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martes, noviembre 30, 2021

Timidez

La timidez y los complejos los eliminé de modo racional.

El cerebro, bien usado, es el arma más potente que poseemos, con permiso del corazón.

La cuestión es no dejar pasar la vida hasta encontrar los mecanismos que nos defiendan de debilidades que no hay motivos para tener.

Sí, hay situaciones que nos superan, acaloramientos, sonrojos, sudores, miradas que nos delatan. Ante eso, racionalidad. ¿Qué me hace a mí menos que al de enfrente? ¿En qué me gana a mí nadie?

Yo pasé gran parte de mi juventud analizando mis disfuncionamientos, que eran numerosos y no me gustaban. Comprendí, con cierta dificultad, que todo estaba en mi cabeza. Luego la solución también debía estar ahí. En mi cabeza.

Si yo sufría, sufría yo. Si yo me arrugaba, me arrugaba yo. Si me achicaba, no eran los demás que engrandecieran, era yo quien los hacía grandes a mis ojos.

Aprendí el valor que había en mí. En mi sonrisa. En opinar, en levantar la mano, en tomar el control.

Sabía hacerlo tan bien como los demás.

viernes, noviembre 26, 2021

Maragato

Fran y yo somos tan peliculeros que todo lo queremos probar.

Era Navidad, en una taberna cercana a casa, nos dijeron que tenían cocido maragato como plato del día. No dudamos un momento, mientras yo le explicaba a Fran dónde estaba la Maragatería. Me encanta hablar de Geografía.

Entusiasmados por los tres platos que nos zampamos y teniendo a los dos días un viaje previsto por el Norte, buscamos en León el mejor restaurante para repetir plato.

El sitio era chulísimo, en plena Plaza Mayor. Nos trajeron una tapa con un aperitivo.

Lengua de vaca.

Fran y yo nos miramos horrorizados. 

Cuando el camarero vino a tomar nota y vio el plato sin estrenar, le expliqué.

Verá, es que somos andaluces, y estas cosas nos dan un poco de grima.

Ese prejuicio es puramente mental afirmó, rotundo.

Así que cerré los ojos y me comí la lengua de vaca. Exquisita, si ponía la mente en blanco. Fran no movió un dedo.

Entonces llegó el cocido.

Con 17 tipos de carne. Tiene oreja, pata, pezuña, morro...

¡Pare usted, por favor!

Nuestra capacidad de poner la mente en blanco es limitada.

lunes, noviembre 22, 2021

Segundas

Yo siempre me he alegrado de dar segundas oportunidades, a pesar de la mala fama que tienen.

Hacer la cruz es humano, a personas, a lugares y a eventos con los que decides que no te merece la pena ya relacionarte, bien porque te hayan hecho daño, porque te aburran o tan sólo porque quieres evolucionar.

Dejar atrás aquello que no te aporta es de personas inteligentes, y así me considero yo.

La cuestión es cuándo debemos considerar que tenemos que dar ese portazo definitivo.

En los últimos años me he ocupado de buscar ese terreno de reconciliación en el que comprobar si realmente hice bien en cortar por lo sano relaciones que en su momento me parecieron imprescindibles y me ha resultado muy placentera la experiencia. Llamar a ese amigo que tenía en Alemania para decirle que me llamase en su siguiente visita a Sevilla, acudir a esa cena que se te hacía pesadísima años atrás, volver a interesarte por aquella pareja que me prometí no volver a ver.

Son segundas oportunidades que, deparando alguna sorpresa positiva, me confirman que hice bien en su momento, pero que me reconfortan el alma al cerrar la puerta dando un beso y deseando de corazón que le vaya bonito a quien se despide de ti al otro lado.

Nos merecíamos ese beso.

domingo, noviembre 21, 2021

Infancia

Dicen que quien ha tenido una infancia feliz tiende a ser buena persona.

No creo en las frases tan rotundas, pero sí en el espíritu que las inspira, porque es cierto que el ser humano está condicionado, más de lo que quisiera, por circunstancias que no dependen de él.

Y la infancia es una de ellas. 

Se nos puede pedir explicaciones por muchos de nuestros actos, pero no por la niñez que tuvimos. Entre todas las especies animales no hay criatura más indefensa que un pequeño chaval.

Es en ese período donde recibes multitud de estímulos inentendibles en el presente, pero determinantes para tu formación como futuro adulto.

Haber recibido cariño se convierte en esencial, de ahí la importancia de que en la lotería de la vida te toque nacer en un hogar estructurado, donde las risas, la luz y el amor sean el ambiente cotidiano.

Yo tuve la fortuna de nacer en una familia en la que siempre me sentí querido.

Es jugar con ventaja en el ruedo de la vida.

Regañás

Que llamara a la puerta el panadero era la antesala del festín.

Esos veranos eternos en la casa de mi abuela donde aprovechábamos un pilón como si fuera una piscina olímpica y desde el que nos asomábamos a la cocina para ver a las madres cocinar.

Tortillas de patatas, ensaladillas, filetes empanados, gazpacho. Manjares para unos niños que vivíamos en bañador de la mañana a la noche.

A mí me gustaba atravesar la casa para ir a pagar al panadero y elegir cuántas 'regañás' le íbamos a comprar.

Llenas el ojo antes que la barriga me decía mi madre, mientras nos peleábamos por ver quién se comía los picos de los bollos.

Es mi magdalena de Proust particular. Cuando, de higos a brevas, en alguna taberna perdida de Andalucía, me ofrecen una de esas enormes tostas finas de pan, yo me lanzo a por ellas, para romperlas y saborearlas, con el ruido infantil de los gritos en el pilón en la cabeza.

viernes, noviembre 19, 2021

Pose

Hace poco tiempo una persona a la que quiero de corazón, que me conoce desde que yo era un adolescente, me enviaba un mensaje para decirme:

¿Realmente lo que escribes es verdad o es una pose? ¿Estás escribiendo realmente sobre ti o es una licencia literaria para hacerte protagonista de tu propia novela?

Ya quedaron atrás mis armarios emocionales, le respondí.

Los mundos que comparto son los míos, tanto como los recuerdos que permanecen en mi cabeza y reinterpreto al darles forma, las inquietudes que me atenazan al observar la sociedad en la que me ha tocado vivir, las ilusiones que me provoca el género humano, las frustraciones de comprobar la maldad, el desasosiego y la emoción del paso del tiempo; las victorias diarias, el amor a los míos, la solidaridad, mi pasión por la literatura, la belleza de las cosas, los sitios que visito, mis ansias de vivir.

No construyo ningún personaje artificial para venderme como un producto de mercadotecnia.

Todo lo que transmito es todo lo que siento.

Manzana

Cada mañana de mis días de trabajo me levanto como un zombi, a horas inhumanas, y tiro para la nevera.

Busco mi buche de zumo de manzana. Desde hace años. Media vida.

La casa está a oscuras y es la sensación más animal de todo el día, como el niño que busca la teta de la madre. Siento el líquido, frío, bajar garganta abajo y una sensación de placer primitivo, infantil, potente, de transición hacia la vida tras el sueño.

Le doy un sorbo corto, de una sola vez, porque ya un agorero me dijo que no era bueno un atracón de zumo nada más levantarse. 

Siempre hay quien te recuerda que la vida no es poesía.

Hay noches en las que en mis sueños más rocambolescos, cuando subo por un precipicio con un coche de ruedas en el techo y el lagarto que llevo de copiloto se ha cansado de hacerme cosquillas, pienso en el dulce sabor de la manzana y conecto, de golpe, los dos mundos en los que vivo.

miércoles, noviembre 17, 2021

Posicionamiento

Si mañana me posicionara políticamente con uno de mis textos, perdería a buena parte de mis lectores.

El juego de la gestión pública se ha enfangado tanto que se ha perdido la libertad para expresarse sin que te señalen. En ese terreno todos los insultos están permitidos, todos los odios, prejuicios y rencores.

Contrastar formas de ver cómo la sociedad tiene que gobernarse debería ser un ejercicio bonito de participación, donde cada cual pudiese expresar su manera de comprender el mundo y, al mismo tiempo, escuchase cómo el otro lo haría.

Porque la política, en sí, es preciosa. Es la ciencia que analiza la organización de la sociedad. Cuáles son los pros y los contras de optar por una determinada opción respecto a todos los aspectos de la vida. 

A mí me hubiese gustado que posicionarse no implicase colocarse en un búnker, sino defender unos principios que no tienen por qué ser los certeros, porque estoy convencido de que no hay verdades absolutas en la política, salvo las básicas que todo demócrata debe defender: los derechos humanos, la libertad de expresión y el voto igualitario.

Yo querría saber cómo piensas tú, no para confirmar si estás en mi tribu, sino para conocerte mejor.

domingo, noviembre 14, 2021

Altruismo

Altruismo es una palabra que suena rara, tal vez, como metáfora de lo raro que es dar con ella en la realidad del día a día.

Casi siempre que he creído que me ofrecían algo de forma altruista, me he llevado una decepción. El juego tiene truco.

Es el día a día de nuestro mundo, el favor interesado. 

Por eso valoro tanto el encontrar personas que amen sin esperar nada a cambio, que se vayan a un banco de alimentos a echar horas, que se apunten a acompañar a personas desvalidas, que participen como voluntarios en plantas oncológicas de hospitales, que se acerquen a preguntar a un mendigo.

—¿Cómo estás?

Tal vez tampoco haya un altruismo puro en esas acciones, porque sí se busca algo a cambio. El bienestar propio, el sentirse útil, el saberse humano.

Lo aprendí de una voluntaria que va a pasar todos los viernes a la cárcel de Sevilla para animar a los presos a adentrarse en la lectura.

—Envidio lo que haces —le dije.

—¿Por quién crees que hago esto, Salva? —me preguntó.

Yo la miré, imaginando su respuesta.

—Yo esto lo hago por mí.

Carne viva

Tengo un amigo al que quiero mucho y un mediodía, con delicadeza, Fran me adelantó que su matrimonio estaba roto. 

Yo no sé yo, pero mi cuerpo entero empezó a llorar. Llevaban tantos años juntos, los quería tanto a los dos, que no supe librarme de ese gran sofocón. 

Finalmente, con el transcurso de los días, volvieron a darse una oportunidad y ahora son especialmente felices.

El día en el que yo le conté mi llanto, él se emocionó, y a mí me quedó la duda, mientras observaba su reacción, de hasta qué punto no soy frágil. 

Quienes me quieren me cuentan las cosas graves con delicadeza, porque lo tomo todo en carne viva. 

Y eso no es bueno.

Hace unos meses una amiga, compinchada con su pareja, me gastó una broma.

Vamos a ser papás. 

Mi reacción fue tan efusiva que les dio verdadero apuro decirme que era mentira. 

Me gustaría, por mi salud, sentir con menos intensidad

sábado, noviembre 13, 2021

Euro

La semana en la que pasamos de la peseta al euro yo me fui a vivir a París.

No tuve que hacerme al franco, sino que aprendí mucho más rápido que el resto el sentido del dinero en la nueva moneda, porque no tenía instintivamente con qué comparar.

En la máquina del café, en el trabajo, compartía charlas con compañeros venidos de diferentes países y yo, cuando recibía la calderilla tras pagar, guardaba los euros para luego jugar con ellos, investigando de qué país procedía cada uno.

Era un abrirse al mundo que iba en paralelo con mis ansias de ser un ciudadano universal.

Sí, seguro que se encarecieron los productos, pero al mismo tiempo era meter a España en la modernidad, en un espacio donde estaríamos más calentitos, más protegidos.

Haber construido esta Europa comunitaria, a pesar de los pesares de todas sus equivocaciones, ha sido una de las mejores decisiones que ha tomado nuestra sociedad. Es la mayor garantía de que no haya más guerras en este viejo suelo tan acostumbrado a tenerlas, es la seguridad de que no se permitirán desvaríos de gobiernos indeseables contra colectivos desfavorecidos.

Yo quiero más Europa, menos fronteras.

Siempre me sonó horrorosa la palabra extranjero.

viernes, noviembre 12, 2021

Coraje

Nos han educado para que la felicidad ajena dé coraje.

Para buscar el defecto en la sonrisa, el mollete en los abdominales, la incoherencia en el discurso.

Hemos crecido en la crítica ridiculizadora hacia el que se siente cómodo en su piel, porque esa persona seguro que tiene una vida gris detrás de su gesto amable. O no está bien de la cabeza. O muestra lo estupendo que le va todo para restregarnos lo mediocres que somos. 

'Pobrecito, no se entera de la misa la media. La vida es otra cosa'.

No. La vida no es otra cosa. La vida es aquello que queramos construir.

La sociedad nos ha inoculado el virus de la incredulidad hacia el que triunfa. Somos especialistas en compadecer a aquel a quien le va mal, pero digerimos mal a quien la vida le sonríe.

Estamos capados para disfrutar de las carcajadas del otro, con lo frustrante que es no saber contagiarse de ella.

Debemos exigirnos escapar de esa venenosa espiral que consiste en recelar del merecido disfrute de quien vive a pleno pulmón. Más que nada porque en nosotros está el abrirlos en grande para respirar nuestras propias victorias de cada día. Que las tenemos. Todos.

El otro día una persona a la que quiero de corazón, que me conoce desde que yo era un adolescente, me enviaba un mensaje para decirme: 

¿Realmente lo que escribes sobre ti es verdad o es una pose? ¿Estás escribiendo realmente sobre ti o es una licencia literaria para hacerte protagonista de tu propia novela?

Ya quedaron atrás mis armarios emocionales, le respondí.

Todo lo que transmito es todo lo que siento. 


lunes, noviembre 08, 2021

Presente

Todo es presente y, a veces, pesa. 

Despiertas en medio de la noche, haces un movimiento brusco sin querer, y te encuentras con la mirada somnolienta de tu amor. Y quieres parar el mundo. Decir ya está. No quiero más. No quiero salir de aquí. No puedo ser más feliz, ¿a qué más puedo aspirar? No quiero que la vida se me complique, ni nos haga daño, ni que haya peleas, nunca. Quiero verte así, feliz, siempre, como ahora. 

El instante, en cambio, se hace minúsculo. A él se le cierran los ojos, a ti también, que te has agarrado a él para seguir durmiendo.

Vivir es, también, soñar con imposibles.

Soñar con un botón que, al menos, lo pare todo un rato, que nos deje disfrutar más de los momentazos cuando llegan, que los ralentice, que nos deje allí flotando.

La vida siempre pide más, que bajemos de la nube, que montemos al carro de un minuto más, de una jornada más, de otro reto más por salvar. Y encima debemos estar agradecidos por estar vivos, en una ruleta que no descansa.

Sí. Es infantil. Es inmaduro. Es hasta cursi querer amar así, buscar botones propios de dibujos animados. Pero reivindico mi derecho a construir sueños imposibles.

Ofrecimiento

Cuando alguien cercano te responde mal, con desgana o sin interés ante cualquier ofrecimiento tuyo, lo más torpe es pensar en devolverle la pelota en el futuro cuando se dé la circunstancia.

Porque ése no eres tú.

Es mucho más elegante mantener una actitud coherente contigo mismo, que es a fin de cuentas con la persona con la que convives a diario, y ser especialmente correcto cuando esa persona acuda a ti antes que después.

Seguramente no se dé ni cuenta, porque la gente que responde mal, con desgana o sin interés lo hace en la mayoría de los casos sin pretenderlo, por lo que no va ni a recordar que en su momento tuvo un detalle feo contigo.

En todo caso tú, siendo elegante, le darás una pequeña lección de vida que el subconsciente de la otra persona almacenará en el apartado de su cerebro que se dedica a corregir acciones futuras.

Y si esa persona no tiene ese apartado en su cerebro, porque vino con ese defecto de fábrica, lo que es seguro es que tú no recibirás ningún chisporroteo de incoherencia en el apartado del tuyo que se dedica a mantenerte siempre fiel a ti mismo.

jueves, noviembre 04, 2021

Locura

A veces pienso que la locura quiere decir 'basta ya'.

Al menos un tipo de locura, el de gente hipersensible al que la vida ha arrastrado por caminos imprevistos.

Gente que se ha encontrado, por dar más de dos tropiezos seguidos, perdida en su laberinto. 

Hay mucho paseante de nuestras ciudades con la mirada rota, con apenas una manta en su mochila para dormir en cualquier cajero, que podrías ser tú de haberte golpeado el destino con arreones de injusticia.

La pérdida de alguien amado puede llevar a la depresión, y ésta a la pérdida de un trabajo, y ésta a la imposibilidad de pagar tu casa, y ésta a perder la salud y las fuerzas para tirar para delante.

Es entonces cuando el cuerpo te dice 'basta ya', yo quiero mi cama de siempre, los besos de buenas noches al dormir, la tele encendida, las risas de mis hermanos, quiero que suene un despertador para decirme que soy útil, quiero que alguien me escuche. No tener que pedirle a un extraño si tiene un bocadillo para mí.

Que me muero de hambre.

Dura

De pronto te das cuenta de que la vida es dura y te dices ¡no!

No es esa la mía, la mía trascurre fluida, está llena de luz y de gente cercana. 

Ves el nubarrón, muy negro, aproximarse. Sabes que te va a caer lo más grande, que no hay escapatoria, pero miras hacia el otro lado y observas el paisaje verde, luminoso, donde sabes que la temperatura es perfecta.

Es complejo el ejercicio de confirmarse a uno mismo que esos paisajes de ensueño existen cuando estás en mitad de la tormenta, en esos espacios en que no encuentras una escalera para subir y otear a lo lejos nada hermoso.

Cuando la tormenta golpea, cuando graniza en tu cabeza, hay que apretar los dientes y recordar que esos campos de amapolas siempre estarán ahí. Y sabrás, entonces, cuando estés allí tirado y el sol caliente tus días de plenitud, que las tormentas existen y existirán, y que siempre habrá quien esté atrapado en el ojo del huracán. 

Vacío

El sábado fui al teatro y me lo encontré medio vacío.

Sufro con un teatro vacío. O con un restaurante. O con una tienda de muebles.

Empatizo tanto con los negocios que no funcionan que suelo comprarles algo como muestra de solidaridad.

Hace unos años estuvimos en un barecillo de la Alameda en el que el chaval, muy joven, nos contó la ilusión con la que lo había montado.

Le he pedido un préstamo a mi padre.

Fuimos alguna que otra vez más y casi siempre estaba sin nadie.

El otro día nos acordamos y fuimos a comer allí. Vacío. Nos sentamos en la terraza y lo vimos a él a través de las cristaleras. Tenía a una chica empleada que tardó una eternidad en darnos los buenos días. Cuando fuimos a pagar, no podíamos hacerlo con tarjeta, ni con Bizum. Fran salió a la búsqueda de un cajero y yo observé como una familia con niños pequeños se sentaba en la mesa de al lado.

¿Cuál es la especialidad de la casa? preguntaron.

Aquí está todo bueno, en caso contrario no lo pondríamos en la carta les respondió él.

Ellos se quedaron de piedra, yo también.

Preguntaron si tenían algo de pasta para los niños.

¿Han visto que haya algo de pasta en la carta? Si no está en la carta, es que no tenemos.

Yo aluciné tanto que no entendí como la familia no se levantó de la mesa. Fran llegó con el dinero y yo le terminé de explicar por qué, a veces, hay sitios siempre vacíos.

Mezquita

Tuve la suerte de poder visitar una mezquita en Teherán acompañado de un anfitrión iraní.

De hecho, él quiso que yo me integrara como uno más en el rezo. 

Ese día nevaba, él me pidió que le imitase, así que me quité los zapatos y los calcetines en el patio ¡a cielo descubierto! Me limpié los pies con agua helada de la fuente. Y las manos. Y la cara. Hice lo que hizo él.

Nosotros seguimos el rito chiíta, por lo que no apoyamos la cabeza en la alfombra.

Me entregó una especie de pastilla de jabón, de madera, que colocaban en el suelo, de forma que al inclinarse hacia delante ese artilugio impidiese que la frente tocase con la moqueta.

Una vez dentro, me coloqué a su lado, entre tantos otros, y lo observé rezar. Fueron minutos mágicos.

Yo, agnóstico convencido, cerré los ojos y vi las lágrimas de mi madre viendo pasar la Macarena, sentí el olor a incienso de la iglesia católica, los fieles santiguándose, los cantos del cura.

El poder de lo inmaterial. 

Estaba a miles de kilómetros de mi ciudad, arrodillado en una mezquita y me sentía en plena armonía con la indescifrable creencia del ser humano en alguien que cuida de nosotros.

miércoles, noviembre 03, 2021

Conocimiento

A pesar de todas las críticas, justificadas, que se puedan hacer a Internet, hay una realidad clara. Nos ha facilitado el acceso a la información.

La información es conocimiento y el conocimiento, sabiduría.

Por muy sesgados que puedan ser los buscadores, por muy interesados que sean los algoritmos, la realidad es que cualquier persona, ante una duda, pregunta a la red y obtiene una respuesta.

Acerca de lo que se quiera. No hay tabúes. Ni fronteras. 

Que no nos cuenten milongas, que sabemos cómo contrastar.

Es una realidad que nos empodera, sobre todo a aquéllos que desde siempre han estado postergados, por vivir en un lugar recóndito, por carecer de estudios, por no tener forma de acceder a la cultura.

