Mi amigo Quino, imprescindible en mi época universitaria, tuvo el arrojo de coger una beca e irse para allá a currar.
Ciudad de unos cien mil habitantes, por entonces, Guaratinguetá fue un aprendizaje brutal para él y una experiencia perturbadora para los que seguíamos sus andanzas.
Fue aterrizar en Brasil y ser atracado en la primera parada de autobús. Le quitaron maletas, pasaporte y dinero. Tuvo que ir al consulado para pedir socorro.
Aun así, Quino se iba enamorando del país. Me escribía postales con una carga emotiva espectacular.
"Salva, no puedes imaginar lo grande que es el Mundo"
Así, el Mundo con mayúsculas. Él me iba escribiendo de su trabajo, de la música que escuchaba, que yo buscaba como loco por las casas de discos de Sevilla, de la gente que conocía.
Fui amando Brasil a partir de sus relatos, tanto así que cuando viajé por primera vez allí por cuestiones de trabajo, a la ciudad de Curitiba, veinte años después, yo ya pisaba suelo conocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario