Roma me desborda de belleza.
Suena tan cursi como lo es en realidad, pero no hay que acomplejarse de expresar lo que uno siente, y a mí, esta ciudad, tras decenas de kilómetros recorridos en todas las direcciones posibles, me resulta arrebatadora.
Es una cura terapéutica, porque a determinadas edades uno cree que va menguando la disposición a la emoción, que uno empieza a estar de vuelta de todo, sin embargo uno llega aquí y se da de bruces con la grandeza del hombre para construir belleza.
Con mucha sangre por medio, sí, con intolerancias, envidias, saqueos, guerras, epidemias y persecuciones.
En Roma todo eso se mete en una minipimer y te encuentras con algo que supera las expectativas de cualquier persona que se considere sensible.
Hay momentos, ¡muchos!, en que te reconcilias con el ser humano. ¡Hemos sabido crear algo así!