Hace unos días estuvimos descansando en una preciosa casa rural asturiana en Villaviciosa, con árboles, horreo y chimenea.
La lleva una amiga a la que llevábamos tiempo sin ver, desde que se decidió a montar ese negocio en su tierra, a base de dejarse los ahorros y echarle mucha voluntad. Hoy lo regenta ella sola, tiene las mejores opiniones en internet, tal como merece, y se le ve la cara de felicidad al contarnos su día a día.
Admiro a la gente autosuficiente. En lo emocional y en lo práctico. Personas como ella que se desenvuelven con soltura sin necesidad de nadie, que organizan sus mochilas con la libertad de meter lo que les apetezca dentro, sin compromisos más allá de los ella considere interesantes para ella.
Yo sé que la recordaré mucho en los próximos meses, cuando ande hasta arriba de trabajo y me la imagine allí, en su guarida, recibiendo cliente y cargando leña. Seguramente ella estará más ocupada que yo, no descansará fines de semana, se agobiará cuando no le lleguen las reservas.
No le importa. Seguro. Ha creado un mundo del que solo ella es dueña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario