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jueves, mayo 09, 2024

Servilleta

Hasta de la persona más detestable se puede sacar algo bueno.

Lo había conocido nada más instalarme en París y me entregué a él. Una mezcla de soledad, enamoramiento y ganas de vivir me hizo pensar que me haría feliz, pero apenas necesité unos meses para echarlo de mi casa.

El caso es que, un fin de semana, de ese período mágico en el que yo flotaba con él, pasamos un fin de semana en Niza. Recuerdo la casa, enorme, de sus amigos, encalomada en un acantilado.

—¡Al lado de la de Elton John! —me decía.

En una pantalla gigante pusieron un concierto de Madonna en Sidney y el champán corría de copa en copa.

Me acerqué a una chica que me sonreía.

—Acabo de instalarme en Francia —le confesé—. ¿Qué me recomiendas que lea? ¿Qué cantantes debo escuchar?

Ella tomó una servilleta de papel, me pidió que le sostuviera la copa y me anotó varios autores y otros tantos cantantes. En los años que siguieron, hasta hoy, leí todo de ellos, aprendí todas sus canciones. Aún los sigo, aún los busco.

Toda la Francia que yo amo está en esa servilleta de papel.

sábado, abril 24, 2021

Niza

Cuando llegué a vivir a Francia estaba soltero.

Tuve la torpeza, o no, de empezar una relación a distancia, antes de instalarme allí, con un tipo que demostró no estar a la altura con el tiempo, pero al menos me sirvió para introducirme en la sociedad parisina con más facilidad que de haber estado solo.

Era un loco del champán.

Uno de mis primeros fines de semana volamos a Niza, quería enseñarme su ciudad y presentarme a los amigos de la infancia.

Elegante, burguesa, conservadora, descubrí la ciudad de su mano. La noche del sábado organizaron una fiesta, no sé si en mi honor. El ambiente era el de las películas de Hollywood, en una casa grande clavada en la montaña con vistas al Mediterráneo.

Dos chalets más allá vive Elton John me explicaban.

El champán corrió a raudales mientras en una pantalla gigante proyectaban un concierto de Madonna en Sidney. Yo hice migas con una chica ideal, que me puso al tanto de todo lo que había que leer y toda la música que había que escuchar. Le pedí que me lo anotara en una servilleta.

A esa gente la perdí entre mis mejores recuerdos del pasado, pero la servilleta la he conservado veinte años, como el tesoro que almacena a mis escritores y cantantes favoritos, quienes facilitaron mi adaptación y cariño hacia un país que empezaba a ser un poco mío.

A esa chica le robé apenas unos minutos entre sorbos de champán, sin que ella supiese que me estaba haciendo un regalo de por vida.

domingo, abril 22, 2018

Zazie

Una de las primeras cosas que hice tras instalarme en París, allá por 2001, fue la de preguntar por cantantes y escritores. Los segundos me los escribieron en una servilleta en una cena veraniega en Niza, y de casi todos permanece algo. Me quedé con Anna Gavalda, Amélie Nothomb y Emmanuel Carrère. De los cantantes me hice fan de Calogero, Pascal Obispo y, por encima de todo, de Zazie.

Una cantante pop compositora de sus propias canciones, con hechura de modelo y comprometida con la sociedad. Recuerdo las noches bailando en el desgraciadamente famoso Bataclán al ritmo de Adam et Yves.

Hay, sin duda, una letra que me toca especialmente el corazón, porque tiene mucho que ver con todos los que componemos historias, con mayor o menor acierto: Je n'écris pas sur ce que j'aime.

Es cierto, yo también escribo sobre aquello que me desespera, o lo que me sorprende, o acerca de mis fantasías, del lugar el hombre en el mundo, del miedo y la fascinación por el futuro, de la vida buena, de las enfermedades de la sociedad.

Pero, como dice Zazie, je n'écris pas sur toi.

A pesar de que lo eres todo para mí, de que mi mundo tiene todo el sentido desde que apareciste tú; que me cuidas, me proteges, me deseas y me admiras tanto como yo a ti; no se escribe del amor que se tiene, de los días soleados, de la alegría de sentirse profundamente amado y de saber que mi vida es lo que es gracias a ti.

Por siempre tuyo, amor.