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martes, septiembre 27, 2022

Tirar

En toda relación siempre hay alguien que tira más.

Yo tiro tela, pero Fran tira muchísimo.

Pendiente de todo, tiene el gen organizador tan desarrollado que, antes de que yo plantee algo, él ya ha montado tres planes posibles. Si voy a tener un detalle con él, me pilla, si me apetece ver una peli en el cine, ya ha buscado dónde la echan, si voy a comprar zumo de manzana, él ya lo tiene en el maletero del coche.

Es una forma más, y hay tantas, de sentir el amor. 

Que estén pendientes de ti.

Yo, a veces, he llegado a pensar en que tenga telepatía y ponga la cabeza a funcionar en cuanto interpreta mis pensamientos y así yo me voy adormeciendo en el dulce trinar de mi mundo personal. De modo que no hago una reserva, no organizo una ruta, no elijo el vino en la comida, no reparto la ensalada en la mesa.

Hay días en los que me dice:

—¿No vas a hacer nada?

Y yo le contesto:

—Tú has creado al monstruo. 

Tocar

En España somos de tocar.

Ante un trabajo bien hecho, para reir un chiste, al compartir un recuerdo, tras explicar cómo nos sentimos, cuando nos atascamos en la conversación. Ahí viene el abrazo, la palmada en la espalda, el agarrar el antebrazo.

Me encanta que sea así.

Los que hemos vivido fuera lo apreciamos quizás más, porque sabemos lo que es estar meses en una ciudad en la que no hay el más mínimo contacto físico. 

Cuando observas, por ejemplo, a los niños franceses jugar en los parques con los padres, te explicas el porqué de esta diferencia. No hay apenas muestras de afecto físicas. No achuchan, no besan, no abrazan.

No sé qué sustancia química generará el contacto piel con piel, pero hace mucho bien. Nos demostramos cercanía y una predisposición fuerte a ponernos en la piel del otro.

No es malo ni bueno en sí. Nadie es mejor persona por tocar, pero se agracece.

Esa es mi teoría que, como tantas, sólo me sirve para organizar mis esquemas mentales.

Asesino

Tal vez vivir en presente la situación de Rusia no nos permite calibrar la gravedad de la actuación de Putin.

La historia lo juzgará severamente, en el mismo paquete que Hitler o Stalin, porque lo que está provocando es un homicidio masivo, un genocidio en toda regla, por caprichos de sátrapa.

Dan mucho miedo los iluminados cuando se les da poder. Él lo tomó a base de conspiraciones, traiciones y envenenamientos. 

Ahora su fuerza está en el poder del miedo.

Miedo a que te arresten, a que te detengan, a que te envenenen o a que te envíen como carne para triturar a participar en la invasión de un país libre, en la que solo él cree, justificándola con argumentos pueriles, como su pretendido nazismo.

Nazismo es lo que practica él, algo inaudito en pleno siglo XXI. 

El ser humano debería establecer mecanismos para que no puedan llegar al poder figuras tan siniestras. Decenas de miles de muertos, que se dice pronto, millones de ucranianos exiliados, familias aterrorizadas en Rusia a la espera de una llamada para que recluten al padre, al hermano o al hijo.

Putin es la vergüenza de la humanidad, asesino, despreciable.

Por asesinar a alguien pasas media vida en la cárcel, ¿cuántas debería pasar él?

No puede haber perdón con él. No quiero morirme sin verlo entre rejas. 

lunes, septiembre 26, 2022

Vergüenza

Los vergonzosos tenemos un punto de egocentrismo.

Hay un desajuste que hace que creamos que todo el mundo nos mira. Y el mundo suficiente tiene ya con observarse a sí mismo. 

Yo era de los que de pequeño me escondía tras las faldas de mi madre, de aquellos que enrojecían simplemente con que me dirigieran la palabra, de los que cerraba puertas y ventanas cuando iba a vestirme no fuera a ser que me viera el vecino de enfrente.

Hubo un día en el que un amigo francés ejerció una terapia brutal conmigo. Me convenció, no sin dificultad, para dar un tremendo grito en medio de una avenida abarrotada de gente.

Apenas nadie se giró hacia mí.

Desde ese día tomé conciencia de la mucha importancia que nos damos y de lo pequeñitos que en realidad somos, lo que no es un problema, sino más bien una liberación.

