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sábado, enero 29, 2022

Respibién

¿Qué te pasa?

Tengo la nariz taponada.

Acabábamos de llegar de viaje y caímos del tirón en la cama, sin tan siquiera cenar. Me desperté en medio de la noche con la boca seca por la dificultad de respirar.

Te traigo el Respibién.

Fran, dormido, se levantó para buscarlo, tropezó con la maleta a medio abrir, lo escuché en la oscuridad trastear con el botiquín en la cocina.

Yo, de sueño profundo, nunca me habría dado cuenta de que él no durmiese. 

Aquí está. —Me puso el botecito en la mano con un beso en la frente.

El alivio fue inmediato y retomé el sueño como el niño que soy cuando duermo, agarrado a la persona que me quiere, que me cuida, que me muestra con detalles pequeños la de cosas grandes que está dispuesto a hacer por mí.


jueves, enero 27, 2022

Resbalar

Me resultan poco atractivas las personas a las que todo le resbala.

Salvo en situaciones límite, siempre hay donde encontrar puntos de luz, gente válida y causas por las que luchar. Diría que incluso en el lecho de muerte, porque si te ha importado el mundo, si lo has disfrutado, en tu generosidad está querer que aquéllos a quienes has querido lo disfruten.

Queda moderno. Queda fuerte. Arroja personalidad. 'Yo paso de todo'.

Parece que quien lo dijera estuviera curado de todo espanto y por encima del bien y del mal. Suficientemente vivido como para pensar que ya no tiene nada que aprender de nadie ni ganas de compartir preocupaciones.

No todo puede darnos igual, porque en ese momento nos habremos convertido en alguien insustancial que, a fuerza de pasar de todo, comienza a dar igual a los demás.

Amistad

Hay cosas que son de Primero de amistad.

Se descuida con facilidad lo que son comportamientos básicos respecto a la gente que decimos querer y ponemos el grito en el cielo cuando no nos corresponden.

No se estudia en la escuela, pero debemos saber identificar cuáles son los momentos en los que tenemos que estar ahí. Sí o sí. 

El mejor método es ponerse en la piel de aquél a quien dices bien querer y plantearte hasta qué punto necesitarías, en esas situaciones, tener a tu amigo a tu lado.

¡Pues hay que estar ahí!

La vida no tiene libro de instrucciones, sino que viene con un libro en blanco y un boli con los que tú debes escribirte lo fundamental que nunca debes olvidar.

Hay quien utiliza esa libreta nada más que para anotar reproches a los demás. Ninguno a sí mismo.

Así les va.

Ataques

Hay tardes invernales de luces apagadas en las que me envuelve un escalofrío de pensar que todo se repite.

Te coge a traición esa sensación de haberlo vivido ya todo que dura apenas un instante, pero que se queda agarrada en las tripas para preguntarte ¿cómo se frena esto?

Hay amaneceres a oscuras, de edredón y sueño profundo, en los que la alarma del despertador te grita que hay que trabajar un día más. Otro más. El cuerpo se une a tu mente, cómplices los dos, para protestar en silencio y yo, que soy generoso, les concedo unos minutos para que se desenreden de la desmotivación que, puñetera, ataca cuando menos te lo esperas.

Son instantes preciosos de intimidad en los que tu yo más profundo se pregunta el por qué de las cosas, con dolor, con pereza, con desconfianza, para que busques en ti ese café con tu amigo, ese beso al despertar, esa novela en la mesilla de noche, ese fin de semana en familia que te demuestra que sí, que te apetece seguir.

Las sonrisas que se trabajan son las que más nos reconfortan.




martes, enero 25, 2022

Zapatería

Él aparecía firme en la puerta de su zapatería verde. Sonriente.

Pude observarlo unos minutos porque el tráfico no nos dejaba avanzar. La carretera entre Yakarta y el sur de la isla de Java era un absoluto caos de motocicletas, peatones y bicicletas en un desorden incomprensible para un occidental.

Nos ofrecían todo tipo de comida en cuanto el coche se frenaba. Se asomaban por la ventana, miraban nuestras caras de grandes narices y gritaban en voz alta por ver si así nos enterábamos de su indonesio.

No hubo, durante ciento y pico kilómetros, ni un solo momento en el que la carretera quedase libre de viviendas y comercios en sus márgenes. Construcciones de ínfima calidad, asimétricas, sin pintar, muchas sin ventanas, agolpadas unas junto a otras, con muchos ojos mirando desde todos lados.

Escapábamos el fin de semana hacia playas de arena blanca tras casi un mes de trabajo por tierras asiáticas y ese mogollón se nos hacía tan vistoso como agobiante.

Entonces apareció esa zapatería verde. Impecable. Limpia. Reluciente en medio de ese marasmo. Con su dueño, joven, vestido como un pincel, en la puerta.

Hice una foto que perdí, como perdí tantas otras imágenes que en su momento me hicieron comprender la inmensidad del planeta Tierra y el enorme potencial que se esconde en personas que, en cualquier rincón de nuestro mundo, mueren de ganas por ser algo más de lo que se supone que les tocaba ser.

Muero con la gente que lucha por sus sueños.

lunes, enero 24, 2022

América

No envidio el modo de vida americano.

Son infinitas las referencias de Estados Unidos que me conmueven, comenzando por mi amada ciudad de Nueva York, a la que siempre tengo ansias por volver. Paul Auster, John Irving, Patricia Highsmith, Philip Roth, escritores que me han marcado de por vida. O cineastas, cantantes, filósofos, actores, películas, libros, modas, propuestas, paisajes, musicales que se han metido para siempre en mis venas y forman parte de quien soy yo.

Toda esa admiración no se transforma en envidia, porque no quiero ser de allí. No me gusta no estar protegido por un seguro sanitario, no me gusta tener que ser fuerte para vivir, no quiero vivir en un país para el que sólo soy válido si soy productivo, porque me gusta pensar que algún día puedo caer y no levantarme, aunque a mi edad no haya tenido que pasar por ningún período de convalecencia ni mis ánimos se hayan visto destrozados hasta el punto de no querer vivir.

Me asusta una sociedad tan individualista, tan de los fuertes.

Yo, que soy fuerte, presumo de ser europeo. Quiero, con todos los defectos que pueda tener nuestra sociedad, vivir aquí.

Quiero pensar que un día seré débil y alguien anónimo tomará mi mano porque el sistema social en el que vivo me permite desfallecer.

Fracasos

La historia de cada uno está lleno de fracasos que hay que asumir

No admitir esos desengaños es pudrirte por dentro y la podredumbre tiende a extenderse en cuanto uno se despista.

¡Todo el mundo me dice lo mismo!

Yo no hacía más que intentar aclararle que la médico no le había encontrado nada grave, que tenía que hacer un esfuerzo por levantarse de la cama. Moverse.

Cada pregunta, cada ofrecimiento, cada palabra de aliento se volvía contra mí, porque Antonio no quiere vivir, no quiere abandonar una cama en una habitación fría y húmeda como la muerte. Lleva meses prostrado y yo no saco ni una triste anécdota de su pasado, aunque me documente sobre la época en que era joven y le pregunte por sucesos que ocurrieron por entonces.

Que te he dicho que no me acuerdo.

La química, si la hubo, se rompió hace semanas. Cada vez que lo llamo me dice que está peor. Cada vez que lo visito siento que molesto.

Podría escribir sobre eso, sobre como una persona terriblemente sola se deja morir poco a poco, pero no me ofrecieron este proyecto para describir cómo Antonio se apaga.

Salva, déjalo. No ha salido bien. No te agobies. Hay una señora de ochenta años, actriz, que vive en la calle Feria y está deseando relatarte su historia.

Yo iré, claro que iré, con mi libreta. Escucharé con atención cómo fue su vida, a apenas cien metros de la cama, helada, de un Antonio al que llegué tarde.

domingo, enero 23, 2022

Brillo

Por su edad, por la forma de actuar y por el brillo en sus ojos, debía ser uno de sus primeros días de trabajo en su vida.

Nos sirvió un plato y nos lo explicó.

La corvina estaba impresionante le comenté.

Él agradeció mi frase e hizo una reverencia casi oriental al comentarnos en qué consistía lo próximo que íbamos a comer.

Es emocionante ver a chavales gente con ganas de trabajar, de hacerlo bien, con humildad y profesionalidad. La pena es las malas condiciones con las que les ha tocado apechugar en esta generación de salarios bajos y temporales.

Tal vez este chico esté trabajando en el restaurante para pagarse sus estudios, o quizás quiere hacer una carrera profesional en la hostelería, o tal vez no tenga aún claro qué hacer con tu vida.

Lo hermoso es el brillo en sus ojos.

Caídas

Estábamos en nuestro restaurante preferido de la ciudad belga de Gante.

Yo me di un leñazo contra el suelo que aún me duele.

Cenábamos Fran, mi sobrino Iván, mi hermana Raquel y yo. Había ido al servicio y paseaba maravillado por la estructura de metales, cristales y maderas del Pakhuis. Despistado como soy, no vi una tarima y me di el batacazo de mi vida. Despierto como es Fran, me vio desde diez metros de distancia y se murió de la risa.

Aun hoy en día nombramos Gante y se desternilla.

Yo soy un especialista en caídas espectaculares, porque estoy en la luna de Valencia. 

He tenido la suerte de que en muchas de mi caídas y chocazos contra farolas no había nadie mirando, pero cuando esto ocurre no puedo sino reírme de mí mismo y anotarlo en el listado de esos momentos que quedan para siempre en la retina de lo feliz que he sido.

Mente

Lo maravilloso de nuestra mente es que podemos pasar de la melancolía a la diversión en décimas de segundo.

Se puede escribir de tu miedo a una enfermedad, de lo que te gusta preparar canelones o de tu inolvidable visita a Cuenca sin que ninguno de esos temas tengan que definirte por completo. Nuestra capacidad de reflexionar, argumentar, hablar o sentir tiene infinitos matices y ésa es la grandeza del ser humano. La posibilidad de viajar por mundos diversos sin moverte del sofá.

El problema es cuando se pierde la flexibilidad para movernos de un lado a otro y chocamos cien veces con el mismo pensamiento repetitivo. Ese dolor que vuelve una y otra vez, esa tristeza que nos invade, esa paranoia con el trabajo, ese terror a la soledad. 

Cuando se deja de controlar la capacidad de asomarse a distintos mundos, de equilibrar las preocupaciones con las ilusiones, es entonces cuando debemos levantar la mano y pedir ayuda para volver a tener control sobre nuestra mente.

Hay expertos que saben cómo engrasarte de nuevo los mandos.

sábado, enero 22, 2022

Díselo

Cuando pienses bien de alguien, díselo... porque luego se te olvida.

No hay que retener nunca los halagos, contemporizar con ellos ni distribuirlos en el tiempo.

Hay que soltarlos sin estrategias, del tirón, dejando de lado pudores ni esperando nada del otro.

Los más eficaces son aquéllos que nacen a partir de una cualidad muy específica de esa persona de la que te acuerdas, de algo concreto que dijo, que hizo, que propuso, de aquella risa que te sacó.

-Me encanta cómo cuentas las cosas -me dijo un día Anchoa, mi entrenador de remo.

Fue el primer recuerdo que tengo de mi afición por escribir.

Dile a él qué bien le salen los garbanzos, dile a ella lo bonita que es su voz. Diles que te entra un cosquilleo por la barriga cuando ves el cuadro que te regalaron, la foto que te hicieron, cuando recuerdas el paseo que os disteis. Dile qué bien le quedan esos pantalones, lo bien que huele, lo rápido que es mentalmente, lo divertida que es hablando de su trabajo, lo orgulloso que estás de ser su amigo, las ganas que tienes siempre de volver a verle.

Si te viene alguien a la cabeza, envíale un corazón por wasap. No esperes a la noche, ni a mañana. Envía el corazón.

Todo lo que no se da, se pierde.

Se pierde para siempre.

Diferido

Hay gente que disfruta en diferido.

Viajas con ellos y ya desde la misma preparación de la excursión están planteando problemas. Que si son muchos días, que si va a salir muy caro, que si no pueden dejar a los gatos con nadie, que eso está muy lejos.

Se les hace un mundo salir de su agujero.

Luego, en cuanto llegamos al destino, todo se convierte en una odisea. Pero mira qué cosas se comen aquí, la ventolera que hace, lo mal que se duerme en esta cama.

¿Por qué no adelantamos la vuelta?

Pasado el tiempo son estas mismas personas las que te recuerdan, con frecuencia, lo feliz que fuimos en esos días.

jueves, enero 20, 2022

Espalda

Nos recreamos en el dolor de espalda y no en la espalda sin dolor.

Ésa es una de las dificultades para ser feliz, que tendemos a la queja de lo que no va y a no maravillarnos con todo lo que rueda redondo, que son tantas cosas...

Es un ejercicio que se podría entrenar, aprender a base de práctica, del que incluso puedo imaginar tácticas para provocarlo.

Ponerse alarmas de felicidad en el móvil, con alguna musiquilla alegre. Programar de forma aleatoria esos soniquetes para que ataquen en el momento más inesperado y te hagan pensar, como los perros de Paulov, qué hay de hermoso en ti justo en ese momento en que la música suena.

Llenar los pulmones y decir.

¡Ole yo!

Ganador

Salgo siempre ganando al llevarme bien con la gente que me cae mal.

Es una técnica sencilla que funciona de maravilla contra los entripados, porque al establecer cierta fluidez en tu comunicación con esas personas que te resultan odiosas acabas por no pensar en ellos ni dedicarle dos minutos a maldecirlos.

Incluso las sonrisas salen fáciles cuando hablo con ellos, ya que sólo los trato porque no tengo más remedio, bien porque sean de la familia, del trabajo o amigos de Fran. Hay que apechugar con esa gente que tiene más tontería que un mueble-bar, que se creen graciosos, que tienen el ego por las nubes y se vanaglorian de ser como son.

Yo les sonrío, incluso les acaricio la espalda. Pongo cara de interesante cuando los escucho y les digo que tengo prisa.

Justo ahora me están esperando.

Mostrar mosqueo, incomodidad o alguna señal de debilidad es hacerles el juego.

Cuidado si te acaricio el lomo.

miércoles, enero 19, 2022

Tres

Llevo años escribiendo cada día a las cinco de la tarde sobre apenas tres cosas básicas: el ser humano, el paso del tiempo y el amor.

Combinando la abundancia o escasez de cada una de ellas en volúmenes precisos, con el cuidado de un alquimista, llego a hablar de todo. 

Las grandezas y miserias del hombre, el pasado, el presente y el futuro y la proporción determinada de emoción. Así de simple.

Hay días en los que mi mente se queda ausente, relajada, perezosa y entonces pongo a girar la ruleta de los tres elementos. Me voy al pasado, me acuerdo de alguien y activo mis sentimientos hacia esa persona, lo que me permite regalarme un relato acerca de la traición que sufrí, el beso que me dieron o la belleza de la infancia asomado a la cocina de mi abuela. Otras veces giro las manecillas del reloj hacia el futuro, reúno a una sociedad imaginada y la pongo en la tesitura de elegir ante un conflicto esencial, ¿qué harían si se les apareciera...? Empiezo entonces a divagar, con el gustillo que da construir teorías sobre lo que seremos.

Hay momentos tontos, en cambio, en los que paro el reloj en el presente, me miro a mí mismo y me pregunto qué hago yo escribiéndote a ti.

¿Será que busco mi dosis diaria de tu amor?

domingo, enero 16, 2022

Duda

Vivimos en una sociedad tan radicalizada que tienes que estar en un bando o en otro.

No hablo de política, sino de cualquier materia que salga a la luz.

Tienes que posicionarte.

Yo reivindico el derecho a la duda. 

Si bien tengo muy claros mi principios básicos de comportamiento, muy ligados a los compromisos de justicia social, hay mil asuntos sobre los que tengo más preguntas que respuestas. Cuestiones sobre las que puedo dar parte de razón al que argumenta en un sentido y al que lo hace en el contrario.

El mundo va tan deprisa que no llego a alcanzar los beneficios o las desventajas de determinados avances tecnológicos, de la relación del ser humano con ellos, del uso que hacemos de las nuevas formas de trabajo, de relación, de cómo se enfocan los retos de la humanidad, de la importancia de actuar en un sentido o en otro respecto a la nutrición, de cómo debería atacarse el cambio climático, del papel de Europa en el mundo, del futuro del negocio editorial, del enfoque que debe darse a la educación de nuestros jóvenes.

¡No sé pronunciarme sobre tantos asuntos!

Me gusta, en cierto modo, que sea así. Me asustan las certezas absolutas.

Futuro

Tengo una edad en la que a los padres de mis amigos se les entierra, o se les va la cabeza, o se vuelven dependientes, o viven una tranquila vejez.

Tenemos la ventaja, o no, de conocer nuestro futuro en los viejos a los que queremos, porque conforme te acercas a esos paisajes te das cuenta de las escenas que nos esperan y suspiras por quedar encuadrado entre aquéllos que transitan esos espacios con la calma de los tiempos dulces en los que el pasado, enorme, se merienda a un futuro cada vez más pequeñillo.

La vida, sin embargo, es azarosa. Te llevará por donde quiera y todas tus coherencias, las expectativas, el sueño de lo quisieras ser se verá desarbolado por la fuerza y los remolinos con los que llegue la marea.

Sólo podemos hacer lo que mejor sabemos. Vivir ahora con todo el corazón posible.

Influencia

Cuando dos personas que se quieren discuten, se influyen irremediablemente el uno al otro.

Tú crees haber vencido, pero te quedas rumiando acerca de aquello que te acaban de argumentar, qué punto de razón hay en esa persona que respetas. Y algo hay. Siempre hay algo.

Tengo la íntima sensación de que mi vida se ha ido enriqueciendo, en lo que a mi entorno se refiere, a lo largo de los años. Es algo que me he currado, porque he sido siempre muy vivo y he sabido apreciar lo que uno gana cuando se rodea de gente valiosa.

Lo fácil es dejarse ir, cuidar a tus amigos de siempre y aferrarte a las rutinas que te producen bienestar.

A mí no me basta. Yo quiero avanzar, introducir a gente que me enseñe, encontrar nuevos afectos, disfrutar de otras opiniones.

Si me hubieran explicado hace treinta años lo feliz que iba a llegar a ser, no me lo habría creído.

Vivo con gente que me ilumina a diario.

viernes, enero 14, 2022

Despiste

Lavarme los dientes con crema de afeitar, echarme un jarabe digestivo para aceitarme la barba o llenar el cubo de la fregona con un líquido limpiacristales es parte de mi rutina.

Ya que no soy gracioso, me gusta esa toque payaso en mí que sale de forma involuntaria.

Soy el despiste en persona.

Vive en los mundos de Yupi —comenta Fran, con razón.

Sí, me gusta vivir allí.

Desde que me compré el nuevo ordenador, con pantalla grande para diseñar mis vídeos y escribir a pleno pulmón, llevo viviendo en una burbuja dentro de mi ciudad. Al teletrabajar la mayor parte de los días, mis colegas de otros países se interesan por el tiempo que hace en mi ciudad. Yo lo miraba en la barra inferior de mi ordenador y me sorprendía de lo fresquito que se estaba en la calle algunos días.

Pues hoy está nublado y hace diez grados.

Yo me asomaba a la ventana y no veía muchas nubes, pero tampoco le daba importancia. "Será un claro puntual".

Hasta que hace unos días volvieron a preguntarme y caían chuzos de punta. En mi ordenador. El sol resplandecía fuera. 

Así que abrí el icono del tiempo y comprobé que, desde hace dos años, estaba dando el tiempo de Baracaldo.

jueves, enero 13, 2022

Fiarse

Hay gente de la que no me fío un pelo.

Y son personas cercanas, con las que me divierto, a las que admiro en diferentes facetas de sus vidas, a las que quiero.

Pero no me fío.

Tal vez no me la hayan jugado nunca, ni hayan hablado mal de mí a mis espaldas, ni me harían ningún daño si les conviniese. Es posible incluso que presuman de mí.

De hecho yo presumo de tener a mi alrededor gente brillante, de la que me alimento, en la que pienso, a la que respeto, con quienes empatizo.

Sin embargo sé, en lo más profundo, hacer un reparto claro a los dos lados de la barrera. Sé, con nombres y apellidos, quiénes estarían en ese espacio que huele a fresco, donde luce el sol y en el que no me hace nunca falta mirar a mis espaldas.

Y quiénes no.


viernes, enero 07, 2022

Maru

Quiero escribir sobre Maru.

A día de hoy esa mujer no existe. No le veo aún la cara. La tengo que inventar hasta hacerla de carne y hueso.

A Maru se le están yendo los niños de casa, se le acaba de prejubilar el marido y busca un nuevo territorio en el que moverse. Necesita respirar.

Mira a su alrededor, ve lo que ha construido y se pregunta, ¿cuánto de eso ha ido para mí?

No es especialmente buena ni mala, al menos aún no lo he descubierto. Sólo sé que quiere vivir.

Para descubrir cuál es su verdadera naturaleza la voy a someter a una prueba complicada. Voy a hacer que se le cruce una persona muy luminosa por sus narices y observaré cómo reacciona. Hasta qué punto es valiente, cómo de bien entiende la vida.

Es excitante, mucho, comenzar una nueva novela.

Siesta

Cuando puedo dormir una siesta me gusta hacerlo con las ventanas bien abiertas a la luz.

Que incluso me moleste el sol.

Ese placer de ir cayendo poco a poco mientras suena el soniquete del telediario y empiezas a meter las noticias en tus sueños, de forma que cuando llega el hombre del tiempo ya tú estás regulando el termostato a los grados que él te dice desde el otro lado del espejo.

Una siesta con luz es un viaje diferente al de la noche, porque hay un factor externo, determinante, que une el mundo real con el onírico, la cambiante luminosidad que atraviesa los cristales.

En los días tranquilos del fin de semana Fran me pide una siesta de cama y persianas echadas, pero yo me agarro a mi sofá, a una tele parlanchina y a ese dulce transcurrir de la tarde con olores a café.

Impostado

Donde hay algo impostado, hay algo chungo.

Incluso cuando se hace para superar un complejo o por conseguir alguna meta, no es sano aparentar ser lo que no eres. Con el tiempo puedes llegar a creer que te has transformado, pero vives en una cuerda floja.

Impostar es algo muy diferente de progresar, puedes ir educando sonidos, posturas, reflejos o inercias que te pueden hacer mejorar la imagen, pero montar una vida en torno a lo que tú querrías ser es engañarte a ti mismo.

Se me vienen a la cabeza personas cercanas que son así. Impostadas.

-¡Jojojo!

Fuerzan risas de Papá Noël y tienen las bases de arenilla, frágiles ante el mínimo vendaval. 

En muchas ocasiones no son sino víctimas de esta sociedad perfeccionista que sólo admira a personajes fuertes, sin saber que nuestra fortaleza no está sino en mostrarnos como realmente somos.

jueves, enero 06, 2022

Tontos

Nunca me llevé bien con los días tontos.

Mis ansias de movimiento provocan que no simpatice con los días parados, aquéllos en los que voy de la cama al sofá y del sofá a la nevera, sin ganas de leer, escribir, entrenar o hablar de nada.

Tengo que aprender a gestionarlos, porque es muy probable que esos días no sean sino una huelga encubierta de mi cuerpo para decirme: 'para ya, que me tienes harto'.

Yo saco mi arsenal de argumentos para protegerme del mal rollo que me produce el no hacer nada, especialista como soy en rellenar cada hueco de mi reloj con un plan definido.

Hace unas semanas me decía mi fisioterapeuta:

Tienes la espalda como una piedra. Debes parar.

Sí, y mi cuerpo lo escucha y organiza estos días tediosos sin consultarme, en los que atravesar el salón se me antoja como una maratón y sólo quiero tener los pies en alto.

Importante

No hay momento en el que me sienta más importante que cuando Fran busca mis pies bajo las sábanas en mitad de la noche.

Si Descartes decía eso de 'pienso, luego existo', yo me digo 'porque Fran busca mis pies, existo'.

Ocurre muchas noches, tal vez todas. Yo me muevo de un lado a otro y es en ese instante preciso, de íntima conexión entre la oscuridad de nuestra habitación y mis sueños, cuando siento que sus pies buscan a los míos, tan sólo para unirlos y seguir durmiendo.

Entonces vuelve la respiración acompasada entre los dos y regreso a mi otro mundo, allí donde es seguro que mi otro yo se habrá percatado de que entro con nuevas energías para arreglar entuertos.

Esa íntima sensación de sentirte deseado, protegido y amado que dan los pequeños gestos.


miércoles, enero 05, 2022

Seguridad

El otro día piropeaba a mi amigo Enrique por su capacidad para transmitir seguridad.

Lo da la profesión me respondió.

Él es médico de urgencias.

El ochenta por ciento de las cualidades de esta profesión es mostrar aplomo, aunque te invadan las dudas en momentos críticos. El paciente no las puede ver.

Yo aprendí a actuar con determinación durante los años en los que fui responsable de calidad de la fábrica de Renault en Sevilla. Vi pasar varios directores, algunos sin los conocimientos previos necesarios sobre el producto que fabricábamos. Cuando ocurría algún incidente importante yo subía a su despacho para explicarlo. 

Era imprescindible mostrar dominio sobre la situación. Ellos analizaban cada gesto en mí.

Salva me dijo uno de ellos, si a ti te temblase la voz a mí me temblaría el cuerpo entero.

martes, enero 04, 2022

Disposición

Muchas veces es cuestión de disposición.

De querer ver los defectos o las virtudes.

A mí me salva que tiendo a buscar lo bueno de las cosas, sin por ello asumir que nada sea perfecto, porque entiendo que hay una parte importante en nosotros a la hora de construir el relato de lo que nos rodea. Tal vez la parte más crucial, el intérprete que pone palabras a los hechos está en nuestra cabeza.

Todo pasa por el tamiz de nuestro cerebro, nada llega a nosotros que no sea a través de él. Lo que vemos, lo que sentimos, lo que tocamos. Y es ahí, en nuestra computadora central, donde elaboramos la síntesis de todo lo percibido y nos lo contamos, con palabras. Sí, no sabemos pensar si no es con nuestro lenguaje. Es por eso que es tan importante que incorporemos un filtro inteligente que nos ayude a vivir mejor, un filtro que potencie los colores que nos agradan y matice los que nos disgustan.

Yo puedo ver una magnífica catedral y fijarme en la lata que está tirada en el suelo, en la caca del perro que no han recogido o deleitarme con el espléndido rosetón de su fachada principal.

No hay mundos perfectos.

lunes, enero 03, 2022

Incómodo

Tener que llenar los silencios en una conversación es incomodísimo.

Buscar temas socorridos, tratar de mostrar interés, mirar fijo a los ojos cuando te da realmente igual lo que te cuenten.

Son momentos que no se pueden evitar, hay muchas situaciones en las que no controlamos a nuestros interlocutores y nos vemos necesitados de recurrir a lugares comunes para intentar romper barreras que tampoco van a llevarnos a ningún lado en la mayoría de los casos.

A mí me gustaría ensayar más esos momentos, tener más recursos, ganar en naturalidad, saber cómo dirigirme a personas a las que es probable que no vaya a volver a ver en mi vida, sin necesidad de parecer hipócrita, frío o ausente.

Un silencio compartido es la mejor señal de confianza entre dos personas.