilar que se pueda pensar diferente.

Pasé de la etapa de retención a la de proclamar mis ideas políticas al viento, quizás como defensa para no volver a tiempos en que otros condicionaban mi pensamiento.

Ni reclusión ni proclamas.

Salvo si estoy con personas muy cercana y de mucha confianza, me siento incómodo cuando alguien expresa sus convicciones políticas en modo de reprobación hacia el otro. Porque el otro quizás soy yo, o quien está sentado a mi lado.

Me gusta mucho hablar de política, porque me gusta el ser humano y sé que en el camino que tomemos como sociedad está el futuro de nuestra supervivencia. 

Pero me gusta hablar en positivo, sin dar por sentado que mi posición es la buena. Es la que yo considero mejor, pero no podemos entrar en el juego de buenos y malos, porque entonces no habremos entendido qué es la democracia.

Yo puedo querer convencerte a ti, pero estoy dispuesto a que tú trates de hacer lo propio conmigo.

martes, mayo 11, 2021

Prensa

Soy lector habitual de El País desde que tengo uso de razón.

Me gusta leerlo en papel y, a ser posible, con un buen desayuno.

Internet trajo la posibilidad de que saliésemos de nuestra madriguera informativa, de que nos asomáramos a otras editoriales, otros puntos de vista, otros idiomas sin salir de casa. Yo disfruto como un niño leyendo la prensa francesa, El Mundo, el New York Times, La Vanguardia o cualquier periódico local cuando una noticia afecta a un determinado territorio.

En estos tiempos, sin embargo, volvemos atrás. Cada diario quiere financiarse a partir de sus incondicionales. Ya parece que la publicidad no da el ingreso suficiente para mantener su actividad y la venta en papel ha caído a cifras desconocidas por la fuerza de Internet.

Otra vez al rebaño. Otra vez a leer lo que queremos escuchar, a sentirnos cómodos con unos artículos que transitan por los terrenos que nos gusta pasear.

Yo no quiero volver a ese juego, ni gastarme un dineral en tener acceso a la prensa mundial de cualquier ideología. Quizás acabe siendo una persona menos informada, menos culta, menos tolerante. Otro tonto feliz.

Internet te abre ventanas, te muestra mundos de posibilidades, que luego te cierra en tus narices.

Todo es dinero.

lunes, mayo 10, 2021

Susceptibilidad

No sé cómo curé mi susceptibilidad, pero lo hice.

Aunque de vez en cuando da algún ramalazo, que me disgusta, la tengo bien controlada, en el pozo oscuro de las actitudes que restan.

Se la confunde con una rama de la sensibilidad, con tener la piel fina, con una fragilidad de persona impresionable, pero no es sino torpeza, porque no trae nada bueno. Nos hace vulnerables, ofrece una mala imagen de nosotros, nos acobarda. Empequeñece.

Hay quien se la sacude con los años, como he tenido la suerte de conseguir a base de trabajo personal. Hay quien se sumerge en ella para no salir.

Ante los comentarios ajenos sobre uno mismo se puede reaccionar de dos maneras, aceptando la crítica por cierta o despreciándola por falsa. El problema es cuando se nos hace un mundo el recibir calificativos sobre nosotros, nuestro entorno o gente querida que sabemos que no son verdad.

Qué de oportunidades dejé marchar por no haber sabido ponerme en mi sitio.

Si alguien se mofa de mí, el problema lo tiene él.

domingo, mayo 09, 2021

New York

Llegar por primera vez a Nueva York es un regalo que todo humano debería disfrutar una vez en la vida.

Es tal la majestuosidad con que la ciudad te recibe, cuando sales de los andenes de la Grand Central Station, que comprendes en un segundo la grandeza y pequeñez del ser humano, por encima de todo tratado filosófico.

Manhattan demuestra la fuerza del hombre por crear, al tiempo que la propia creación lo devora en su inmensidad.

Cuando levantas la vista al cielo y observas la torre Chrysler la emoción sube por la garganta. ¡Qué alto hemos llegado!. Giras entonces la cabeza y observas la burrada de ladrillos, de gente, de ruido, de cristal, acero, luminosos, taxis, gente con prisas, claxones, tantos estímulos desde tantos lados que de pronto te sientes diminuto, intranscendente, una hormiga más.

Visitar por vez primera Nueva York no debería ser un lujo, sino obligación. Es volver a visitar el vientre materno y salir de golpe al exterior con todas las sensibilidades dispuestas a maravillarse con las contradicciones del hombre.

Escape

Salía de la fábrica con mi Clío y vi volar un motorista y una moto por delante de mí, con tan mala suerte que el hombre se empotró contra los bajos de un coche y se clavó el tubo de escape en la pierna.

Yo salí del coche, me fui hacia él y empecé a gritar ¡ambulancia!

Me impresionó la gravedad de su herida, que él no se veía, tumbado en la calle. Así que le cogí la mano y le dije que todo estaba bajo control. No olvido la fuerza con la que me agarraba.

No tardaron en llegar a asistirlo y yo me escabullí de allí.

Impresionado por el accidente, la mañana siguiente compartí la experiencia con mis compañeros de trabajo. 

Días después uno de ellos llegó con un periódico y me lo acercó. Una persona anónima, en una carta al director, agradecía a aquel desconocido que unos días antes le tomó la mano al destrozarse la pierna con su moto.

Las historias de amor se construyen de muchas formas, aunque sean estrellas fugaces.

jueves, mayo 06, 2021

Aullidos

Todos guardamos en la memoria más íntima gritos agudísimos como aullidos de animal acorralado.

Desearía no guardarlos, pero son pocos, viscerales, inmanejables, y aparecen cuando menos te lo esperas.

Los asocias a escenas que quedan estampadas en la retina con todos los colores, en una suerte de pintura detenida en el tiempo.

Uno de esos lienzos que fusiló un grito en mi memoria se compone de una mañana soleada de domingo tumbado en mi habitación, el ruido lejano de una retransmisión de balonmano en el salón, el olor de un puchero que llegaba desde la cocina y una visita en casa.

Isa, amiga íntima de mi madre, gritó.

¡Ese grito clavado para siempre!

Luego vinieron las sirenas de la ambulancia, los rezos en la cama, los besos de mi padre. El terror.

Mi madre se había desplomado al suelo y comenzaba el principio de su fin.

miércoles, mayo 05, 2021

Adorno

Soy un fan del pragmatismo para todo lo que no toque al corazón.

Y para el corazón, también.

Me desesperan las reuniones de trabajo interminables en las que para solucionar un problema concreto damos una vuelta al sentido último de las cosas. Me descorazona compartir proyectos con quienes ven tantos inconvenientes en la solución A como en la B. Me fatiga soportar eternos discursos vacíos de aquéllos a quienes les encanta escucharse.

El tiempo es tan flexible como queramos hacerlo y no nos puede controlar. El problema es cuando nosotros nos adaptamos a él de forma que no dejamos hueco para lo imprevisto, sin admitir que los días no son sino un cúmulo de situaciones que no esperábamos enfrentar.

Si te dices, mañana por la tarde voy a comprarme unas gafas de sol, acabas regalando la tarde en exclusiva a esa compra. Si en cambio te planteas, a ver si mañana me da tiempo a comprarme unas gafas de sol, abres la tarde a un abanico de posibilidades.

No podemos hacer de cada tarea un mundo.

Estoy convencido de que una de las claves para que no me haya ido mal en la vida ha sido la de solucionar sobre la marcha lo que ha ido llegando, tanto a nivel laboral como personal.

Así los días se hacen más ricos, tienen más tonalidades, son más diferentes entre sí.

De no ser así, hubiera ido acumulando bajo la alfombra multitud de decisiones postergadas, entre las que se encontrarían oportunidades perdidas que ya son imposibles de recuperar de entre la pelusa.


martes, mayo 04, 2021

La Paz

Un día cené entre las estrellas.