Cuando me asalta el niño tímido que llevo dentro al hacer algo fuera de lo habitual, me acuerdo del grito que un día me atreví a dar y sigo a lo mío.

La gente sin vergüenza es mucho más atractiva.

sábado, septiembre 24, 2022

Pez

Tengo el privilegio de ser de las pocas personas que ha conocido a la auténtica mujer pez.

Es portuguesa, se rapa la cabeza, salvo una coleta que le nace desde la frente, y tiene una sonrisa preciosa.

Cada vez que voy al supermercado cercano al piso que mis suegros tienen en el Algarve, donde esta chica trabaja de cajera, y ella escucha mi acento español, siempre me explica:

—Yo he estudiado cuatro años tu idioma. —Lo dice entusiasmada, tal vez buscando mi conversación, pero siempre veo la fila llena tras de mí.

—Lo hablas perfecto —le respondo y me voy.

La semana siguiente puedo volver a por el paté de sardinas que tanto me gusta y cruzarme de nuevo en su caja.

—¿Eres español?

—Sí.

—Yo estudié cuatro años tu idioma, ¿sabes?

Cuando llevo algún tiempo sin ir, miro la línea de cajas por ver si no está. Pero allí está ella.

—¿Sabes que estudié español?

—Ah.

He pensado coger el coche para ir a otro supermercado, pero vuelvo al mismo con la esperanza de que ella no esté, aunque acaba apareciendo.

—¿Eres español?

—Siiiii...

Irán

—Estoy cansada, Salvador.

Me había pedido que nos colocásemos en la mesa del fondo, pegada a la pared, con dos compañeros franceses a nuestro lado que hicieran de barrera para poder hablar con libertad.

Yo había llegado a Teherán un par de días antes. La ciudad estaba nevada, por lo que el vuelo se retrasó. Ella, desde la distancia, fue organizando todo para facilitar las gestiones aduaneras, el transporte al hotel, la visita a las fábricas.

Ingeniera muy cualificada, era ella quien dirigía a un equipo de técnicos, que la respetaban.

—Con mi sueldo mantengo a mi familia —me explicó—. Me da miedo que en cualquier momento la cosa se complique y me frenen mi carrera profesional por ser mujer.

A mí me había impresionado el país ya desde el momento en el que pisé el aeropuerto. Con esas mujeres de negro riguroso a las que se les veía sólo los ojos, sentadas en la cinta de recogida de equipajes. 

En mi semana de trabajo allí, no vi a una sola de ellas sin velo.

—Es la ley islámica, Salvador. Es un delito no llevarlo.

Le pregunté si no querría trabajar fuera de Irán y abrió los ojos grandes para decirme que sí.

—En este país todo está dominado por la religión y las mujeres no somos nadie.

No olvidaré esa mesa, la conversación y aquellos ojos grandes, tristes, enrabietados, con ganas de vivir.

viernes, septiembre 23, 2022

Precioso

Desde que se jubiló, mi padre se entregó a la Historia.

Lejos de su profesión de perito agrícola y de sus visitas a los arrozales de las marismas sevillanas, comenzó a montar en la casa su trinchera de enciclopedias para organizarse un nuevo presente.

Como en un juego de niños, él memorizaba fechas de nacimiento de escritores, músicos, pintores y anotaba cuáles eran sus obras principales, hacía esquemas genealógicos de los reyes de España, de Francia, de Inglaterra. Se pasaba las horas anotando en cuadenos organizados por colores toda la nueva información que iba descubriendo.

Las tardes en las que iba a visitarlo, siempre tenía algo que contarme de ellos, no de sus amigos con los que se había tomado la cerveza al mediodía, sino de Isaac Newton o de Felipe III. Se pasaba las horas enredado con sus carpetas. 

Cuando éramos pequeños y acudíamos a él con los deberes, él echaba toda la paciencia del mundo para explicarnos las ecuaciones, los sujetos y predicados, las fórmulas químicas. Le encantaban las fórmulas químicas. Te dibujaba el metanol o el propileno con la facilidad propia del empollón de la clase.

Si lo buscábamos a la desesperada, porque teníamos un examen al día siguiente, él nos calmaba para decirnos que ese problema que no sabíamos resolver era precioso.

Aprender era precioso.

Lo veo en su sillón, con su porte impecable y los esquemas escritos a mano, en esas tardes que nunca volverán.

—¿Sabes decirme cuándo nació Rosalía de Castro?

—No, papá.

Está en mí, en tardes tontas está en mí, en mi sofá con las luces apagadas está él, con su boli y sus apuntes.

Aprender era precioso.

miércoles, septiembre 21, 2022

Novela

Anoche terminé de escribir mi última novela y un arreón de melancolía me invadió esta mañana al despertarme.

Cuando llevas meses compartiendo tu día a día con otra realidad paralela, se hace extraño no acostarse paseando por esos escenarios inventados.

De un día para otro pierdo los superpoderes para construir universos en los que los personajes han ido pasando de figuras borrosas a compañeros de viaje en el hermoso camino de conformar historias de vida entrecruzadas.

A ellos les he dedicado largos tiempos de reflexión, poniéndome en sus pieles, tentándome la ropa, empatizando con los obstáculos que yo mismo les ponía delante sin darme apenas cuenta, porque dentro de los superpoderes están el de dar vida y el de no saberlo.

En estos últimos meses, cada noche, me he quedado dormido pensando en ellos, para escapar de mí y mis circunstancias, en una suerte de terapia gratuita donde mis personajes me han sentado en el diván, para hacerme olvidar momentos difíciles de mi mundo real, tirándome de la mano para sacarme de allí, de los pozos en los que los humanos caemos sin querer.

Pongo punto final a mi novela más social, con la que he querido acercarme al viejo, al explotado, al desahuciado, al inmigrante, al señalado, al engañado en una historia cargada de humor y de optimismo, comandada por una mujer de armas tomar que se pone el mundo por montera cuando creía, ella misma, que el relato de su vida ya estaba escrito. Siempre estamos a tiempo de dar un giro a nuestro futuro.

Comienzo a asumir, eso sí, que en mis historias siempre está la mujer en el centro de todo. De ellas nace la vida y ellas me corresponden ofreciéndome personajes como Andrea, Lucía, Virginia, Elena, Estíbaliz, Patricia, Lara o Reyes, que ya estarán siempre a mi lado.

Esta vez he acompañado en su lucha a mi querida Maru, he empatizado con ella, me he implicado hasta los huesos. Me ha vuelto loco. 

Cuando llegué ayer a la última frase, pronunciada por Beatriz, una octogenaria orgullosa, sensible, moderna, terriblemente viva, sentí toda la grandeza que la literatura me ha regalado desde pequeño y, con el tiempo, me ha permitido regalar.

Vuelvo, desde hoy, a vivir una sola vida.

lunes, septiembre 19, 2022

Copión

He descubierto, hace poco, que soy un copión.

Copio no solo pensamientos, incluso los gestos de gente que me gusta. Así, sin pretenderlo.

No sé de qué hablábamos, pero yo quería confirmar con rotundidad que estaba de acuerdo con lo que me decía Fran, pero sin interrumpirlo; de modo que me vi haciendo un gesto característico de mi amiga Carmela.

Observo las sonrisas, las caras de sorpresa, los saludos, las expresiones de bienvenida de mis amigos y las integro, como un ladrón de guante blanco. Alguien en el trabajo me señala un texto en la pantalla del ordenador y me hago con su elegancia para indicar las cosas. Veo cómo Martín reparte la comida en los restaurantes y trato de imitar su destreza.

De pronto alguien me observa y pienso, me ha pillado.

domingo, septiembre 18, 2022

Cocina

Fran y yo tenemos la fortuna de poder salir a menudo a la calle a comer.

Sibaritas como somos, nos gusta ir probando todo negocio nuevo que abre en Sevilla e, incluso, viajamos a ciudades cercanas para visitar sitios que nos han recomendado.

De Nueva York o Venecia nos gustan los museos, pero también su gastronomía. Es cultura también.

Eso hace que muchos amigos nos llamen cada vez que quieren organizarse una cena romántica o una comida de trabajo.

De esos restaurantes valoramos casi más el trato que la comida, porque uno no va a uno de estos locales a alimentarse, eso es fácil hacerlo en casa, va a vivir una experiencia. A disfrutar. Hemos hecho la cruz a muchos sitios por el trato frío o displicente.

Nos puede, además, el marco, la prestancia, el entorno, la belleza del lugar. Rehuimos sitios donde haya una tele poniendo fútbol o las luces parezcan de hospital.

Luego está, claro que sí, la comida. Nos hace falta una simple mirada a los ojos para entendernos cuando llegan los primeros platos. Nos miramos y nos decimos.

Esto está cocinado con amor.

O no.

Calentón

No soy partidario de calentones con personas que ya no pertenecen a mi mundo. 

Gente que fue importante en mi vida y a la que pretendo tener aprecio por siempre. Amigos que lo fueron de verdad y ya no lo son, sin que la culpa sea de nadie.

Cuando las cosas se complican, en lo bueno y en lo malo, tendemos a echar en falta a aquellos que un día estuvieron, aunque ya no nos una sino un mensaje sincero de felicitación cada cumpleaños.

Esto de vivir es un cruce constante de caminos y no siempre vamos acompañados de las mismas personas, afortunadamente. A muchas de ellas acabas encontrándotelas en lugares comunes, a otras les pierdes la pista para siempre. Es normal.

Siempre hay alguien que lucha más por que el hilo no se rompa, es complicado que coincida el tiempo en el que dos personas se dejan de querer.

Lo que pasa es que ocurre y asumirlo es la mejor manera de no sufrir.

No vale cabrearse con quien ya se fue.

Se llama madurez.

jueves, septiembre 15, 2022

Palma del Río

Conozco a un tipo interesantísimo que nació en Palma del Río.

Pueblo cordobés, bellísimo, situado en la frontera con Sevilla, tiene a pocos kilómetros el de Lora del Río, ya en la provincia vecina. Similares en estética, paisaje y población, comparten el Guadalquivir.

Este hombre es culto como pocos, viajado como nadie, curioso y buen conversador; siempre recomendando exposiciones, ciudades por descubrir, libros que leer. 

Todo es maravilloso a sus ojos. Amante de Nueva York, de la feria de arte contemporáneo de Basilea o de las galerías venecianas, te sabe convencer de la belleza de infinitos lugares a través del filtro de sus ojos. A todo le saca punta, a cada lugar le encuentra un atractivo particular.

Hasta que un día le pregunté, 

¿Hay algún sitio en este planeta que no te guste?

Lora del Río. 

Descartes

De jóvenes estudiantes nos hacía gracia esa frase categórica que nos enseñaban en clase de Filosofía.

Pienso, luego existo.

Son tres palabras y dentro hay todo un mundo de verdades. No sólo por todo lo que conlleva en sí la frase, sino por el consuelo que implica. Podremos dudar de todo, pero no de nosotros mismos. Estamos aquí. Existimos.

Hay una película de Jim Carrey que me dejó muy tocado, 'El show de Truman'. Hacían vivir a un hombre en una realidad inventada y él, inocente, creyó que todo era verdad. Su trabajo, su familia, sus amigos.

A mí me ocurre a veces que vuelo con la imaginación, hasta pensar si todo lo que me rodea no es sino ficción, un sueño más en el que me han metido y del que no sé cómo salir, porque no sé que estoy ahí dentro.

Hay días, pocos, en que me gustaría que así fuera y yo pudiera levantar el telón. Que todo fuera un decorado y yo pudiera asomarme para gritar:

¡Sacadme de aquí!

Pasión

Me apasiona la gente apasionada.

Cuanto más concreta es su pasión, más fan me vuelvo de ellos. No es lo mismo que me digan que les gusta la música británica, que confesarme que no podría vivir sin escuchar a los The Mission.

Es una atracción fatal. En el momento en el que alguien empieza a hablar en detalle, con devoción, de un tema muy específico, yo caigo rendido. Bien sea de las algas del mar de China, de la Segunda República española o del repertorio completo de las óperas de Verdi.

Quizás porque no soy experto en nada, me gustan aquellos que sí lo son, que se desviven por una afición que defienden con todo su corazón.

A mí me aburre escuchar historias sobre lugares comunes, prefiero mil veces sumergirme en tu habilidad para componer collages con telas de Filipinas.

martes, septiembre 13, 2022

Armario

No podría situar en el tiempo la escena, pero una noche, cuando yo era muy pequeño, dormí con mi abuela en su cama.

Me encantaría retroceder hasta ese día y descubrir por qué estaba allí solo con ella. Siempre nos dejaban mis padres a los cuatro hermanos en su casa los viernes noche, para darse su escapada semanal, pero nos recogían de vuelta a casa cuando ya andábamos dormidos en los sofás, con la tele encendida y mi abuela traspuesta.

Así que algo pasó para que, siendo yo un renacuajo, me dejaran a solas con ella.

Mi abuela era grande y tenía un armario enorme. Su dormitorio era un misterio, el único lugar de la casa en el que nunca entrábamos. Recuerdo que abrió las sábanas para acostarme, y que yo tenía miedo de estar a solas con ella. Era muy pequeñillo y pensé que me podía aplastar.

Su armario era un mundo desconocido para nosotros cuatro, porque ahí escondía las cosas más inimaginables. Todo lo guardaba allí, de todo tenía dentro. Casi que se metía en su interior para encontrar lo que uno menos podía esperar. Si nos regalaba cosas, si nos daba dinero, si nos quería enseñar algo, se iba al ropero, metía medio cuerpo, y lo cerraba.

Esa noche, también. Abrió sus puertas, me entró pánico de lo que pudiera sacar de allí dentro, y cogió su camisón.

Yo me hacía el dormido, pero pensaba que si había algún lugar en la tierra donde pudiese esconderse el hombre del saco, ése lugar era el armario de mi abuela.

Fue una noche de terror.

lunes, septiembre 12, 2022

Gruñón

Muchas veces las motivaciones vienen dadas por lo que no quieres ser.

Yo no quería ser profesor, ni médico, ni conductor de autobús. Menos claro era lo que sí quería hacer con mi vida, porque me gustaban demasiadas cosas y quería experimentarlo todo.Conocer mundo, conocer gente, leer todo lo que pasara por mis manos, entrenar a todos los deportes.

El inexorable paso del tiempo hace el rol que no sabemos ejercer los que queremos esto y lo de más allá, hasta darte cuenta de que has ido eligiendo, sin saberlo, sin quererlo, tu camino. Que te encuentras ejerciendo una profesión, compartiendo la vida con alguien que por entonces no conocías, aburguesado, feliz con tus rutinas, en paz.

Pero el futuro nunca se acaba y sigo sabiendo lo que no quiero ser. Un viejo gruñón.

Hay veces en las que, sentados con una cerveza en la mano, el mundo entero nos estorba. El ruido, el gentío, el frío y el calor. Y refunfuñas.

Yo no quiero refunfuñar, ni que mi carácter se agríe, ni volverme cansino con quejas intrascendentes.

No quiero ser lo que nunca he sido.

sábado, septiembre 10, 2022

Bechamel

Me gusta tanto leer como los canelones con bechamel.

No son incompatibles.

Ayer, cuando escribía acerca de mi emoción por la muerte de la reina inglesa, hubo quien me echó en cara no lamentar la muerte de los niños bombardeados en la guerra o de los ancianos muertos por Covid. 

Además de no haber leído mis textos referidos a estos temas, que no tenían por qué, les aclararía que todos tenemos un corazón muy grande para sentir emociones. Incluso muchas al mismo tiempo. Somos así de interesantes los humanos, que tenemos grandes capacidades, muchas veces desaprovechadas, para sentir y empatizar.

Hay una minoría de lectores que, cuando yo critico, humildemente, algo que no me gusta de mis compatriotas, me dicen que me vaya de España; que si digo que algo me gusta de Japón, me piden que me saque el pasaporte japonés; que si comento que Auster es maravilloso, me acusan de no haber leído a Philip Roth; que si flipo con el arte contemporáneo, que me vaya al Museo del Prado; que si me preocupa el racismo contra los negros, estoy contra los gitanos.

Ser sensible a algo no es dar una patada a todo lo demás.

Es cansino enfrentarse a argumentaciones tan simples, cuando lo hermoso de la vida es pasar por mil mundos en un minuto mientras paseamos por la playa.


viernes, septiembre 09, 2022

Gritódromo

Tenemos derecho a decirnos, a nosotros mismos y de vez en cuando, no puedo más.

