Yo quiero transmitir paz.
Hay momentos, cada vez más recurrentes, en que confirmo que ése es mi objetivo.
Transmitiendo paz gano yo, porque es algo que no puede conseguirse sin un avanzado estado de serenidad, y ganan los que están a mi lado. Siempre es placentero compartir el mundo con quien desprende sosiego.
Desear algo está bien lejos del hecho de poseerlo, pero al menos ayuda a orientar bien el tiro de las decisiones por tomar.
Es más fácil plantearse objetivos más concretos. La próxima novela, una cena romántica, un curso de literatura romántica, un viaje a Nueva York.
Lo bueno de buscar la paz interior es que todos los objetivos caben, aunque sin urgencias ni talibanismos.
La serenidad se compone de muchas cualidades que hay que trabajar. Hay que saber fluir, hay que ser paciente, debemos ser empáticos, aceptar derrotas, priorizar la escucha, amar la naturaleza, alejarse de lo negro, no medir las ambiciones en euros, querer sin condiciones.
Es todo un plan de trabajo. Duro, pero bien trazado.
Yo no quiero sino transmitir paz. Es un deseo ambicioso y egoísta, porque en él cabe toda la felicidad que nadie nunca me podrá robar.
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