A veces me digo, quién soy yo para sentenciar esta y otra cosa. A cuento de qué lanzo al aire de las redes sociales textos que parecen manuales tontos de autoayuda. Qué me lleva a contar anécdotas personales como pretendida enseñanza ante determinadas situaciones.
Es buena la duda. Plantearse con ojos críticos lo que uno hace. Ridiculizarse incluso hasta sudar frío. Hacerse harakiris emocionales para resituarse de vez en cuando.
Es buena, sí, mientras no bloquee, porque lo peor que puede pasar es que nos convirtamos en estatuas de sal de no saber si ir para atrás o para adelante.
Descender al fondo de nuestra forma de entender el mundo es higiénico, desde el momento en el que sales más fuerte por haber respondido a tus principales temores.
Actuar por inercia, porque siempre lo hice o por miedo a cambiar es lo que menos puede llenarnos.
Si la duda te corroe, plántale cara, pero no dejes nunca que te paralice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario