Todo el mundo, en algún momento, se ha planteado qué diantres hace aquí.
Es bien cierto que nos traen a la vida sin preguntar al primer interesado, el que nace, al que, cuando tiene uso de razón, se le explica que está condenado a muerte.
Es duro.
En paralelo tenemos la fortuna de conocer días soleados, comidas ricas, amores locos bañados de risa. Comenzamos a entender, sin definiciones académicas, el significado de las palabras amor, felicidad, aunque sea momentánea, solidaridad. Nos sentimos rodeados de gente como nosotros y podemos decirnos que somos privilegiados.
Y así transcurre nuestra existencia, hayamos analizado o no los dos extremos, cabalgando entre el blanco y el negro, con sobresaltos que nos llevan a lo negro y éxitos que nos llevan a lo blanco, pero conociendo bien lo grisáceo.
Hay, sin embargo, quien se queda en lo negro, que entiende la vida como una ratonera de la que no puede escapar. Suelen ser personas muy inteligentes, con gran capacidad de análisis, sensibles, austeras, que un día balancean a lo oscuro y no logran salir de allí, atrapados por la depresión.
Señalarlos es lo peor que podemos hacer, es más humano tomar el riesgo de acercarse donde ellos están para darles la mano y traerlos, poco a poco, aquí donde hace luz.
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