x

¿Quieres conocerme mejor? Visita ahora mi nueva web, que incluye todo el contenido de este blog y mucho más:

salvador-navarro.com

sábado, diciembre 31, 2022

Nexflit

Cuando quedamos con Iván, él nos pone al tanto, con su particular punto de vista, de cómo van las cosas por casa.

Los momentos más divertidos son cuando nos habla de su tía Mónica. Tan exagerada en sus gestos, Iván imita a mi hermana con devoción mientras se muere de la risa.

—No sabéis la última —nos dijo.

A Mónica siempre se le han atragantado un poco los idiomas. Pone letras de más, de menos o simplemente se las come.

—Cogió el mando inteligente de la tele —nos decía Iván— y gritó ¡Nexflit!

Con la t donde la x y la x donde la t.

—¡Esto no funciona, Iván! —Protestaba mi hermana.

Casi se hace pipí mi sobrino contándonoslo y ahora, Fran, cada vez que me pide que veamos una peli da el grito.

—¡¡¡Nexxxxxxflittttt!!!

Tanto es así que ya nos hacemos un lío al pronunciarlo. 

(Relato publicado con permiso de Mónica)

viernes, diciembre 30, 2022

Elegancia

La elegancia es mucho más que una forma de vestir o caminar.

Cuando se aplica a lo no tangible, se convierte en un atractivo de proporciones gigantescas.

La manera de criticar sin hacer daño, de mostrar afecto sin atosigar, de explicar sin levantar la voz convierten a una persona en una delicia que, en el caso de poseer el don de la bondad, debemos conservar a toda costa a nuestro lado.

Manejarse en las cosas del día a día con estilo no cuesta dinero, ni se aprende en los barrios altos. Requiere, eso sí, de la inteligencia suficiente como para saber cómo transitar por el mundo haciéndolo lo más amable posible.

Abuelo

A pesar de que, de vez en cuando, conseguimos que Iván se sumerja en alguna novela, él y su pandilla siguen llamando abuelo a Manu.

Abuelo porque, mientras ellos están jugando a la play, él se tumba en el sofá a leer, con 20 años.

Si le meto mano a un libro, pensarán, que no me vea nadie. No vayan a creer que me puedo divertir con una historia de tinta y papel.

No estoy para nada de acuerdo en que todo vaya a peor. El progreso nos hace la vida más fácil, seguro.

Eso no quita para que haya determinadas actividades que da miedo que se pierdan. 

Tomar un libro, tumbarse en un sofá y evadirte del mundo te hace más sabio, más divertido y más feliz. Trabajas la concentración, la capacidad de imaginar, de reflexionar, de empatizar con personas que nunca conocerás, de sentir historias que no llegarán a ocurrirte. Leer te prepara para la vida.

Manu se reirá, ausente, cuando le llamen abuelo.

Ellos se lo pierden.

miércoles, diciembre 28, 2022

Envejecer

Ni mucho menos todo es feo cuando se habla de envejecer.

Al hacerlo, ganamos en sabiduría, no tanto en una colección de conocimientos que se puedan listar, sino en la capacidad para saber distinguir lo superfluo de lo importante.

Una de las características más emotivas de cumplir años, es que también los cumplen los demás, y es precioso hacer este viaje acompañados. Cuando te ves tomando una cerveza con alguien con quien te la tomabas treinta años atrás y puedes desconcentrarte unos segundos de la conversación para visualizar sus arrugas, sus canas, tanto como para confirmar lo que nunca cambió, esa misma voz, la mueca al reírse, la peca de siempre.

Ver cómo nos hacemos mayores es más fácil cuando te reflejas en las miradas de los otros, que ven en ti, sin pensarlo, un colega fiel de aventuras, que les hace mucho más agradable este caminar sosegado del que desconocemos el final, porque quizás esa meta sea lo menos importante.

Humildad

Son muchos los que piensan que la humildad es cosa de tontos, pero yo estoy cada día más convencido que es más bien una actitud de listos, porque al humilde acaban abriéndosele todas las puertas, ya que no se dedica a aporrearlas sino a encontrar el momento adecuado para llamar.

Quien no pisotea con la energía de los invencibles acaba ganando la confianza de los que le rodean.

Y digo que es de listos porque se consigue mucho cuando se muestran las debilidades propias, cuando se usa la sinceridad como arma de comunicación y se ofrece la mano a quien lo necesita.

Al mostrarte desnudo de artificios, el otro empatiza contigo con facilidad.

Una persona que deja hablar, que reconoce errores, que opina sin tapujos, que actúa sin dobles intenciones acaba convirtiéndose en todo un lujo, humano, accesible y de fiar.

martes, diciembre 27, 2022

Escatimar

No hay que escatimar en pruebas de amor, cuando este existe.

No hay que medir ni regatear, porque llegarán las épocas más planas en las que no apetecerá más que tratar de mantenerte en pie y ya tendrás suficiente con seguir a flote.

Cuando se ve la posibilidad de hacer feliz a quien amas con una chorrada, hay que lanzarse a ello. Aunque sea prepararle los canelones que tanto le gustan, o recibirlo con su música favorita, o esperarlo en el coche a la vuelta del trabajo para llevarle a ese rincón de la sierra que siempre te nombra.

Si se te ocurre hoy, no lo dejes para mañana.

Porque no es cuestión solo de querer en lo más profundo, también es fundamental el demostrarlo, con todo lo reconfortante que es para la otra persona el sentirse amada. Saberse querido provoca bienestar, motiva profundamente, realinea las costillas y abre los pulmones. Todo lo que queremos para quien comparte la vida con nosotros.

Hoy cocino canelones.

lunes, diciembre 26, 2022

Normal

Cuánto daño ha hecho el adjetivo normal.

Asociado al concepto de 'lo más frecuente', ha conseguido estigmatizar muchas realidades paralelas, tan normales, por humanas, como cualquier otra.

Históricamente, se ha educado al zurdo para ser diestro, al homosexual para esconderse, al gordo para que muera a base de dietas, al noctámbulo para cambiar los hábitos, al solitario para que socialice, al inmigrante para que no se le note mucho...

Si juntamos a todos los que padecemos alguna "anormalidad", nos percatamos de que cualquier comportamiento o realidad humana que no haga daño al otro es normal de por sí.

Es más, una sociedad será más sana cuanto más realidades refleje, donde quepan todos, donde nadie pueda ser marginado por cómo vista, cómo coma, en qué crea, en qué lengua se exprese o con quién se acueste.

Cada vez que señalemos a alguien, lo estamos sacando del equipo con nuestro dedo acusador.

No hace mucho, en nuestra España había dirigentes que decían gobernar para la gente normal. ¡Qué dolor!

Aún hay políticos que lo pretenden. Les asusta la diversidad. Les asusta su propio país y la gente que lo compone. Sueñan con una nación de heterosexuales cristianos blancos castellanoparlantes, que es mucho más pequeña que el país que realmente somos.

Hay lugares del mundo donde lo normal se legisla por decreto y se convierten en una fábrica de crear personas infelices.

viernes, diciembre 23, 2022

Novela

Siempre me pasa lo mismo cuando me lanzo a escribir una novela, y ya van casi una decena.

Los comienzos son descorazonadores. Escribo, ideo, planifico, construyo escenas, invento personajes, imagino futuros, elaboro pasados que me agotan. Esa capacidad omnipotente de crear implica un desgaste emocional brutal en los primeros pasos. Cuanto menos avanzada está la historia más cuesta sentarse delante del papel en blanco. Todo parece flojo, poco creíble, deslavazado y encuentro mil excusas en la nevera, en youtube o en las calles de Sevilla para quitarme de en medio.

Necesito abroncarme a mí mismo para avanzar apenas unas líneas y me ofrezco la promesa de victorias pasadas para entrar en la dinámica del creador, porque me digo a mi yo escritor que ya fui capaz, que ya hubo quien se emocionó con esos mundos inventados, que por qué no va a volver a pasar con los que están aún por recrear.

Cada día que avanzo, por pequeños que sean los párrafos, más lleno los pulmones, menos tonta me parece la historia.

Estos días a Pablo lo tengo desbordado. Todos los personajes salen a su encuentro y él se encuentra vacío, poniendo malas caras que no van con él, saltando a la mínima, torciendo el gesto, no queriendo más que ir a casa a acostarse para no pensar. Porque de momento Pablo está en mí y tengo que conseguir que me dé una patada, se aleje y empiece a maquinar.

Preocupación

Siempre nos ronda una preocupación mayor, unitaria, absorbente, que pulula en nuestro cerebro hasta que viene a ser reemplazada por otra, que comienza el martilleo intermitente que corresponde a seres inseguros que no pueden controlar sus miedos.

Una enfermedad real o imaginaria, una incertidumbre económica, la inestabilidad en algún familiar, la relación con algún jefe en el trabajo. Algo hay, siempre, que actúa como antídoto de la felicidad para decirnos que ésta no es posible del todo.

Es complicado deshacerse de los miedos, pero hay que aprender a reírse de ellos. A llamarles pesados, aguafiestas, hijos de su madre, a dejarlos que nos amarguen un rato hasta cerrarles el grifo. 

No se puede pensar a cada minuto en que algún día nos vamos a morir.

jueves, diciembre 22, 2022

Consejos

Dar consejos es muy peligroso, porque te implica en las decisiones que tome la persona a la que quieres y sus fracasos te pueden volver en forma de bumerán.

Es mejor preguntar, poner el espejo a quien solicita tu ayuda y preguntar, una y otra vez, para que sea ella quien encuentre las respuestas, que el futuro lo decida sin muletas, que se explique a sí misma lo que es adecuado hacer o no.

Los humanos somos muy rápidos para reprochar y no tanto para agradecer, de ahí que mi postura no sea cobarde sino sensata, porque creo que la mejor forma de ayudar a alguien es escuchar, por encima de todo, escuchar, y cuestionar aquello que no entiendes, hacerle rememorar qué le hizo llegar hasta donde está, ponerle las gafas de aumento en el momento adecuado.

Evitar el decir 'yo haría esto', para acabar mejor diciendo '¿qué harías entonces tú?' 

Comporta

Con idea de entender su fama de lugar de moda, ayer nos adentramos, sin prisas, en Comporta. Es una experiencia inolvidable, sobre todo cuando empiezas la ruta tomando el ferry en Setúbal, para atravesar, por una carretera solitaria, la lengua de tierra que te lleva hacia el sur.

Comporta es verano. Así lo entendimos cuando nos encontramos con calles desiertas y negocios cerrados.

Fran, deseoso de entender la magia del lugar, fue colocando lugares conocidos en el GPS del coche para orientarnos por dónde estaría el núcleo del postureo en ese enclave más alejado del mar de lo que pensábamos.

Por fin lo encontró y vino a por mí, que andaba absorto en realizar fotos de esa ciudad fantasma.

Paseamos una calle llena de tiendas de decoración, restaurantes de diseño, supermercados pijos… 

En una cafetería había apenas una chica, con ropa de gasa y una suerte de turbante, sola entre las mesas, con un desayuno y un libro. Vio que yo la miraba y me sonrió.

Yo me hubiera cambiado por ella, un rato, ver la vida con la calma que da poderte tomar un café a media mañana con un libro en un pueblo soleado sin un alma. Ver la vida pasar así, tranquila, permitiéndote sonrisas con extraños, saboreando el café sin relojes a los que mirar.

Yo, de pronto, quise llevar turbante.

Ya conduciendo, camino del Algarve, se me heló la sangre.

¿Y si el turbante no era para presumir?

miércoles, diciembre 21, 2022

Cortinas

Las cortinas de la casa de mi abuela separaban dos mundos.

Recorrían todo el salón, inmenso cuando eres un crío, y dejaban tanto espacio libre hacia las ventanas, que los primos nos organizábamos una vida aparte por allí dentro, mientras los mayores, en esas eternas cenas de Nochebuena, iban aumentando los decibelios al mismo ritmo que el alcohol.

Por nuestro lado de las cortinas siempre había quien organizaba sesiones de teatro para representar a la abuela, algo que yo detestaba; por el otro lado mis tíos empezaban a contar chistes que no les daba tiempo a terminar, ahogados en su propia risa.

Yo pasaba al otro lado de esa gran tela blanca que definía la frontera de la infancia y me sentaba a escuchar a los mayores, sus batallas, los recuerdos, los tiros sin bala, la sensualidad de las historias a medio contar, mientras mis primos se afanaban en preparar una obra teatral que me resultaba ridícula.

De vez en cuando me asomaba hacia ese otro lado y me decía:

Yo debía estar ahí.

martes, diciembre 20, 2022

Colgar

Cuando pienso en el mal humor se me viene a la cabeza un señor que trabajaba a mi lado en París hace veinte años. Hacía recuento de todas las referencias de piezas que iban desapareciendo para Renault, por lo que la cantinela de números cantados en francés se llegaba a hacer insoportable, con una voz aguda, desagradable, agresiva. Una persona realmente amargada con su trabajo.

La cantinela de sus frases siempre iguales se me metía en la cabeza para no salir. 

Una mañana recibí una llamada de alguien con quien no quería hablar, no recuerdo quién era ni por qué, pero decidí no responder y que sonara los tonos que hiciera falta.

En ese momento, el hombre de la retahíla inagotable y voz chillona se acercó a mi mesa, tomó mi teléfono y lo colgó. Con brusquedad.

A mí me subió una rabia incontrolable por la garganta, pero no hice nada. Ese hombre malhumorado volvió a su silla y yo me quedé paralizado, enfurecido, violentado.

Al día siguiente vine con mil discursos acerca de la falta de educación que había supuesto su gesto, pero no llegué a hablar nunca con él de ese episodio.

Se quedó para siempre esa impotencia en mí, insana y perturbadora.

Oscuras

Hay tantas realidades oscuras de las que no puedo escribir, tantas situaciones por las que pasé que debo callar para mí, tantas confidencias que tienen que quedar selladas.

Para eso me sirve la ficción, para enfrentar realidades que escuecen y que no puedo reflejar en un texto personal para destapar perversiones, secretos u obsesiones que alguna vez compartí con alguien o que me hicieron plantear de qué voy por la vida.

Es bueno tener ese otro lado de la luna en cada uno de nosotros, ése que queda oculto siempre a pesar de que nos corroa por dentro.

Tenemos que aprender a convivir también con aquel que no nos gusta ser, con los miedos que no podemos contar.

Oportunidades

Soy un defensor de las segundas oportunidades, pero casi siempre me pego el batacazo.

Pero mira cómo se comportó contigo me dicen.

Yo respondo entonces que todo el mundo tiene derecho a meter la pata, aunque sea yo el perjudicado. Me llevo mal con eso de poner cruces y dejar de hablar a quien me hizo mal. Porque yo he sido el primero en estar desafortunado con gente a la que tengo cariño.

Así que persevero cuando pienso que las cosas se pueden reconducir, que ese mal gesto venía de una situación personal delicada, que esa mirada torcida no era sino una interpretación mía, que en verdad no me quiso herir.

Sí, me pego batacazos, y termino por reconocer que ese mal gesto era genuino, que me miró mal y que, sí, me quiso herir.

Pero hubo un día que acerté, que volvieron a mí con luz y yo estuve allí, con la puerta medio encajada.


sábado, diciembre 17, 2022

Regañinas

A vivir se aprende viviendo.

No valen las regañinas de los padres, ni las advertencias de los desenamorados, ni los dolores del enfermo mientras no te hayan dolido a ti.

Todo se descubre como en un túnel que va abriéndose a nuestro paso, que nos hace imaginar qué habrá allí, a lo lejos, qué será esa luz, de dónde vendrá ese ruido, por qué huele a lo que huele.

No. No vale que te lo cuenten. 

Tienes que sentirlo tú.

Y es maravilloso y dolorosísimo encontrar el amor, conocer la enfermedad, enfrentarte a los muertos, los tuyos, no los de los otros, disfruta r de tus logros, no el del héroe de esa película que acabas de ver.. 

De pronto una luz intensa alumbra el túnel y te das cuenta de lo impresionante que resulta vivir.

Terrorífico y maravilloso

Y te toca gestionarlo a ti. 

Y querrás advertirle a otros que por ahí te hiciste daño, que por allá se vive mejor, que cuidado con confiarse mucho, que mejor...

Y se caen donde caíste tú.

Y entonces miras hacia atrás y echas una sonrisa a tus padres, al desenamorado, al enfermo.

A ese amor que se fue. 

viernes, diciembre 16, 2022

Independencia

Yo, a veces, me independizaría de España, si no fuera porque la quiero tanto. Un país en eterna pelea consigo mismo, experto en buscar problemas donde no los hay y en dejar sin resolver aquéllos que sí nos desbordan. 

Tenemos tanto potencial, a nivel de talento, de pasión por la vida, de condiciones climáticas, de historia, mezcla de culturas, situación geográfica, referentes, belleza, saber vivir.

Nos tiramos los trastos a la cabeza por la mínima. Ya no es ser de izquierdas o derechas, de Madrid o Barcelona, es cuestión de querernos, de quererse, de ver que podríamos ser la envidia del planeta y no dejamos de ser uno más de entre otros tantos.

Dinero

Cómo se gasta el dinero define muy bien la forma que tiene una persona de entender la vida.

No hablo de generosidad o tacañería, que también, sino del valor que uno da a su mente, a su cuerpo, a su entorno, de cuánto piensa en el futuro y de qué forma se agarra al presente.

Yo me analizo y me veo en mi querencia por lo de ahora, mi desorden, mi amor por los míos, el despiste con mi futuro, la pasión por estar aquí y allá, mi preocupación por el mundo, mi espíritu impaciente, el ansia de cultura, la falta de previsión, las ganas de meterme en líos.

El dinero constriñe, coarta, condiciona, limita, envilece, angustia, desquicia, inquieta, destruye, pervierte, corrompe, segrega, enfrenta, desprecia, obsesiona, malmete.

No podemos alejarnos de él, porque nos da la vida. Así de duro, así de cruel. Nos obliga a posicionarnos, aunque queramos ignorar su existencia.

El dinero, además de gobernar nuestras vidas, nos delata.


Villaluenga

Llevábamos meses juntos, pero él vivía en Sevilla y yo en París.

Cada uno con nuestro trabajo, y nuestra vida, nos buscábamos cada fin de semana, aquí o allí, para estar juntos, con ese cosquilleo en la barriga que produce el enamoramiento.

Nos fuimos a celebrar Fin de Año con amigos a un pueblecito de la sierra de Cádiz, Villaluenga del Rosario, a una casa con chimenea, rodeada de un paisaje de ensueño.

Al día siguiente de las uvas, nos dimos un largo paseo Fran y yo por el monte. Yo no sabía cómo decirle lo que iba a decirle sin que se me pudiese criticar una palabra, porque moría de ganas de pedirle que se viniera a París a vivir conmigo. Comprometerlo implicaba que, si la cosa fuese mal, podría echarme en cara el haber puesto patas arriba su vida, sobre todo porque él tenía un trabajo fijo en una empresa que lo trataba muy bien.

—Fran —le vine a decir—, no quiero que veas en mis palabras otra cosa que amor, ni pienses que no tengo en cuenta los riesgos que supondría para ti, pero me encantaría que te vinieses a vivir a París conmigo.

Hace veinte años.

Y Fran me dijo que sí.

miércoles, diciembre 14, 2022

Vegano

Era un restaurante vegetariano y allí casi todos eran veganos, menos yo.

Estábamos convocados para comentar una magnífica novela de Susana Martín Gijón, Especie, que trata sobre ese mundo, el de la gente que no come ningún producto animal.

Al estar en su salsa, todos se aplaudían entre sí cuando reflexionaban en voz alta. 

Yo me permití opinar.

—Soy omnívoro —dije—, pero estoy dispuesto a que me convenzáis de que hay que comer menos carne. Por evitar la muerte de animales, por nuestra salud... Aunque sé que me gusta mucho como para abandonarla del todo. Las miradas eran poco amigables.

—No nos vale —decía la líder—. Hay que acabar radicalmente con el consumo animal.

—Pero, si conseguís convencer a un porcentaje de la población de las bondades del veganismo y reducimos un diez por ciento la matanza de animales, ¿no es también un reto motivador? Si reducimos un diez por ciento los mataderos, ¿no es una victoria importante para vosotros?

Todos negaban con la cabeza. O blanco o negro. No valían posicionamientos híbridos.

Me comí el menú vegano, riquísimo, pero sentí que estaba en un lugar aislado del mundo, con pocas ganas de convencer al resto de la humanidad, con argumentos suaves, de sus ideales.

La radicalidad, casi siempre, acaba destruyendo metas loables.

Mala

Cada cierto tiempo se cruza alguien muy malo en mi vida y salgo noqueado.

Por suerte pasan años entre un encuentro y otro, no llegan ni a la decena de personas, pero dejan el amargor equivalente a un centenar.

Nadie es perfecto, todos tenemos nuestros días insoportables, no hay quien no haga un feo de vez en cuando, nadie se libra.

La maldad es otra cosa, es como una verdad absoluta que distingues con lucidez, no admite dudas, es implacable, por mucho que se disfrace con sonrisas embaucadoras para entrar con más facilidad a destrozarte la vida.

Lo importante es descubrir cuanto antes ese olor fétido de lo endiablado, tomar rápido tu mochila y escapar.

Yo tuve que hacerlo hace unos días y aún no me llega la camisa al cuerpo.

Qué tristeza y qué horror.

Pudin

Si hay un recuerdo que tengo idealizado de mi infancia, ése es el pudin de pan que hacía mi madre.

Tras décadas sin tomarlo, aún puedo recrear en mi cerebro el sabor, la textura, el placer que me producía, la fiesta que yo le hacía cada vez que llegaba a casa y lo olía.

Llevo media vida preguntando a la gente si sabe hacer pudin de pan y, no es que nadie sepa hacerlo, sino que nadie conoce ese pastel de mis sueños.

Con un pensamiento romántico, evité buscarlo en internet o en un libro de recetas, quería que esa delicia me encontrase a mí.

La otra noche, mi hermana Raquel me envío una foto.

Te he hecho un pudin de pan, y sabe igual que el de mamá.

Muero de amor.

Huyendo

He estado leyendo 'Huyendo de mí' diez años después de publicarla.

Quiero que mi próxima novela la protagonice Pablo, secundario de lujo en dos de mis anteriores publicaciones. Es un personaje rico, al que quiero aún exprimir como al jugo de una granada.

Al sumergirme en la lectura de esa novela, que me abrió las puertas a una gran editorial, me percato de dos cosas: que no tengo memoria, ya que llego a sorprenderme con las cosas que les ocurren a mis personajes, y que me gusta lo que escribí.

Entré en ella con el miedo a que el tiempo la hubiese tratado mal, sin embargo la encontré defendible al cien por cien, cercana, con la dosis justa de suspense, humana; y la experiencia me ha servido como un revolcón de autoestima.

Y es que he conseguido escribir como lo que me gusta leer. 

En las formas y en el fondo. Con un lenguaje cercano y acerca de personas anónimas. 

Son muchas las veces al día en las que nos fragelamos y parece un delito decir que nos sentimos orgullosos de nosotros mismos.

Yo cerré el libro contento de haberlo escrito. Orgulloso. Feliz. Con ganas de darle nueva vida a Pablo y otra oportunidad a mí.

lunes, diciembre 12, 2022

Embadurnado

A la tristeza hay que mirarla de frente cuando viene a visitarnos; debemos sudar su presencia y entender las razones de su aparición, porque si echamos la vista hacia otro lado, ella nos embadurna con un aceite paralizante del que resulta difícil desprenderse.

No intentar buscar las razones de ese ataque de pesadumbre supone condenarse a que siga apareciendo, hasta acostumbrarnos a vivir con una eterna melancolía.

Me ocurre como tras las pesadillas. Me esfuerzo por recordar el mal sueño, para así entender bien mi angustia subconsciente. Una vez que doy con la escena que lo provocó, me dedico una sonrisa y empiezo el día con el ánimo despierto.

Si me entra una pena enorme al recordar a quien se fue, que me entra, le rindo el homenaje sincero de mis lágrimas y mi dolor, con calma, sin escondérmelo, apagando luces, dejando todo de lado, poniendo el corazón.

Cuando miras para otro lado por no querer sentir a esa tristeza que viene a verte, acabas por no saber para dónde mirar, porque la pena se instala por todos lados, se agarra aquí y allá y te secuestra.

Ingenieros

El mayor aprendizaje que me proporcionó mi carrera de Ingenieros no está relacionado con las materias que aprendí, sino con la forma de hacerlo.

Yo, que venía de ser número uno en clase hasta el bachillerato, empollón como el que más y alumno ejemplar, me enfrenté a un reto inaudito, empecé a suspender asignaturas, a tomarle miedo a los exámenes, a no entender determinadas formulaciones científicas.

Todo eso me vino muy bien, porque me obligó a concentrar mis esfuerzos en superar esa prueba y dejé de lado muchos come-comes propios de la juventud. Me hice un hombre fuerte, gané en confianza, me adapté al reto de no dar ningún problema por insuperable.

Tanto es así que, cuando vi me vi en la lista de aprobados de Mecánica de Fluidos, la más difícil de entre todas las materias, me mareé y casi caigo al suelo.

Honestamente, no recuerdo nada de aquellas ecuaciones complejísimas, solo sé que atravesar ese desafío con éxito me hizo comprobar que nada iba a frenarme.

domingo, diciembre 11, 2022

Aburridísimo

Ser inmortal sería aburridísimo.

Uno se acabaría cansando de todo, las manías de multiplicarían por cien, te daría tiempo a pelearte a muerte hasta con el mejor de los amigos, aborrecerías el helado de turrón.

Imaginar un espacio donde el tiempo no acabara sería agotador, un universo del que no pudieras escapar porque no hay salida posible.

Un mundo donde nunca te jubilarías, donde no te cuidarías porque nada te puede pasar, en el que daría pereza hacer, por los siglos de los siglos, rutinas parecidas.

El hecho de ser mortales marca bien los tiempos y nos obliga a estar despiertos, a valorar cada etapa de nuestra vida, a disfrutarla a sabiendas de que mañana ya no habrá vuelta atrás.

Mi pena de ser mortal la tiene mi espíritu curioso. ¿Qué será de este mundo cuando ya no pueda vivirlo?

viernes, diciembre 09, 2022

Gallardía

En una reunión diaria que yo pilotaba, con veinte participantes, un gran jefe me cortó la palabra cuando quise cerrar un tema y con malos modos me acusó de no querer tanto a la empresa como él.

La tensión subió al techo entre todos los presentes y yo me quedé callado hasta que terminamos.

Luego, en un aparte, y en petit comité, se me acercó para disculparse.

Lo siento, Salva. Nunca debí decir eso, porque además no lo pienso.

Yo le hice saber que no me servían las disculpas.

Solo me valdrán si las dices en el mismo foro.

Al día siguiente, en esa reunión, él me interrumpió nada más empezar para disculparse en público.

Las heridas, si se cierran mal, comienzan a infectarse.

Hoy mantenemos una relación cordial.

miércoles, diciembre 07, 2022

Encuentro

Cuando te encuentras a alguien que hace tiempo que no ves, no le hables del color de la última colcha que te has comprado.

Es de torpes.

