A mí la palabra Andalucía me crea conflictos, porque la quiero tanto que me temo que me llamen nacionalista, y no lo soy.
martes, febrero 28, 2023
Andalucía
lunes, febrero 27, 2023
Viernes
Me dan miedo cosas tontas.
Como perder la ilusión de la llegada de una tarde de viernes. Esa fiesta interior que surge de mis tripas cada vez que celebro el comienzo de un fin de semana.
A pesar de ser buen estudiante y de haber sido un afortunado al encontrar mi trabajo, no ha habido un solo viernes en el que no haya festejado la libertad de recuperar mi tiempo por unos días.
Recuerdo la serie 'Con ocho basta', de cuando yo era un enano, que marcaba el inicio del fin de semana. Todos los hermanos tirados en el suelo, sobre cojines, frente a la tele, con los planes preparados por mis padres para llevarnos a casa de la abuela. No había mayor felicidad.
Tantísimo tiempo después, aún siguen las cosquillas en el estómago cuando apago el ordenador al final de la semana y me recreo al pensar en todo el tiempo que tengo por delante, las cenas programadas, los paseos sin rumbo junto a Fran, las siestas sin despertador, el rato de sofá con una novela mientras suena música francesa.
Miedo me da que llegue un viernes en el que no sienta cosquillas así.
Louvre
5
Hay un cinco por ciento de impresentables en este mundo.
Es mi teoría.
Cuando tuve un equipo de trabajo de 60 personas, eran tres los que siempre daban por saco; en pandillas de quince o veinte amigos, estaba el mamarracho que malmetía entre todos; si me invitan a un club de lectura, aparecen uno o dos que van allí a reventar la fiesta.
Son muy pocos, pero hacen un ruido muy desagradable, que se te mete en la cabeza y no te deja disfrutar de la gente válida que tienes alrededor.
Yo a todo trato de sacarle punta y pienso, a veces, que son útiles para crecer uno como persona, porque esta gente insufrible puede sacar lo peor de ti, sí, pero también te está retando a que rebusques tus mejores armas para conseguir sortear la amargura que desprenden con la estrategia más elegante de todas, cuando de luchar se trata. Hacer que no existan. Borrarlos del mapa sin que ellos se den cuenta de que conseguiste apagar su ruido sin despreciarlos. Mirar hacia ellos y no verlos. Escucharlos maldecir y sacar media sonrisa.
Se vuelven pequeñitos y pierden sus estúpidos poderes.
Antiguo
Me fuerzo a no querer ser antiguo al analizar nuestros días, porque soy un convencido de que el progreso siempre ha ayudado al hombre a profundizar en su bienestar, incluso porque el cambio está asociado al ser humano. Ninguna generación ha vivido un mundo tan avanzado como el suyo propio.
Ese convencimiento no quita para que me preocupen determinados comportamientos que observo desde mi atalaya de libre pensador.
Uno de ellos es el esfuerzo. Llámenme carca, que no lo soy, pero a todos se nos pasan las horas muertas embobados con vídeos de gatos haciendo travesuras, de olas invadiendo un pueblo costero, de chavales dando sustos por la calle. Horas de relax, necesarias tal vez, en las que nuestra pereza sube a la cumbre de todas las perezas para no hacer otra cosa que pasar con el dedo a otro vídeo tonto de una chica bailando un reggaeton, o de un mono robando en el bolso de una japonesa.
¿Dónde van a parar esas horas perdidas? Sobre todo, ¿dónde van cuando de gente joven se trata? Esas tardes y fines de semana sin hacer estrictamente nada productivo, embriagados por el dulce sopor de los estímulos que nos llegan de todos lados para tener nuestra mente anestesiada, ajena a la producción propia, a la construcción de retos, al esfuerzo del aprendizaje.
Sí, lo sé, la juventud de hoy es maravillosa, abierta de mente, inquieta, preparada. Sí, sé que el panorama que les estamos dejando no es alentador, con sueldos miserables y viviendas inasequibles. Estoy en el mundo.
Yo sí sé que, desde mi atalaya, observo el mundo y no dejo de pensar en que nos estamos aborregando.
viernes, febrero 24, 2023
Todos
domingo, febrero 19, 2023
Frases
-Ay, Salva, termina las frases... -me decía Montse.
Era cierto, tenía y tengo tendencia a dejar expresiones inacabadas y no sé de dónde vendrá ese mal hábito. Tal vez porque doy por supuesto en quien me escucha que ya sabe lo que voy a decir, o quizás sea que con ese toque dado que tengo, y me hace vivir en la luna de Valencia, se me quedan danzando las palabras por la cabeza.
Intenté corregirlo, empecé a detectarlo, me esforcé en rematar las frases, hasta que algún que otro día me escucho a mí mismo:
-Sí, siempre me ha gustado mucho que...
Me quedo bloqueado y se me aparece el ángel de Montse, la que habita en mi interior, para darme dos coscorrones en la cabeza.
-¡Salva, otra vez!
Protestar
Aunque la relación sea la más armoniosa de entre todas las posibles, hay que saber decir a la pareja cuándo algo en su actitud, en sus palabras o en el trato te ha herido.
Tenemos que expresarlo, soportar el berrinche y hablar lo necesario, porque dejar pasar esos episodios en los que uno de los dos se siente agredido es sembrar para que en el futuro vuelva a ocurrir multiplicado por dos.
Sí, a veces incluso la pareja se puede sorprender de tu reacción, de que des importancia a algo que para ella no es más que una chuminada. Las chuminadas, en cambio, sumadas una a una, se convierten en agresión.
Es sanísimo protestar, con amor; decir que por ahí, no; plantar cara a lo que, a ti, te da mal rollo.
Al hacerlo demuestras lo mucho que apuestas por la relación.
Fred
Lo peor que se puede decir de una persona es que lo mejor que te ha ocurrido es separarte de ella.
Así me ocurrió con Fred.
Lo conocí nada más instalarme en París, en 2001. Pronto se instaló en mi vida y en mi casa. Yo no conocía a nadie en la ciudad y él me abrió las puertas de la sociedad francesa. Divertido, atractivo, inteligente, ese hombre me dedicaba palabras de amor deliciosas.
Meses después tuve que bajar un par de semanas a Sevilla, por un problema grave de salud en casa. Él no solo no me acompañó, sino que aprovechó para empezar otra relación que quiso mantener oculta.
La ruptura fue dolorosa.
Años después, cuando ya me movía por la ciudad como Pedro por su casa, se montó en el vagón de metro en el que yo viajaba. Nos enfrentamos palmo a palmo, a centímetros de distancia. Yo, sin responder a su saludo, esperé a que sonara el silbato para salir escopetado del tren, con las puertas cerrándose tras de mí.
Al llegar a mi apartamento el teléfono no dejaba de sonar. Era él. Le dejé hablar. Recriminaba mi actitud infantil por haber saltado así del vagón. Cuando por fin se calló, le expliqué, en la última conversación que jamás tendremos.
—¿Viste cómo salté del metro? Pues ya puedes imaginar lo que tú representas para mí.
jueves, febrero 16, 2023
Fútbol
A Fran le interesa tan poco el fútbol que me hace preguntas del tipo.
—¿Hoy juega el España?
—¿El España?
—El equipo de España, ¿no? O ¿cómo se dice?
Así que mi pasión futbolera tengo que guardarla en el armario de mi propia casa, una pasión que me inoculó alguien a quien tampoco le gustaba ese deporte, mi madre. Yo era el primer nieto varón y mi familia materna, bética, me sacó el carnet, incluso antes de que me bautizaran, para evitar que mi familia paterna, sevillista, me llevara a su terreno.
De hecho, cuando me presentan a alguien y me entero de que es del Sevilla, esa persona pasa a ser directamente más fea y antipática a mis ojos.
Renunciar al Betis sería como renunciar a la memoria de mi madre, así que desde que tengo uso de razón sigo cada partido de mi equipo como si me fuera la vida en ello. No hay jornada de fútbol en la que no esté pendiente, a escondidas, del resultado. Cuando Fran me descubre siempre me dice.
—¡Cateto!
Yo me río y sigo a lo mío, sin delatarme, aunque hay noches que salimos a cenar y yo coloco discretamente el móvil cerca para ir viendo de vez en cuando cómo va la cosa. Aprovecho si él va al baño, o se distrae con alguien, para mirar. Hay veces que me pilla y me sonríe.
—¿Hoy también hay Betis?
martes, febrero 14, 2023
Luis Felipe
Estábamos comiendo en uno de nuestros bares preferidos donde, de tanto ir, hemos hecho migas con la dueña.
Hace poco se le murió el padre, antiguo propietario del local, que andurreaba por allí hasta casi el día en el que se fue.
Ella, emocionada, nos contaba lo sociable que era, lo que le gustaba charlar con los clientes, lo bien que se lo pasaba echando los días allí. Lo mucho que le gustaba un lío.
—Era un disfrutón.
Tiempo atrás, nos dijo, se gastó un dinero en comprarse una botella de Luis Felipe, para bebérsela el día de la boda de su hija. Una boda que se malogró tras muchísimos años de noviazgo. Suspiraba narrándonos su historia, con la imagen de su padre en la mirada y esa capacidad inigualable que tienen los andaluces de contar un drama entre risas, hasta que señaló una estantería encima de mi cabeza.
—Ahí está la botella. ¡Enterita!
Líos
No meterse en líos es meterse en líos.
Cuando uno renuncia a investigar, a enredar, a maquinar, a curiosear está plantando las semillas de un período chungo en lo emocional.
Si a la mente no se le da caña la mente se vuelve tonta. Nuestro coco necesita la gasolina de un libro, de pensar en un viaje o conocer a alguien nuevo, muere por aprender, ya sea una receta o el alfabeto japonés.
En el momento en que caen los estímulos nuestro espíritu envaguece, hasta acabar por protestar por cualquier sorpresa que traiga el día a día, se vuelve gruñón, irascible, desde el momento en que le rompen ese no hacer nada al que se ha abocado.
Existir es cambiar. En cuanto decides no hacerlo te conviertes en estatua de sal.
Hay que decir que sí, hay que meterse en líos.
sábado, febrero 11, 2023
Portugal
Coches
Absurdo
Hay días en los que no quieres saber del mundo, porque todo lo ves absurdo. Y tienes razón. Todo lo es.
Hay otros en los que te lo comes, al mundo, porque a todo le ves sentido. Y tienes razón. Todo lo tiene.
Y hay otros, más escasos, en los que te das cuenta de las dos verdades al mismo tiempo, aunque sea un ramalazo de segundo en el que comprendes que la vida es eso, un absurdo al que le podemos encontrar una trama entretenida para disfrutarlo, dándole forma, proyectando metas, avanzando riesgos.
Cuando uno entra en esos territorios de lucidez la mejor armadura que se encuentra es la de no tomarse las cosas demasiado en serio. La vida es un juego tan soleado como tenebroso en el que estamos obligados a participar.
No vale esconderse ni hay libro de reclamaciones.
jueves, febrero 09, 2023
Tacos
En una tertulia reciente una mujer me criticó el que los protagonistas utilizaran tantos tacos.
No soy consciente de que sea así, agradecí su crítica, porque la hizo de corazón, y defendí la postura de todo creador. No hay que censurar la realidad. Las novelas, como cualquier otra disciplina creativa, es un reflejo de nuestra sociedad, una interpretación de lo que nos rodea, un espejo en el que mirarnos.
En la vida real se dicen tacos, se construyen expresiones poco académicas y la gente se interrumpe al hablar.
Es cierto que hay que mantener un cierto orden para no despistar al lector, tanto como que no podemos edulcorar lo que es el mundo de afuera si queremos que se nos crea.
La magia del novelista es conseguir que te metas en su mundo de ficción sin ser consciente de que todo es mentira.
domingo, febrero 05, 2023
Mi madre
Yo era tan poca cosa que verla aparecer era una subida de autoestima.
Había nacido con bizquera, más pequeño que mis hermanos y
había tenido una enfermedad que me hizo quedarme en los huesos. Iba al colegio
con unas gafas enormes con un parche en mi ojo vago. Tenía todos los condicionantes
para ser un chaval acomplejado, de no ser por haber tenido la fortuna de poseer
un fuerte carácter desde que era un renacuajo.
Lo bueno, además, es que era sorpresa el día en el que venía
a recogerme. Yo solía volver a casa solo, rodeando el campo del Betis, con mi
mochila a cuestas.
Había mediodías, en cambio, en los que ella aparecía. La más
alta, la más guapa de entre todas las madres, con su melena rubia y sus gafas
de sol resplandecientes. Me daba un vuelco entonces el corazón, mi cuerpecillo infantil
ganaba dos centímetros de altura y me agarraba a ella. Yo sabía que todos miraban
cómo me daba dos besos y me achuchaba. ¡Era mi madre!
No podía ser más feliz.
Picardía
Queja
jueves, febrero 02, 2023
Generalizar
Cuando me presentan a alguien nuevo y les hablan de mi faceta de escritor, si la persona recién conocida es hombre suele preguntarme cuántos libros vendo, si es mujer, en cambio, me pregunta qué es lo que cuento en mis novelas.
No hace falta explicar con quién me siento más cómodo.
Soy contrario a generalizar, salvo cuando las reacciones definen las sensibilidades de uno y otra. Las estadísticas son claras. La mujer lee más. Es un dato irrefutable. De ahí a deducir que la mujer es más sensible va un trecho, es como mínimo osado, porque no hay un termómetro que mida los sentimientos.
Sí es cierto que me gustaría una sociedad donde el género masculino leyese más, comunicase mejor su mundo interior, supiese manifestar, sin sonrojarse, cómo le trata la vida.
Atropellos
A veces somos demasiado duros con nuestras reacciones, por mucha razón que tengamos.
Como si atropellamos a alguien que camina por el centro de una calle. ¡Es que estaba invadiendo el espacio de los coches! Sí, lo estaba haciendo mal, pero no hay por qué matarlo.
Perdemos muchas oportunidades cada vez que sobreactuamos ante una ofensa. Yo lo hice unas cuantas veces y la relación no vuelve a ser la misma. Somos especialistas en poner el listón muy alto para los demás y a ras del suelo para nosotros. Nos indignamos con los malos gestos, pero no nos vemos la cara para comprobar los nuestros. Es fácil poner la lupa para ver qué hacen los otros, pero somos miopes con nuestras flaquezas.
Reivindico el derecho a la equivocación, a la torpeza y al despiste, muy alejados del verdadero monstruo, que se disfraza más sutilmente y que se hace llamar maldad.
Cabeza
La cabeza hay que comérsela lo justo y necesario, porque puede convertirse en un bumerán que nos haga ser más infelices.
Y lo escribe uno que se la come mucho.
Tenemos que encontrar el equilibrio para poder divagar con nuestros pensamientos a paisajes muy lejanos y sueños imposibles, siempre que mantengamos los pies en la tierra, con cuidado de no elucubrar demasiado con las cosas del comer, con el trabajo, las obligaciones caseras, la gente que nos rodea.
No debe llegar uno al curro cada día pensando en los años que le quedan para jubilarse, ni en lo largo que se le pasa el tiempo. Para esos escenarios hay que ser más prácticos y no permitir que se nos vaya la olla, sino centrarnos en hacerlo lo mejor posible, disfrutar de lo positivo que nos aporta, que siempre hay algo, sean los compañeros, el ambiente o algunas de las tareas en sí mismas.
A la mente hay que hacerla trabajar, sin duda, en grande, a todos los niveles, sin límites, aunque también hay que ser conscientes de que la vida está aquí, ahora, y que el fregaplatos hay que vaciarlo.