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domingo, noviembre 29, 2020

Objetivo

Nunca debe ser uno todo lo que quería ser.

Lo hermoso y aterrador de la vida es que ésta siempre quiere más. No hay objetivo que la sacie, porque se lo traga del tirón y pide algo más sabroso aún.

De ahí que sea fundamental el establecer varias líneas de progreso en tu visión a medio plazo de tus sueños. 

Si echas toda la fuerza de tu ilusión en promocionar en el trabajo llegará un momento en que no podrás avanzar más y se te vendrá el mundo encima. Si toda tu ilusión es ganar un campeonato deportivo, llegará el día en que comprenderás que ya no hay campeonatos en los que participar.

Me gusta la gente que se diversifica, que toca muchos palos, que tiene grupos de amigos diferentes, que muere con aficiones alejadas entre sí.

Apagar el despertador cada día se hace muy cuesta arriba cuando no hay dos o tres metas claras que te motiven a saltar de la cama. Metas que nadie viene a poner por ti. Proyectos que hay que trabajar desde el interior. Adaptados a tu edad, a tus capacidades, a tu economía, a tus tiempos; pero sobre todo a tus ilusiones.

Recuerdo que mi padre, ya muy mayor, se llevaba las tardes organizando en cuadernos la cronología de los reyes de España. Siempre estaba entretenido. Cuando se cansaba de los reyes se ponía con los escritores. Cada vez que iba a su casa tenía una novedad que comentarme sobre Carlos III o sobre Emilia Pardo Bazán.

Al horizonte debemos fabricarle señuelos por alcanzar.

Callar

Guardarse las emociones es injusto. Si son positivas, aún más.

Un muy buen amigo mío me invitaba a cenar el otro día y, cuando se acercaban los postres, le pregunté si había terminado de leer mi última novela. Él también escribe, menos de lo que yo quisiera, por lo que su opinión me resultaba importante.

-Ah, sí. Me la terminé hace un par de semanas.

-¿Y?

-Me gustó mucho. Es muy 'tú'.

-¿Y no pensabas decirme nada?

Son demasiadas veces las que damos por supuestas nuestras cavilaciones en los otros, pero si no las verbalizamos no rompemos las barreras.

De poco vale que yo vea más delgado a un amigo, que sé que está respetando una dieta estricta de adelgazamiento, y no se lo diga. Poca será entonces mi contribución a sus esfuerzos, algo que debería preocuparme si a esa persona la quiero.

-Quillo, qué bien te veo.

No hay que dar por sentado lo que admiramos en los demás, porque eso se queda para ti, sino que hay que expresarlo. 

"Cómo me gusta la forma en que diriges tu equipo", "vaya lo ricos que te salen los boquerones en vinagre", "qué casa más bonita tienes", "me encanta cómo te ríes", "qué gracioso eres contando las cosas", "admiro tu constancia al hacer deporte", "es maravilloso cómo cuidas a tu madre", "tus hijos son un encanto", "qué me gusta tu ciudad".

Ponerle voz a lo hermoso que ves en los demás es tan reconfortante como sanador. 

Para los dos.

miércoles, noviembre 25, 2020

Perfección

Aprendí a tiempo que lo perfecto carece de emoción.

Nací tan responsable que en mi pequeña cabeza no cabía otra cosa que ser impecable. En mis estudios, con mi familia, con los amigos.

Querer tenerlo todo organizado es una lucha tan imposible de ganar que no crea sino frustraciones. He compartido trabajo con gente tan cuadriculada que todo contratiempo era un sofocón. Yo lo veía de lejos y me aplicaba el cuento.

Dejarse llevar por la incertidumbre no es tampoco la opción.

La clave es encontrar ese equilibrio inestable en que uno tiene tan claras las ideas acerca de lo que se quiere como capacidad para asumir que todo se pueda revolver en un remolino inesperado.

Ser consciente de lo que se quiere tanto como de que todo se puede echar a perder.

Deberían educarnos en la improvisación. No es justo que de pequeños se nos muestre la vida con códigos fijos, porque te los crees. Horarios estrictos, exámenes, notas, disciplina. 

Un día nos sueltan y te agarras a unos pilares muy endebles, crees que el mundo gira redondo, que hay plazos, reglas, causas y efectos. No nos dijeron que todo está lleno de vientos que soplan hacia todos lados, que hay gente que deja de quererte, no nos prepararon para asustarnos con el amor, ni para desbordarnos con el sexo, ni con la debilidad creciente de los que nos cuidaban. No nos educaron para sortear precipicios.

A mí me hubiera gustado que me hubieran dado más sustos de pequeño, que me hubieran desordenado la vida, que me hubieran protegido menos, que me hubiesen tapado los ojos cada cierto tiempo para hacerme girar como una peonza en medio de cualquier parte.

Sin embargo, nos construyeron el paraíso de una infancia a la que siempre queremos volver porque no nos educaron para aceptar que no hay manera de ordenar el mundo.

Me asustan los padres súper protectores. Crean, con mucho amor, futuros ciudadanos infelices.

martes, noviembre 24, 2020

Tardes

Las tardes frías de invierno son una amenaza si no se las combate.

La noche cae tan pronto que la fragilidad se cuela por las ventanas. Apagar la tele, la música, dejar el único ruido constante del frigorífico, con la casa medio a oscuras es una prueba dura si la enfrentas solo. La hora de la cena nunca llega, los fantasmas te visitan. Las largas tardes de invierno son negras. Más negras aun con un virus al acecho.

Viene bien sudarlas. Quitar la calefacción. Apagar luces. Todo en silencio. Enfrentarte a tu yo desde la desconexión del presente. Comprobar qué hay ahí, entre los objetos del salón, entre tus costillas.

No solemos permitirnos estas terapias de gritar a solas sin dar gritos. 

Encendemos luces, estufas, televisores. No nos gusta vernos desnudos de todo, no nos damos la oportunidad de vernos por dentro. Buscar la quietud extrema para mirarla a la cara. Algo me dice que es sano, reconfortante, olvidar cada cierto tiempo los ruidos y la luz, despejarnos de asideros fáciles, encontrarnos con la muerte y reírnos por una vez de ella.

Ahora no, querida. Aún no. Yo también sé jugar contigo. 

lunes, noviembre 23, 2020

Chakra

Voy a mi osteópata una vez al mes, como quien lleva el coche a la gasolinera.

Me ha solucionado tantas molestias indefinibles que mi confianza en él es plena.

Él, experimentador y curioso donde los haya, me utiliza como conejillo de Indias para aplicar nuevas técnicas y yo me dejo llevar a condición de que me las explique. Pasamos de la acupuntura a la reflexología y de la kinesiología a las ventosas en la espalda. De la medicina china a la india y del doctor Yang a los últimos descubrimientos de un gurú brasileño.

El otro día, viendo que estaba en perfecta forma, física y de ánimo, se dedicó a verme los chakras.

—Eres una persona muy espiritual —me dijo al pasar las manos por mi cabeza.

—Sí —admití.

Aunque me gustó más lo de espiritual que lo de muy.

La clave está en el equilibrio. En encontrar esa parte de ti que se conecta con el universo sin que se aleje del planeta Tierra.

No entendería nada de mí sin trabajar lo anímico con pasión, en el sentido más amplio de la palabra. Esa porción de abstracto que rodea nuestra existencia.

No todo son lentejas, ni ropa chula, ni reuniones de trabajo, ni una almohada dura, ni una cerveza fría.

Soy amigo de potenciar la espiritualidad entendida como inmersión en todo aquello que de nosotros es transparente, para tratar de abarcarlo, explicármelo, dejarme llevar, disfrutarlo. Sentir sin lo físico. Eso que no tiene olor ni sabor. Escapar de mi cuerpo. Entregarme a la emoción.

Quiero volar lo justo, pero no renuncio a volar cada día.

domingo, noviembre 22, 2020

Qué tal

De pronto te paras ante alguien y le preguntas ¿qué tal estás? 

Resulta gratis.

Tenemos mucha gente a la que tratamos diariamente de la que ni tan siquiera sabemos qué es lo que vive en casa, cuáles son sus proyectos, qué miedos tiene. Personas con las que compartimos trabajo, o que nos atienden habitualmente en un bar, o con las que sueles cruzarte en eventos comunes.

¿Cómo estás?

No es cuestión de buscar el desparrame emocional, tan sólo es darles color, hacerlas menos transparentes, colocarlas en tu espacio.

Yo suelo ser metepatas porque pregunto y, al preguntar, suelo nombrar de vez en cuando los diablos de cada uno. Pregunto por el padre que ya está muerto, por la novia que lo acaba de dejar, por el trabajo que acaba de perder, por el negocio que nunca llegó a abrir.

Pero pregunto. Porque la mayoría de las veces las cosas sí van bien, el padre se recuperó, la novia está encantada, en el trabajo no va tan mal y el negocio va de maravilla.

Prefiero equivocarme que hacer como que no veo.

sábado, noviembre 21, 2020

Conflictos

Tengo un amigo reconocido a nivel mundial como intérprete de música clásica.

Nos vemos menos de lo que quisiéramos porque vivimos a mil kilómetros de distancia.

Este pasado verano he salido de cervezas varios días con él, he cenado en su casa y hemos reído mucho.

-Salva, me han ofrecido un contrato espectacular en el Teatro de la Ópera de San Francisco.

Le brillaban los ojos. Incluso a él, acostumbrado a tocar en solitario en los grandes teatros de medio mundo. Tan pronto está en Sidney como en Buenos Aires. Un orgullo de amigo.

-Pero he dicho que no.

Su padre con una grave enfermedad y su única hermana, discapacitada, le hacen decir que no.

La vida, a veces, se muestra así de extrema. Te pone a prueba. Llegas justo donde querías llegar, te abre las puertas del Olimpo, para al mismo tiempo decirte que no, que te debes a la sangre, a la tierra.

En situaciones así lo máximo que puedes hacer es sonreírle, felicitarle por la gran oferta y decirle que comprenderás la decisión que tome. ¡Me acuerdo tantas veces de él!

Qué raro es vivir.

viernes, noviembre 20, 2020

Repetir

Es entrañable escuchar de la gente que quieres sus historias de amor.

Sabes cómo se conocieron, cuáles fueron sus nervios, qué hicieron tras la primera copa, cuál fue su siguiente cita. Podrías explicarlo tú.

Llegan, en cualquier caso, tardes dulces con gintónics en que una persona recién llegada a nuestras vidas les pregunta:

—¿Cómo os conocisteis?

Es delicioso, entonces, de esa persona que lo conoces casi todo, escuchar con voz nueva cómo se emocionó al oír por vez primera la voz de quien convive con ella desde hace tiempos infinitos. Disfrutar de su emoción al hablar de esos momentos de nervios en que no sabían si sí o si no.

Escuchar de forma distinta, una vez más, su historia de amor.

Tú conoces esos tiempos, esa ilusión con la que te lo contó. Sabes, con los años, cómo de diferente lo cuenta, cuánto de imaginación pone, hasta qué punto no hay esfuerzo por maquillar, qué cantidad de amor verdadero, qué proporción de dulzura para explicar quien lo es todo para ti.

Te apetece interrumpir y exponer tu versión. Compartir detalles de los que el mismo protagonista no se acuerda. Esos tiempos felices en que vino y te confesó, con las chispas de la pasión que nace, que acababa de sucumbir al amor.

Yo me derrito escuchando los amores de la gente a la que quiero.

Salmorejo

Me montaron una gran fiesta en Sevilla cuando me trasladé a vivir a París.

Allí estaban todos mis amigos. Había mucha emoción. Con treinta y pocos años, la vida se nos ofrecía a todos con una fuerza brutal y el paso que yo daba se veía valiente a ojos de quienes me querían. Era un reto casi colectivo.

Ya el primer fin de semana improvisé un viaje de vuelta. Estaba desbordado por el frío parisino, el ambiente de trabajo, la soledad sobrevenida.

Convoqué a todos mis amigos el viernes noche en el Eslava y lo bauticé 'Operación Salmorejo'. Allí estaban todos, curiosos por saber cómo me iba. Con las cervezas se me cayó alguna lágrima. Ya no había posible marcha atrás.

En los tres años siguientes hubo muchas más 'operaciones Salmorejo', pero cada vez venía menos gente. La desconexión del día a día hizo mella y llegamos al punto en que pasaban desapercibidas para muchos de mis incondicionales mis visitas a Sevilla.

El corazón se me desgarró con la transformación de determinadas relaciones en pura nada. Sin explicaciones. Nada.

Hubo sin embargo una persona que siempre estuvo allí. Cristina.

Y ahí sigue. Tantos años después.

¿Qué hubiera sido de esas amistades de no haberme ido a París? ¿Seguirían a mi lado hoy en día?

Qué bien vino esa limpieza.

jueves, noviembre 19, 2020

Moderno

Pienso más avanzado de lo que realmente siento.

Arrastramos, arrastro, demasiados tics machistas, racistas, incluso homófobos, judeocristianos, demasiados miedos atávicos, desconfianzas en el género humano, tópicos y prejuicios acerca de la sociedad que me rodea.

En cambio tengo un fuerte impulso racional por atacar mis propias contradicciones, de forma que mi pensamiento social se basa en lo imparcial, en lo estrictamente justo, en los datos y no en la suposición.

Puedo con mis tripas menospreciar a gente que lo hace mal, pero esos menosprecios quedan para mí. Me obligo a defender el derecho de cada cual a hacer con su vida lo que quiera siempre que no haga nada ilegal o falto de ética.

Se palpa un mar de fondo en nuestra sociedad que impulsa a pensar con las vísceras, a despreciar al diferente, a soslayar violencias, a justificar retrocesos sociales basados en el miedo, a crear sospechas permanentes. 'Nos invaden, nos engañan, son escoria, quieren robarnos, nadie las maltrata, son pervertidos, buscan nuestra ruina, no son de fiar, son veneno, nos roban...'. En el fondo, se nos trata de inculcar por ese populismo zafio, que las injusticias son inventadas. Que sólo es válido lo que nos conviene.

Basan sus mentiras en ejemplos infrecuentes. 

Yo lucho contra esos miedos para reafirmarme en que la verdad está en la justicia. Y no hay justicia mientras haya quienes se sientan despreciados por ser diferentes.

miércoles, noviembre 18, 2020

Rápido

Yo, amante de las cosas hechas con calma, reivindico las decisiones rápidas.

Creo que todo rueda mejor cuando uno no se enreda cada día en el laberinto de la duda, porque cuando se tarda en tomar determinaciones para situaciones delicadas acabas teniendo bloqueos hasta para si tomar un café o dos cada mañana.

Es más sano equivocarse que dilatar continuamente las decisiones a la búsqueda del camino correcto.

El perfeccionista sufre más, porque intenta adaptar la vida, imperfecta por definición, a sus esquemas mentales, sin asumir que nunca los pasos que se dan son plenamente acertados. Siempre al elegir dejamos atrás otras opciones y siempre de esas opciones pudimos sacar algo positivo.

Una persona indecisa es un castigo para la gente que le rodea.

Una buena terapia que me aplico es evitar el limbo de las tareas por hacer. Se hacen o se descartan. Y pasamos a otra cosa. Pero esas penitencias de tendría que llamar a Menganito, debería comprarme ese billete de tren, sería bueno que vaya al podólogo o necesitaría hacer pilates acaban por convertirnos en una estatua de sal.

Y la sal es mala para la salud.


lunes, noviembre 16, 2020

Feliz

Nunca he sido tan feliz.

Los días pasan intensos, diferentes y serenos. He llegado a un punto en que veo sentido a mi trayectoria personal, con una visión elaborada de lo que me rodea, lejana a lo simplista. Asumo la descomunal carga de la naturaleza, mi pequeñez tanto como mi grandeza. Valoro mi situación privilegiada, haya yo contribuido o no a conseguirla, mi estado físico, mi salud mental. Me emociono de saberme enamorado, de rodear cada noche con mis brazos a la persona que amo. Sé vivir con pasión sin estridencias. No he perdido la capacidad de emocionarme, de asustarme ni de reír a pleno pulmón. Tengo ilusiones concretas, mías y colectivas. Me veo más sabio cada vez, menos susceptible, más capaz.

Cómo no voy a sentirme feliz.

No quiero esperar a los días grises, que llegarán; a los días terribles, que están escritos en mi futuro, para decirme que no supe aprovechar el sol.

Parece que es obsceno hablar de felicidad.

Yo comparto la mía.


domingo, noviembre 15, 2020

Puntuación

De muy joven, incluso no tanto, era muy clasificador.

Puntuaba, sin papel, a las gentes que se cruzaban en mi camino. En su generosidad, en su amabilidad, en su inteligencia. En su maldad. 

Con una mente cuadriculada atemorizada por el despertar a la Vida, quería de alguna manera ordenar el campo, protegerme. Ver quién sí y quién no. Jugando a ser Dios.

Llegué a listar en mis libretas de apuntes a todos mis amigos. Hacía columnas con sus virtudes y los puntuaba. Quería comprobar quién me era más fiel, aquél que me hacía reír más, cuál de entre ellos era mejor conversador. Buscaba los amigos perfectos.

Tal vez algún día aparezcan esos cuadernos de quien no se enteraba nada de la existencia y quería dominarla. Me gustaría volver a descubrir esos listados y comprobar cómo de lejos o de cerca están aquéllas personas imprescindibles de mi pasado. Qué pensé de ellos en ese momento. Cómo nos trató la vida después.

Afortunadamente el tiempo fue conformando en mí una sensibilidad que se fue alejando de esos tics pretenciosos con los que juzgar a mi mundo cercano.

Aprendí a no evaluar a nadie, sino a querer o no querer.

sábado, noviembre 14, 2020

Primogénito

Los primogénitos cargan con una paternidad no elegida.

Yo, que soy el tercero de cuatro hermanos, siempre he tenido a mi hermana Mónica como un escudo protector. Más aún cuando las circunstancias, horribles, hicieron que quedáramos pronto huérfanos de madre.

Sus lentejas estaban malísimas, nos reñía con exceso, pero estaba ahí. Mónica solucionatodo.

Ellos ven crecer a los hermanitos y se cargan con una responsabilidad que no les corresponde. Quieren hacer como que no, pero se les nota en el tono cuando te llaman por una simple gripe.

-¿Qué te estás tomando?

Tú le dices que estás bien, lo que no quita que te llamen a diario para comprobar que todo vuelve a la estabilidad.

Hay días en que pienso en que todo se puede complicar y, no sé por qué, aparece la imagen de mi hermana Mónica para tranquilizarme.

viernes, noviembre 13, 2020

Morbo

Nadie está a salvo del morbo.

Quiero pasar de una cadena a otra y me encuentro con un chaval de gimnasio gritando a su novia escultural que es una guarra. Vagabundeo entre las noticias de internet y aparece una ventanita de publicidad que me pregunta si sé cómo está Leticia Sabater. Paseo por Instagram y alguien a quien sigo publica un vídeo de un famoso cantante llorando.

Buscan nuestras tripas.

Yo gano la batalla casi siempre. Me resisto a despatarrarme en el sofá a seguir las peripecias de gente famosilla encerrada en una isla. No trato de fabricar excusas para justificarme, prefiero la disciplina de no caer.

Son horas perdidas que me empobrecerían y yo quiero crecer.

Sí. Sé que llevamos vidas aceleradas. Que las cosas van mal. Que necesitamos evadirnos. Echar unas risas. Acepto que la frivolidad no es mala de por sí. Que mejor ver tragedias en casas ajenas, situaciones ridículas en otros cuerpos, gritos que no se vienen contra uno.

De vez en cuando hay que poner pie en pared y decir que no. Que no debemos alimentar famosos con pies de barro, ni barriobajismo barato, ni aclamar a quien no tiene sino serrín en la cabeza y ganas de provocar.

Confieso que hay días en que sueño con otra sociedad, pero tengo ésta.

jueves, noviembre 12, 2020

Sugestión

¡Cuántas veces no somos víctimas de nuestra propia imaginación!

No recibimos la llamada que esperamos e inmediatamente se nos desatan resortes para explicarnos las causas. Una lleva a la otra, nos radiografiamos en unos minutos, visualizamos los porqués, las sombras, las deudas pendientes, los agravios pasados y conseguimos que nuestro ánimo se vaya a los suelos por pura sugestión el tiempo preciso hasta que la llamada llega y todo vuelve a su cauce.

Somos, por lo general, poco capaces de asumir escenarios extraños. La mente se recrea en volar alto, y a lo loco, cuando lo esperable se hace de rogar, los días en que alguien de habitual amable nos tuerce mínimamente el gesto.

Como lecheras del cuento, vamos presagiando futuras escenas equivocadas a partir de pistas endebles.

Tal vez sea que la felicidad la dé la certidumbre, el escuchar la llave de la puerta cuando corresponde, el recibir el mensaje de amor a la hora de siempre; necesitamos el gracias habitual del jefe, que nuestros amigos se dejen ver con la frecuencia de siempre.

Una tos rara, una tristeza súbita, la mirada atravesada de un vecino, un despiste impropio, lecturas que no nos llegan al alma, emociones que se desatan, un olor que nos desborda, alguien querido que no responde a nuestro mensaje... y la máquina de programar fantasmas comienza a fabricar escenarios de los que somos los únicos protagonistas.

Sugestionamos nuestro futuro al albur de vientos imprevistos que aparecen porque sí.

martes, noviembre 10, 2020

Pesimista

El optimismo no es un arma naif, sino trabajada.

En mi caso, es una opción elegida conscientemente. Argumentada intelectualmente, sostenida sobre la experiencia propia. He sufrido el dolor y conocido la fragilidad del ser humano desde bien joven. He debido gestionar una sexualidad diferente en tiempos que no eran estos. Como todo hijo de vecino he sentido traiciones, desengaños y frustraciones.

Entregarse al sinsentido era una posibilidad extrema, pero recrearse en el dolor era torpe.

Tal vez sea de inteligentes ser pesimista, asumir todo el peso de la existencia y visibilizar de lejos los nubarrones futuros; pero no es práctico.

Y la vida es práctica, no teoría.

Que todo es efímero ya lo sé, nadie tiene que explicarme cómo de imprevisible es la salud, ni me caigo de un guindo al pensar en la naturaleza humana. Que todo lo material puede irse al traste. Que el mundo no gira redondo ni para todos igual. Que no se puede dar nada por hecho. Que todo lo mueve el azar. 

Ya lo sé.

Por eso me gusta volar, no agarrarme a ilusiones que se cuenten con dinero, salir de paseo para fotografiar la ciudad al atardecer, decir siempre que sí a planes nuevos, leer mucho, celebrar con vino las noches sin nombre, cuidar con disimulo a la gente que quiero, embelesarme con las historias de quien me puede enseñar, viajar a sitios que me vuelven loco, entrenar a diario para no dar excusas a ninguna enfermedad, buscar la emoción en óperas grabadas en Youtube, navegar por fotografías para acompañar mis textos, crear textos para crecer como escritor. Soñar los sueños de quienes amo. Amar por puro amor.

Que sepa encontrar el sol en cada estancia no quiere decir que no vea las telarañas ni los cajones a medio cerrar.


lunes, noviembre 09, 2020

Pintura

El día en que llegué a París, para comenzar una etapa de tres años de mi vida, hacía un frío aterrador para un sevillano.

Era la segunda semana de enero, acababa de entrar el euro en nuestras vidas y encontré un apartamento de suelos de madera junto a los Jardines de Luxemburgo donde establecer mi nido.

Mi jefe, español, dejó su puesto a las pocas semanas de yo llegar, tras haberme convencido para trabajar con él meses antes. Me tocaba andar solo en una aventura laboral de la que apenas había preguntado en qué consistía.

Le he dicho a Brigitte que cuide de ti como si fueras su hijo.

Ella era su secretaria. Una mujer cercana a la jubilación, con problemas de movilidad, que se tomó al pie de la letra el encargo.

Tras mi primer día en la oficina se ofreció para guiarme en mi salida en coche de vuelta a casa. Recuerdo el atasco, las rampas a las afueras de Suresnes y una lluvia insistente. Salió de su Scenic en un semáforo, con sus muletas, para indicarme por dónde continuar. Recuerdo sus párpados pintados de turquesa perdiendo el color con el agua, los coches impacientes que trataban de sortearla y la emoción que me provocaban sus ganas de ayudarme.

Una imagen imborrable.

Un mediodía de pocos días después nos encontramos en un restaurante cercano al trabajo.

Me escapo aquí le confesé para no tener que comer en la cantina de la empresa.

Yo también me dijo en voz baja—. Allí nada más que hablan de trabajo.

Desde entonces, y durante tres años, comíamos siempre juntos, la mayoría de las veces en su casa.

¿Vino blanco y ensalada de endivias, Salva?

Tantos años después, hay noches en que hablamos largo y tendido, en la distancia. Se ríe cuando pronuncio su nombre.

Me encanta cómo dices Brigitte.

Echo de menos sus risas al cocinar.

domingo, noviembre 08, 2020

Mujereando

Este sábado tuve el privilegio de asistir al estreno de 'Mujereando', un largometraje documental dirigido por mi amiga Carmen Tamayo.

Con un tono lejano al morbo, enormemente respetuoso con sus protagonistas, la película nos mostraba la realidad de un amplio grupo de mujeres que viven en la calle en la ciudad de Sevilla.

Carmen, actriz y trabajadora social, se ocupa de tratar con gente sin recursos. Cuando, recién firmado su contrato, entrevistó a la primera mujer que no tenía donde dormir, en vez de derrumbarse, ideó un proyecto. Montar una compañía de teatro con ellas.

Ésa es la base del documental. Mostrar las interioridades de los ensayos de esa compañía integrada por princesas sin palacio, mujeres de toda clase social que un día salieron de su casa para no volver. Que no tienen a quién recurrir.

—Con ocho años —decía Rosa— mi madre me duchaba, me ponía las braguitas y me dejaba sola en mi habitación. Entonces entraba mi padre...

Esa mujer tendría edad de estar jubilada, sin embargo duerme en la calle tras una vida de destrozos.

—Mi marido me maltrató ya desde la misma noche de bodas —contaba otra de ellas a la cámara, envejecida por la mala vida, sin la mitad de dientes en su boca.

Carmen las provoca para que griten lo que siempre le han gritado a ellas: ¡Puta! ¡Guarra! ¡No sirves para nada! ¡Basura!

—La vida te da varios golpes seguidos y de pronto te ves ahí —contaba Charo, digna, ante la cámara—. Nadie está a salvo.

Las han asaltado en los cajeros automáticos, se afanan cada día en buscar un sitio donde hacer pipí.

—Me llevé meses paralizada cuando me vi en la calle —explicaba África, con acento de familia bien.

África es una mujer que duerme cada noche en una tienda de campaña junto al puente de la Barqueta.

—Estamos ahí —decía Emilia—, pero somos invisibles.

Carmen les ha dado voz. Se sienten, por primera vez en sus vidas, protagonistas. Nos gritan a la cara su dolor. Que existen aunque no queramos mirar.

No pude dejar de llorar en toda la proyección.

sábado, noviembre 07, 2020

Bucear

La fuerza para enamorar está en saber vivir en soledad.

Del mismo modo que no conviene ir al supermercado con hambre, cuando quieres encauzar una historia de amor tienes que saber vivir sin esa persona incluso estando con ella.

No es ya cuestión de estrategias, sino de realidades.

No se ama menos por mantener bien cuidado el jardín de tus soledades, que sólo a ti pertenece. No se es menos generoso por disfrutar de ti tanto como del otro.

Compartir una vida es complicado y no debemos, ni podemos, entregarlo todo.

Cuando uno bucea en busca de sus piedras en el fondo del mar y las ordena, sale a la superficie con una bocanada de ganas de respirar y dar un beso.

Amar es respetar los mundos sellados del otro, es saber apagar la luz a tiempo.

No se quiere mejor por dar más besos, sino por dar los besos cuando estos llegan.

Elegancia

El ser humano posee el privilegio de lo sutil.

Tenemos mil oportunidades de practicarlo a diario, en pequeñas dosis, y no lo hacemos lo suficiente. Somos bruscos la mayoría de las veces. 

La sutileza va unida a la paciencia.

A mirar bien lejos. No se asciende en un trabajo a base de menospreciar la tarea del otro, sino apoyándola y demostrando cada día que tú estás ahí y resuelves. No se trajina una amistad por aceptar una solicitud en Facebook, sino prestando atención real a quien te interesa. 

Es más fácil aconsejar que dar ejemplo.

Lo sutil es elegancia.

Saber posicionarte frente al mundo sin dañar, encontrar caminos para mostrar afecto que no sólo sean corazones en Whatsapp, buscar momentos tontos para decir aquí me tienes.

Este viaje es largo, por mucho que parezca que se nos escape, y los compañeros de excursión no se ganan en un día.

Lo sutil es generosidad.

Es no pretender ganar partidas ni entender la vida como una competición. Es no llevar las cuentas de agravios, sino actuar por cómo eres tú. No por cómo tú piensas que los demás se merecen que tú actúes.

La sutileza es enemiga de rupturas salvajes, de rencores permanentes, de palabras huecas, de lamentos a gritos. Cuando se vive con elegancia te alejas de lo negro sin hacer ruido, te rodeas de ángeles que te aceptan, te organizas los días sin justificaciones, te paseas por el mundo sin mirar para atrás.

Podemos ser así.

viernes, noviembre 06, 2020

Primera

La vida se alimenta de primeras veces.

Es quizás por eso que se viven con tanta intensidad los años de juventud. Todo es nuevo. La existencia se ofrece como un gran escenario al que vamos abriendo puertas y ventanas, en el que alucinamos con cada nuevo color. Entra y sale gente con caras distintas. Todos quieren conocer todo. Nada se da por aprendido y nos creemos capaces de cambiar las reglas del juego. Tiempos en que siempre hay un olor desconocido por descubrir.

La obsesión, por entonces, es probarlo todo, aprenderlo, descubrir nuestro poder, ponernos a prueba. Jugar a estar vivos. 

Hacemos todo, eso sí, sin la grandeza que da la sabiduría para apreciar que somos felices.

Cuando ya el gran escenario se ha vuelto un territorio explotado, en el momento en que comprobamos que hay pocos rincones por explorar, es entonces cuando nos damos cuenta de cuán afortunados éramos.

Uno de los grandes misterios de la vida es que no hay segundas oportunidades. Nunca una oportunidad se repite en los mismos términos. Nunca igual. Ese tiempo que vivimos entonces ya no es posible rescatarlo para poder aprovecharlo con la capacidad de disfrutar que dan los años.

Sin embargo, hay trucos.

Hay artimañas para conseguir recrear períodos como aquéllos.

Todo consiste en crear nuevas primeras veces. Con la edad que se quiera. 

La primera vez tiene la fuerza de provocar al niño que llevamos dentro, ese cosquilleo de la sorpresa, el nervio de lo desconocido. Vértigo por ser de nuevo libre.

A determinadas edades esas primeras veces son quimera, por lo que hay que buscarlas si uno quiere, aunque sea por momentos, volver a sentir que el mundo es nuestro.

Por eso cada vez que me proponen algo, yo digo que sí.

jueves, noviembre 05, 2020

Ale

Estoy encantado con el amigo de mi sobrino Iván.

No me puedo poner pesado, porque es él quien tiene que descubrir, a punto de cumplir 18 años, la importancia de mantener a su lado personas con grandes valores.

Este verano estuvimos unos días en la playa y vino su amigo Ale. Educado, buen conversador, curioso, de mirada franca, me hizo descubrir en él una persona con grandes valores. 

Cuando le pregunté en qué trabajaban sus padres me habló con orgullo de ellos.

-Mi padre ya se ha jubilado, y era peón del ayuntamiento.

Hace unos días Iván me contaba que Ale, con notas estratosféricas y en primer cuso de Ingeniería Informática, hubiera querido ser peón como su padre.

-Eso dice mucho de él, Iván. Pero tienes que hacerle ver que él tiene que aprovechar sus cualidades.

-Ya, ya, si yo se lo digo -me respondía mi sobrino.

En estos tiempos malos en que se critica a la juventud actual, muchas veces con razón, te encuentras con dos chavales todo corazón que te hacen pensar que el mundo, por qué no, aún puede ser mejor.

miércoles, noviembre 04, 2020

Especial

Querer ser especial no es mala cosa.

La vida luego te va poniendo en tu sitio. Poco importa.

Buscar la diferencia propia es sano, creerte en cierta forma único, explotar esa parte de ti que sabes atractiva

Todos la tenemos.

Mirar alrededor para confirmarte que eres uno más es tan cierto como desalentador. Hay que tirar de amor propio para comprobar cuánto de ti hay que te distingue. Sentir que la gente te mira de otra forma, que te prestan una atención particular, que aportas un punto de distinción, o de alegría, o de seguridad.

Es muy terapéutico buscarse los puntos fuertes. Potenciarlos.

Indagar qué es aquello que hay en nosotros que ilumina y pulsar ese interruptor.

No todo es belleza, ni inteligencia, ni una labia brutal.

Yo busco y refuerzo lo que sé que hay de bueno en mí, por puro egoísmo, porque me gusta tanto sentirme bien como hacerme querer. Uno es más feliz creyéndose especial.

Qué más da si me miento un poco.

Hay quien sólo ve arrugas en su espejo.

martes, noviembre 03, 2020

Patio

Me encantan, o me desesperan, los ruidos caseros y las voces por el patio.

Esa sensación de que el tiempo no pasa, de la pura cotidianidad a través de nuestras ventanas. Las llamadas para cenar, los olores a puchero, los cotilleos con gritos en voz baja, los Cuarenta Principales.

Me gusta sentirlo en los días tontos, en aquéllos que vienen de vez en cuando y te hacen sentir descolocado, tardes en que te permites tirarte en el sofá, apagar la tele y dejar que la luz se vaya yendo hasta quedar la casa a oscuras. Es entonces cuando alguien vocea que ya ha puesto las patatas a freír y ese grito te ancla a la realidad de las cosas, se te agarra a ti para traerte a lo orgánico, al presente.

El movimiento de cacerolas, el ruido de las cadenas de una bici bajando por la escalera, las sábanas tendidas que ves desde la ventana.

A veces entra un escalofrío, cuando uno de esas voces te recuerda a la de tu madre, o el olor a uno de los potajes. Días en que quisieras que esas papas fritas de freidora fueran para ti, que la mesa se llenara de gente y el telediario sonase a todo volumen sin hacerle nadie caso.

Cierras las ventanas, entonces, y vuelves a ser tú. 

Decisiones

La gestión de la pandemia está siendo dura.

Encontramos dirigentes a todos los niveles que no estaban, ni están, preparados para afrontarla con garantías.

Quiero, sin embargo, hacer una reflexión.

Hagan lo que hagan, van a hacerlo mal. Sea cual sea la decisión que tomen, será mala. Porque en los próximos meses va a seguir muriendo mucha gente, se haga lo que se haga.

Nunca sabremos qué habría sido de no haber decidido esto, sino lo contrario. De haber restringido más o menos, antes o después.

Salvo excepciones, no veo maldad en los dirigentes políticos. Están, simplemente, descolocados.

Escuchamos las dudas de los expertos, que basculan entre teorías contrapuestas respecto a la capacidad de contagio, tiempo de incubación, tratamientos de choque, plazos para la vacuna... ¡Con toda la comunidad científica involucrada al máximo!

Debemos, pienso, ser lo más razonables posible y contribuir a facilitar y respetar la aplicación de todas las medidas que se nos soliciten.

Es fácil decir que toda decisión es mala.

lunes, noviembre 02, 2020

Negro

Soy muy de El Corte Inglés.

Me gusta comprar a mi bola y cuando entro en establecimientos pequeños soy carne de cañón, porque en cuanto un dependiente me asalta acabo llevándome a casa todo lo que no necesito.

Tras años de aguantar un ordenador lento como el caballo del malo, este pasado viernes me decidí a pasarme por El Corte Inglés para hacerme con uno nuevo.

Como un niño chico, aproveché todo el sábado para instalar aplicaciones y trasvasar todas mis fotos, ficheros y recuerdos desde la vieja computadora. 

No quería ver lo evidente, la pantalla estaba mal. Salían manchas por todos lados.

Hoy he pasado la mañana de vuelta en el centro comercial. Me han atendido bien, han admitido que el ordenador estaba averiado y me han dado otro nuevo.

Al salir, cargado hasta las trancas, he ido a canjear mi ticket del parking. La chica tras el mostrador, con un gesto displicente, me ha señalado que allí no. He pasado, enfadado por su mal gesto, al mostrador de al lado.

-Perdone, el parking es gratuito para las compras realizadas en el día.

-Verá. Esto lo compré el viernes y estaba averiado.

Apareció de nuevo la señora anterior para decirme, con expresión desagradable, que subiera de nuevo a la cuarta planta a pedir una autorización para el parking.

Ocurre que entonces sale toda mi parte negra, el punto de soberbia y la indignación. Todo lo que no quiero tener. Pero que tengo.

-Caballero, no se ponga así.

-No me hubiera puesto así de haberme usted dado los buenos días.

La dependienta, enfadada, lo resolvió. 

Yo le pedí disculpas.

Lo negro, definitivamente, atrae a lo negro y saca lo peor de nosotros mismos.

domingo, noviembre 01, 2020

No tocar

Mi familia es un amor, pero es seca.

Cuando hace diecisiete años empecé mi relación con Fran, cada visita a casa de sus padres era un festival de besos. Recuerdo una semana en la que estuvieron en mi apartamento cuando yo aún vivía en París. Yo me acostaba antes para madrugar al día siguiente y a través del muro de la pared escuchaba los achuchones.

'La familia Besos', la bauticé.

En mi casa, desde pequeños, de siempre habíamos criticado muchas películas americanas por ser 'pasteles'.

-Todo el día diciéndose 'te quieros' -decían mis hermanos, con cara de hartazgo.

Fran comenzó a llamarnos 'La Familia No Tocar', porque nos veía ariscos en el trato. Era cierto.

Ahora mi sobrino Iván, antes de irse cada noche a dormir, con diecisiete años, les dice un 'te quiero' a su madre y a su tía. Mónica me lo contaba con cara de sorpresa. Las imagino a las dos, viendo la tele en el sofá, con cara de espanto. Les ha salido un niño pastel.

Fran me ha enseñado a decir 'te quiero' con asiduidad. Porque lo quiero con toda mi alma.

Nos demostramos el amor cada día, en detalles puntuales, en la escucha sincera, en preocuparnos por que el otro se encuentre bien y se divierta.

Pero nunca sobra el verbalizarlo.

Como decía Benedetti, 'en el amor no hay posturas ridículas, ni cursis, ni obscenas. En el no amor todo es ridículo y cursi y obsceno'.

Eso sí, cuando de higos a brevas uno de mis hermanos me dice que me quiere, en un arrebato de cariño, yo subo a la estratosfera.