Si a esa persona le tienes una pizca de cariño, haz por lanzar preguntas grandes, que abarquen su mundo, que le permita decirte cómo le trata la vida, que sirvan para volver a trazar un puente entre los dos, tal vez hasta que un largo tiempo después volváis a establecer esos pilares de quita y pon en un encuentro futuro.

A mí no me gusta la gente torpe, me da pereza, aquélla que no sabe entender cuándo corresponde hablar de cada cosa, que te explica como ha zurcido un calcetín cuando ni siquiera te acuerdas de su nombre.

Pedo

Volvíamos a casa en coche, de recogida.

Al llegar a la estrechísima calle Bailén tuvimos que frenar. Una pandilla de maduritos ocupaba la calle sin atender a las luces de nuestro coche, que les aparecían por detrás. Sin aspavientos ni bocinazos, esperamos con calma a que se echasen a un lado, aunque pronto nos dimos cuenta de que llevaban una buena cogorza encima. 

De buena apariencia, entendimos que habían empalmado una comida de navidad con unas copas de media tarde, así que nos relajamos para disfrutar de las caídas y tropezones, de cómo una agarraba a otro y éste se apoyaba en la pared.

Al conseguir, por fin, avanzar, nos dimos cuenta de que era gente conocida. Gente cercana con la que alguna vez hemos estado de copas. Yo bajé la ventanilla y los saludé.

Vaya pedo que lleváis les dije, con mi conocida inocencia, y a ellos se les cambió la cara.

Cerré la ventanilla y Fran me criticó.

Cómo se te ocurre decirles eso. Se han quedado cortados.

—Pero si ya nos habían visto —protesté—. ¿Qué les iba a decir? ¿Qué bonita está la noche...?

Hacer que miras para otro lado es peor que mirar de frente.

Wifi

Hace unos días, volando a Sevilla desde París, tuve la suerte de sentarme junto a una señora francesa y su hijo, un joven pianista de 30 años.

Estuvimos las dos horas charlando de nuestras vidas, de lo que podían visitar en Sevilla, de cómo los franceses ven a los españoles.

Tan delicioso fue que nos pasamos los teléfonos.

Para los que tenemos la suerte de viajar mucho, el progreso, sin embargo, no es siempre sinónimo de bienestar.

Viajar en tren se ha llegado a convertir en un suplicio por la mala educación de los viajeros que consideran que la tranquilidad de los otros no es una variable a tener en cuenta y se llevan trayectos enteros dando gritos a través de su teléfono móvil. 'A mí qué me importa el resto del vagón'.

Ahora anuncian que se va a integrar el wifi gratuito en los aviones y me pongo enfermo. Ni siquiera ese rato regalado de subir por encima de las nubes va a ser un refugio para escapar de charlas a grito pelado de gente que no ve más allá de sus narices.

Con lo bonito que es adormecerse con la cabeza apoyada en una ventana que te muestra la grandeza de la naturaleza, gracias al poder conquistado por el ser humano de asomarse a nuestro mundo desde arriba.

Con lo gratificante que es conocer a tu vecino de asiento, así, sin más.

Sabemos ya volar, que era lo más complicado, nos falta aprender a pensar en quien está a nuestro lado, que debería de ser lo más sencillo.

Acabaremos todos con auriculares, aislados, para no escuchar los gritos de los demás.

martes, diciembre 06, 2022

Severos

A veces juzgamos con severidad lo que, en cambio, nos perdonamos a nosotros mismos.

La llamada que no devuelves, la cita a la que no acudes, el saludo que no das encuentran la excusas apropiadas en ti, sin embargo, si son los otros los que no lo hicieron, haces por introducirlo en una lista negra de agravios que no hace más que aumentar.

Se ha viralizado una cultura del yo. Antes que nadie, yo. Y después, yo. Da igual que estés dando la tabarra una hora al teléfono sin pensar que a tu interlocutor no le interese en absoluto lo que le cuentas. Pero, ¡ay, si es el otro el que no para de hablar!

La mejor cultura del yo debe ser la de ponerse en la piel del otro, no hay mejor forma de cuidarse de uno mismo. De darse valor. De quererse.

Ratoncito

Los fines de semana, siempre se levanta antes que yo.

Mis horarios de trabajo son tan crueles que mi cuerpo se desparrama en la cama los días que no suena el despertador. 

Fran cierra las puertas de la habitación, se ducha, baja a comprarme el periódico, organiza la casa, va de un lado a otro sin hacer ruido, como un ratoncito.

Cuando, poco a poco, voy despertando, aguzo el oído para comprobar que está ahí, hasta dar con esas pisadas en calcetín que van de un lado al otro. Cada cierto tiempo se asoma a la habitación, abre con cuidado la puerta y me mira. Yo me hago el dormido y lo dejo continuar.

