Siempre me gustó observarlas, meterme entre las faldas de mi abuela y escuchar cómo describían el mundo con la gracia, la sabiduría y el aplomo de quienes ya no tienen nada que perder.
Vivimos en mundos menos entrelazados con los demás, la tecnología sustituye tertulias de antaño y se pierden ciertos olores, charlas en voz alta y risas flojas de tiempos que no fueron mejores, pero que a veces se añoran.
No reniego de nada de mi presente, faltaría más.
Tan sólo ocurre que hay días en que me gustaría que el ocio estuviese menos programado, que no pasáramos tanto tiempo en nuestras burbujas de confort y abriésemos más las orejas, el tacto y el olfato a disfrutar de los que tenemos al otro lado del tabique, en el banco de la plaza tomando pipas, para soltar el estrés de estos mundos perfectos que necesitan carcajadas de viejas tomando el fresco para ponerlos en su justo lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario