Tendría 13 años, muy buenas notas y una vida social que se limitaba al paseo de ida y vuelta a clase.
Fue, a esa edad, cuando comprendí la grandeza del deporte, no sólo por lo que implicaba de esfuerzo, disciplina y solidaridad, sino porque me permitió salir de mi caparazón, encontrar ilusiones fuera de mi círculo cerrado, conocer otros círculos sociales y empezar a valorar mi cuerpo.
El deporte es un reflejo aumentado de la vida. Forjar un proyecto, luchar por él, trabajar en equipo, disfrutar de cada paso ganado, comprender cuáles son tus límites, abandonar cuando no puedes más. Como la vida misma.
Como la vida, también, tiene su parte negra, allí donde entra la corrupción, el dopaje, la trampa.
Disfrutar de un partido de tenis o de un campeonato de natación es un puro disfrute. Cuando sientes que lo entregan todo en pos de la victoria.
Hoy empiezan los Juegos Olímpicos, una vez más, marcando nuestros períodos vitales. Qué época de juventud más hermosa cuando tuve la posibilidad de estar en Barcelona durante las Olimpíadas.
Sidney, Atenas, Seúl, Atlanta, Londres, Pekín... ciudades que han quedado grabadas en nuestra memoria personal gracias a la grandeza del ser humano, que un día se organizó para ver quién era el más fuerte, el más rápido, el más alto.
El deporte como símbolo de la Vida, porque todos vamos detrás de un sueño.
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