Había llegado a Bolivia para una cita romántica, que fracasó.

Tras recorrer diez mil kilómetros para darle una oportunidad al amor, que el miedo a desvelar mi sexualidad había impedido hasta entonces, me caí del cuento que yo mismo construí.

Ya ganaba yo mi sueldo, aún vivía con mi padre y a nadie conté la verdad de ese viaje a La Paz, una ciudad deslumbrante, escondida entre montañas, a pocos metros del cielo.

Aunque los dos supimos desde el instante en que nos vimos que la historia no iba a funcionar, nos regalamos, con la elegancia de dos jóvenes de corazón noble que llevaban meses escribiéndose, una cena mágica en el restaurante que coronaba el rascacielos más alto de la capital boliviana.

Nos hablamos a corazón abierto, de nuestros miedos, de nuestras ganas, de cómo el corazón nos batía antes de abrazarnos en el aeropuerto.

Desde esa mesa, donde probé por primera vez el ceviche, observé cómo, al caer la noche, la ciudad quedaba iluminada por las luces de las casas humildes que poblaban los cerros de alrededor; luces que se convertían en estrellas que se confundían con las de verdad, hasta encerrarnos en una esfera ingrávida de cristal.

Esa cena, en el cielo boliviano, me confirmó lo fascinante que podía llegar a ser la vida, tremenda, gloriosa, incluso en la derrota.

Sangre

Los optimistas nos alimentamos de sangre nueva.

Los desengaños con el personal que nos rodea ocurren por igual entre quienes ven el vaso medio lleno o medio vacío, la diferencia es que los segundos se recrean en esas frustraciones para encerrarse en su mundo y no dar oportunidad a que otros les defrauden. O no.

A veces aparece gente maravillosa.

Los que vemos la vida con ojos esperanzados, en cambio, abrimos puertas cuando cerramos otras.

Lo bueno es que, a determinadas edades, solemos congeniar con gentes que ven el mundo con un soplo de candidez y un mucho de ganas de vivir.

Los otros están en su cueva.

Mis amigos de siempre, los más fieles, se sorprenden, y disfrutan, cada vez que organizo algún encuentro, porque siempre descubren a gente nueva en mi terreno.

Si a mí me reuniesen en una fiesta con mis amigos de hace treinta años pasaría una noche muy divertida, pero si me dijesen que son las personas con las que compartir mi mundo a partir de entonces respondería que ni loco.

Sé que hay gente importantísima para mí que aún no conozco.

sábado, mayo 01, 2021

Portugal

Justo cuando la barcaza se unió al muelle, di un salto hacia tierra.

¡He salido al extranjero antes que tú! grité a mi padre.

Portugal era para mí lo desconocido más cercano.

Más aún cuando para pasar la frontera había que atravesar un río anchísimo que no tenía puentes por entonces. 

Yo era pequeño y apenas pasamos unas horas, que mi madre aprovechó para comprar toallas y trapos de cocina, pero a mí la experiencia me resultó explosiva. Eso de visitar una ciudad donde todos los letreros estaban en otro idioma y la gente no hacía sino silbar eses interminables.

Con el tiempo descubrí cómo de grande es ese país, el pasado glorioso que atesora, lo bien que se come, sus inmensas playas vírgenes, el silencio en sus restaurantes, las calles empedradas, los azulejos en las iglesias, el fuerte olor a café, la música melodiosa de mujeres con voz grave.

Añoro siempre esa tierra, me adentro en ella como quien se asoma a la terraza de su casa, en la que me siento lejano a lo de siempre, a lo aprendido, a lo supuesto, en una suerte de terapia en que me demuestro que es posible escapar de vez en cuando de uno y mirarse desde fuera.

Portugal me enseñó que nunca se debe despreciar al más pequeño, al tiempo que me mostraba, al existir, cómo de grande era el mundo que yo ansiaba conocer.