La condición innegociable es dejar un capítulo empezado. Aunque sea una frase de tres palabras, incluso sin saber qué significa esa frase. Tengo que lanzarme ese cabo al que agarrarme al día siguiente para enlazar con la atmósfera del día anterior y avanzar sin bloqueos.
No vale con darse por satisfecho con un capítulo redondo. No. Regodearse en ese momento cumbre e irse a celebrarlo con un paseo por la Alameda es contraproducente. Confiarse es perderse.
Yo necesito marcarme la salida para la próxima aventura, dejar el tono, marcar el camino, tender la alfombra...
Porque un libro debe ser como la vida, donde nunca te detienes de golpe, siempre hay un fino hilo que lo une todo. La vida no se vive a tropezones.
Y quiero que mis novelas sean vida, sin paradas, fluida, coherente.
Nunca me quedo dormido sin pensar qué haré mañana.
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