Si no estuviera mal visto, si lo practicásemos más a menudo, seguro que nos encontraríamos mejor de salud mental. No decírselo a nadie, sino a uno mismo. Porque esto va de uno consigo mismo. Estoy hasta el gorro.

Y respirar.

Dejar de tragar los sapos de lo que se espera de nosotros y gritar la angustia acumulada. Los miedos, las responsabilidades, los defectos. La vida que hemos interiorizado que tenemos que vivir.

Deberían existir gritódromos donde evacuar nuestras ansiedades con aullidos.

Luego una duchita, y para casa.

jueves, septiembre 08, 2022

Isabel

Qué duros son los finales.

Ayer nos enfrentamos a la muerte de Isabel II, una reina que permanecía ahí desde siempre, porque nuestra vida es todo lo que tenemos y no hubo momento en ella en que esa mujer no estuviera presente.

Da igual lo monárquicos que seamos o la afinidad que podamos tener con el pueblo británico, escuchar acerca de la desaparición de esa señora es morir un poco. Son estos eventos los que nos hacen comprender la grandeza del vivir, con toda la tristeza asociada a la certidumbre de saber que no es para siempre. Nada lo es.

No importa cómo de simpática fuese ni la vida que llevase, estaba ahí, como una abuela distante de la que nunca dejamos de oír. Bregó con un país, una familia desastre, una humanidad cambiante en tiempos convulsos.

La imagino en su lecho de muerte, rodeada de los suyos, y se me agarra la emoción a la garganta.

miércoles, septiembre 07, 2022

Mierda

¡Qué peste huele este tio!, pensé.

Teníamos prácticas en el laboratorio de la universidad y nos separaron por parejas. Nos dieron un esquema eléctrico y un tiempo para montar todo el circuito.

Me alegré cuando me pusieron con él, era un chico campechano de Algeciras con el que no tenía apenas trato, pero que me caía bien. Era participativo, gastaba bromas, se apuntaba a cervezas tras las clases. Un rara avis en la Escuela de Ingenieros.

Yo andaba desconcentrado con el olor, tanto que desaproveché la oportunidad para hablar algo más con él. Nos limitamos a montar el panel lo antes posible y entregarlo al profesor.

¡Qué rapidez! —exclamó.

Nos liberó de lo que quedaba de clase y yo me fui a la cafetería a estudiar. Ya con la palmera de chocolate por delante, volví a sentir el olor. Fortísimo. Me levanté, me miré los pantalones, los zapatos. Para mi horror, comprobé que uno de ellos tenía una moñiga de perro desde el talón a la puntera.

Nunca me disculpé con ese chaval, ni él hizo por sacar el tema cuando nos volvimos a ver. 

Cuántas veces no pensamos que la mierda que arrastramos proviene de los otros.

martes, septiembre 06, 2022

Podólogo

Cada uno se hace a vivir con sus pequeñas taras.

Una de las mías está en la uña del dedo pequeño de mi pie izquierdo. Partida en dos desde siempre, cuando crece se me forma un pequeño garfio que se agarra a las sábanas al dormir, hasta convertirse en un generador de repelucos que Fran me tiene que cortar cada cierto tiempo.

—Por fin tienes cita con el podólogo —me confirmó hace unos días.

Así que allí me presenté. El hombre, tras analizar detenidamente mi dedo, me dijo que no había solución.

—Siempre estará así, porque la uña está rota en la raíz.

Le respondí que no era grave, que llevaba toda la vida así, pero lo vi muy afectado por no poderme ayudar.

—Y se puso a cortarme las uñas —le conté a Fran—. ¡Y a lijarme los talones con una especie de trompo! El pobre hombre no sabía cómo compensarme por no poder solucionar lo del garfio.

Entonces Fran me dijo, entre risas, que eso es lo que suele hacer un podólogo, cortar las uñas y limar los talones.

—Si me metes en un podólogo —le respondí, cabreado—, me podrías dar el manual de instrucciones.

Orgullo

Los piropos más hermosos son los inesperados.

Cenábamos en casa de Joaquín, un amigo espléndido donde los haya. Nos llevamos el bañador, para darnos duchazos de agua fresquita en su terraza, listos para disfrutar de una noche sevillana de barbacoa. Al haber ya quedado ese día con mis hermanas, llegamos al acuerdo de reunirnos todos allí.