Sentir a mi ratón por la casa, protegiéndome, es de los momentos más bonitos del día.

domingo, diciembre 04, 2022

Ahogadilla

Le había hecho tanto daño en el pasado que no podía mentirle de nuevo.

Alejados durante años, sin hablarnos, contactamos por correo para darnos una oportunidad de ponernos al tanto de nuestras vidas. Ella había estado profundamente enamorada de mí y yo la quise con todo mi corazón.

Eran nuestros primeros años de universidad, para ella y para mí. Yo salía de copas los viernes por encontrarme con ella, con anteojeras para no querer ver lo que estaba escondido debajo de la alfombra. El alcohol nos llevaba a abrazarnos, los abrazos daban paso a los besos y luego nos metíamos las manos por debajo de la ropa. 

Yo siempre desaparecía y la volvía loca.

Me gusta hasta cuando te veo estudiar me decía ella, ante mi impotencia por decirle que mi cabeza era una explosión de contradicciones.

La relación, no podía ser de otra manera, terminó mal.

Muchísimos años después nos encontramos en la playa. Cada uno habíamos hecho un camino en la vida, los dos trabajábamos, a los dos nos había ido bien. Ella me habló de su amor, un bibliotecario de la facultad de Químicas. Yo no podía hablarle de nadie, porque no había nadie. Sólo sabía que no podía engañarle otra vez.

Nos tumbamos en la arena, nos bañamos, nos volvimos a tumbar, seguimos hablando de aquellos tiempos y nos volvíamos a tirar en las toallas. No encontraba el valor, el momento, la fortaleza para decirle lo que creí que ella sabría o podía imaginar.

Fue en el agua, que nos llegaba por la cintura. Decidí que sería justo tras darme el chapuzón. No había vuelta atrás. Así que me metí en el agua.

¿Sabes? Le pregunté al salir. Ya le dije a mi hermana Mónica que soy homosexual.

Ella se quedó callada y se fue a su toalla. Fue un rato largo, larguísimo sin hablar.

Hoy es mi mejor amiga.

viernes, diciembre 02, 2022

Realidad

Siempre importa menos la realidad real que la realidad propia.

A fin de cuentas, es el tamiz que uno pone el que consigue llevar a tu corazón aquello que tú ves, no lo que se supone que tienes que ver, de ahí que haya mucho 'loco' que es feliz, porque en su locura construye un mundo paralelo que no es menos cierto que el mundo real, porque es el que él vive.

La libertad no es sólo decir o hacer lo que a uno le venga en gana, es también ver el espacio que nos rodea con las gafas que queramos utilizar.

A mí me da igual que me digan que de eso no me puedo reír o que ese tío es un impresentable, mientras no lo vea yo.

No quiero que me teledirijan hacia una realidad deformada, que quizás sea la real, pero que yo consigo enderezar con mi capacidad para ver el mundo que yo deseo.

jueves, diciembre 01, 2022

Edad

De pronto veo a gente que tiene mi edad y me asusto.

¿Tan viejo soy?

Más que el espejo del baño, en el que estoy acostumbrado a observarme, y a perdonarme, es el reflejo en aquellos que nacieron cuando yo lo hice la verdadera medida de lo que soy, de la vida recorrida y aquella por encarar.

Llego a un período de mi vida en el que casi todos los que están en el candelero, artistas, políticos, tertulianos son más jóvenes que yo.

Al menos, cuando llego a los bares con Fran, aún nos dicen...

¿Qué os pongo de beber, chicos?

Y me tomo una cerveza con la alegría de quien se siente encantado dentro de su piel.

Burdeos

Pasábamos unos días en Donosti con Raquel e Iván y se nos ocurrió ir a Burdeos, ciudad elegantísima donde las haya.

Mi hermana y mi sobrino no la conocían, así que nos plantamos allí, en uno de esos viajes imprevistos que nos gusta organizar sobre la marcha. 

Fran, apasionado de todo lo que tenga que ver con la decoración, descubrió una calle, en el barrio marroquí, plagada de tenderetes de artesanía. 

Se enamoró de una vajilla y, cuando ya nos volvíamos para España, nos acercamos con el coche para cargarla. Yo quedé a la espera, aparcado en segunda fila, por lo que no pude escuchar que la bolsa tenía las asas muy frágiles. 

Varios días después llegamos a Sevilla, con la obsesión en Fran de atravesar con cuidado cada pequeño bache en la carretera para no dañar los platos, que a mí me tocó subir a casa. 

Justo cuando iba a depositarlos en el suelo de la cocina, las asas se rompieron.

Hay tardes en las que me tomo unos cereales con leche en un bol de Burdeos, la única pieza que sobrevivió, entonces se me viene a la cabeza la cara de Fran cuando subió y me pongo colorado.