Basta un móvil y ganas de conocer. Desde la pregunta más peregrina a la más profunda. Siempre a alguien se le había ocurrido antes que a ti saber si hay nutrias en el Nilo, o qué consecuencias tiene la ablación para la mujer, o por qué es tan famoso el Hamlet de Shakespeare, o cuál es la ciudad donde se consume más queso gruyere, o cuánta gente sin hogar hay en tu ciudad, o cómo puedo hacer para ganar en concentración.

Conocer. Saber. Aprender.

Verbos que suenan a crecer como persona. 

Asakusa

No se puede visitar Tokio sin pasear por Asakusa.

La capital japonesa es una megalópolis hecha a trozos, tan inmensa que se pierde en el horizonte cuando subes a un rascacielos para observarla. Una ciudad que apenas guarda restos de lo que fue hace siglos por culpa de la Segunda Guerra Mundial y cuyo principal atractivo es precisamente su modernidad, las pintas de la gente por la calle, los edificios de formas imposibles, sus escaparates, los mercadillos, las callejuelas donde, de golpe, te encuentras un restaurante diminuto donde sabes que te van a dar de comer bien.

Para los guiris está Asakusa. Un templo budista rojo que conforma una pequeña ciudad dentro de la ciudad.

Si siete veces he ido a Tokio, siete veces he visitado Asakusa. Haces fotos de ensueño en su jardín, con su pequeño riachuelo, los puentes, las geishas que lo pasean. Una estampa del país que esperas encontrar.

La penúltima vez que estuve en Japón casi se me escapa, así que convencí a Pablo, mi compañero de viaje, para ir a cenar por la zona, con idea de darnos un paseo por sus calles antes de que cayese la noche.

Con el templo ya casi vacío, un matrimonio japonés de ancianos se acercó a mí y me hicieron gesto, cámara en mano, de que querían alguien que les retratara. Les hice una reverencia y les pedí la cámara.

—No —me dijeron, por medio de signos—. Y se la dieron a mi amigo Pablo.

A mí me pidieron que me colocara en medio de los dos para aparecer en la foto.

Yo me quedé de piedra, entre halagado y avergonzado, pero me coloqué entre ellos.

Tuve la suerte de que la mujer hablaba algo de inglés, así que, tras posar varias veces con mi mejor sonrisa, les pregunté por el sentido de la foto.

—Es que usted tiene una nariz muy grande.

Tener

Cuanto más se tiene, más se teme perder.

De ahí que aquéllos que viven en la opulencia, que tienen pisos aquí y allá, mandos con luces de colores para abrir cualquier mueble-bar y la cuenta corriente a rebosar, vean el precipicio mucho más alto que el resto de los mortales. Porque han llegado a creer que están en posesión de su destino, narcotizados por su propio poder.

Vivir es asumir una porción de miedo. Todos lo sufrimos. A que enferme alguien querido, a un accidente de tráfico, a perder el empleo, a que te detecten algo. En mayor o menor grado, a todos se nos puede encontrar la vulnerabilidad sin buscar muy profundo.

Está ahí precisamente la clave de la estabilidad emocional. Entender que la vida es frágil, que en cualquier momento se nos puede caer el mundo encima. Cuando lo comprendes, el objetivo máximo se convierte en estar bien contigo mismo y con los demás, asumir el regalo de vivir en paz, de no tener cuentas pendientes, de no mantener peleas absurdas, de no haber pospuesto planes que puedas hacer hoy. 

A determinadas edades y con cierto estatus social, uno se cree inmortal. Cuando uno se da cuenta, ya avanzada una edad, que la mayor y única posesión es la vida propia, tiene dos maneras de afrontarlo. De frente o dando la espalda. 

Con serenidad o con miedo.

Yo no quiero lamentarme de no haber querido bien.



martes, noviembre 02, 2021

Descalificativos

Me molestan los descalificativos categóricos que atacan a gente que no conozco.

"No es de fiar, es un pervertido, habla mal a tus espaldas, es un chupasangre..."

Muchas veces la fama está bien merecida, soy consciente. Es raro que se hable muy mal de gente buena. Lo que no quita para que yo quiera formar mi opinión por mí mismo, no estar condicionado por las experiencias de otros, para así poder decidir a quién sí y a quién no.

Es en mi propio círculo de amigos donde compruebo relaciones muy tensas entre gente a la que quiero. Cuando quedo con alguno de ellos a solas, y les pregunto, me trazan retratos del otro que yo no sé ver.

Yo no tengo esa sensación que tienes tú.

A todo el mundo le chafa que un amigo no le dé la razón, más cuando hay pasión en sus argumentos, pero soy partidario de enfriar las emociones, sobre todo si son negativas, a base de preguntar por los verdaderos motivos. A veces, cuando preguntas y vuelves a preguntar, no es tanto que el otro no sea de fiar, ni sea pervertido, ni hable mal a tus espaldas, ni sea un chupasangre. Es tan sencillo como que cuesta admitir que vea el mundo al revés que tú, porque el mundo que uno ve es el mejor de los posibles.

—Ese tío tiene mandanga.

—Deja que lo averigüe yo.

lunes, noviembre 01, 2021

Trato

A mí me ha salvado el trato.

Porque no soy especialmente brillante en mi trabajo, ni soy un enamorado de mi profesión.

Sin embargo, me ha ido bien. He tenido, tengo, una carrera profesional interesante, he tocado muchos palos, he vivido en varios sitios, me han asignado fuertes responsabilidades, he dirigido equipos, me he codeado con gente de mucho nivel.

Estoy convencido de que la clave de mi éxito está en el trato. Hacia los demás, hacia mí mismo. Saber ponerme en mi lugar con una sonrisa, saber escuchar al otro sin importar su jerarquía.

A los años de entrar en Renault, en el salón de actos de mi fábrica, el director dio una charla a todos los mandos de la empresa sobre la gestión de los recursos humanos. En ella defendió lo que él definió como la técnica de las 3 haches.

Humanidad, humildad y sentido del humor.

Fue ése uno de los momentos clave de mi vida, porque entonces añadió:

El mejor ejemplo de quien lo sabe poner en práctica es Salvador Navarro.

Entonces todo el mundo se giró hacia mí y yo subí al cielo del anfiteatro. Fue una lección de vida. Nunca olvidaré esas palabras, que han sido una guía constante para mí.

Días después, al salir del trabajo, fui a comer con mi padre, que estaba en su ronda diaria de tapeo con los amigos. Al saludarlos, él, achispado y orgulloso de mí, comentó en voz alta.

Borete, les he contado a mis amigos lo de tus 3 efes, pero con las cervezas no me acuerdo de ninguna.

—Eran haches, papá.


Jefa

Llegamos a la fábrica de Renault en Casablanca bien temprano.

Nos recibieron los jefes a la entrada y nos explicaron cuál era la situación de la producción, al tiempo que nos invitaron a entrar en los talleres. Tras haberla visitado varias veces, recorrimos acompañados de nuestros anfitriones las líneas de fabricación. Es allí que nos presentaron a la mujer que se ocupaba del análisis de los problemas técnicos en los motores.

Bonjour, messieurs nos saludó, con el velo cubriendo su cabello.

Nos llevó a su zona de trabajo y nos explicó con todo lujo de detalles la razón de nuestra visita. Con palabras claras e impecables argumentos técnicos. Sus compañeros danzaban alrededor pero era ella, la de menor rango en el escalafón, quien llevaba la voz cantante. 'Tú, trae esto', 'tú, busca el plano', 'tú, enséñales la pieza', 'tú, acompáñales a la máquina donde tenemos el problema'.

La resolución hecha mujer.

Nos despidieron, a la salida de la fábrica, todos los jefes. Todos hombres.

Felicidad

La felicidad se potencia diciéndotela.

Hay mañanas en las que ni el mundo se ha despertado y ya estoy haciéndome un café para preparar reuniones que sé que van a ser desagradables. Con la cafetera delante me planteo que estoy hasta los mismísimos de esos horarios cansinos, de toda una vida escuchando un despertador a horas inhumanas. 

Entonces miro mi casa y me digo, ¡qué chula! Y pienso en quien duerme a mi lado y me digo, ¡qué suerte! Hago un repaso de la gente que vamos a ver durante la semana y saco una sonrisa. Me acuerdo de mi novela a punto de salir, de la buena salud que tengo, de la que tiene mi familia, de lo emocionado que está Fran con su negocio, mis hermanas con el Pilates, mi sobrino con sus estudios de Informática, mi Betis con sus partidazos; los maravillosos amigos que tengo, la alegría de la ciudad en la que vivo, la buena vida que me proporciona mi empresa, los viajes programados, la dorada que nos comeremos esa noche, los paseos que nos daremos por los escaparates de París en Navidad...

La felicidad hay que contársela a uno mismo, porque a veces se nos olvida.