Estábamos arreglando el mundo, entre sardinas y guacamole, cuando mi hermana Raquel soltó:

Yo he aprendido de Borete el no fallar nunca a la palabra. Cuando se queda con alguien, ya se puede caer el mundo que tú no puedes fallar.

Me entró un escalofrío por el cuerpo, tan poco acostumbrado en mi familia a lanzarnos ese tipo de frases motivadoras. Los Navarro somos secos en los afectos.

Yo me metí en mi sardina, feliz como una perdiz.

lunes, septiembre 05, 2022

Naranjita

—Voy a comprarte una naranjita —me dice a veces Fran.

Yo no me veo, pero cuando estoy en silencio, con la cabeza en mis mundos, tengo un semblante serio. De hecho, cuando alguien que no ha tratado conmigo, gente del trabajo o conocidos, se sorprenden con mi espíritu positivo si hacen por conocerme.

Tengo un rictus de cabreo.

A mí me gustaría que fuese lo contrario, que en situación de reposo mi cara reflejase lo bien que me siento por dentro la mayoría de las veces. No es el caso.

Así que cuando llevamos un tiempo a solas Fran y yo, de paseo, en casa o en el coche, de vez en cuando él me pide que vayamos a la frutería.

—Para comprarte una naranjita, que la chupes, y se te quite esa cara de cuerno.

Tarta

Amar es querer todo lo bueno para la persona amada, sin excepciones ni excusas. 

Tras la excepción siempre hay un argumento destructivo, porque implica hacerte fuerte respecto a esa persona en algún aspecto de su vida. Bien sea por cuidarla, por que te admire, por hacerla dependiente de ti.

En el amor de verdad siempre le darás la parte grande de la tarta, porque si hay algo en lo que no quieras que sea mejor que tú quiere decir que necesitas defender territorio.

De la misma forma que cuando quieres a un padre o a un hijo, de corazón, se te va la vida pensando que les pueda pasar algo malo, al amar sin barreras a otra persona asumes que no hay nada en ella en la que puedas querer que no trate bien la vida.

Amar de verdad es tan fácil como difícil, porque implica querer que a esa persona le vaya bien en la vida independientemente de ti.

domingo, septiembre 04, 2022

Amargado

Cuando alguien me insiste en que está amargado, y no me lo dice una vez, sino trescientas, que todo le va mal, que su vida es un desastre, yo le doy la razón.

No querría verme en tu piel le digo.

Es algo que choca, porque lo que el otro espera es compasión. Escuchar que no, que es muy válido, que seguro que la vida le va a sonreír, que todo es cuestión de tiempo.

Cuando le dices que tiene razón, que es una persona realmente amargada, la reacción suele ser positiva, porque le sacas de su bucle de pena para defenderse.

¿Tan mal me ves? —Te preguntará, con cara de mosqueo.

No soy partidario de dar combustible al que se quiere quemar, sino ponerle delante un espejo grande en el que vea que está a punto de arder.

Cuando alguien te dice 'qué tonto soy', lo último espera escuchar es:

Sí, eres tonto.

jueves, septiembre 01, 2022

Digestión

Que los niños no podíamos bañarnos hasta dos horas después de comer era un dogma.

—Se os corta la digestión.

No sabíamos muy bien lo que eso significaba. Yo imaginaba que desobedecer esa orden implicaría que nos entrarían convulsiones hasta ahogarnos. Siempre he sido muy dramático.

Existía un truco. Bañarse justo tras terminar la comida. Entonces la maldición desaparecía.

Había una familia, sin embargo, que estaba liberada de esa condena divina. Sus padres les habían dicho que podían bañarse sin problemas después de almorzar, que no había regla ninguna, que lo podrían hacer en cualquier momento. Entonces, bajo el sol abrasador del verano, el resto de la pandilla los veíamos bañarse, pegados a la orilla, sin mojarnos los pies, como perrillos que ven un hueso tras un cristal.

Ahora puedo imaginar la indignación entre los padres con esa familia, porque les desbarataba la autoridad, hacía plantearse a sus hijos si esa orden no era una excusa para dormir la siesta tranquilos, sin tener que andar moviendo el cuello vigilando a los niños en el agua.