La personalidad no la dan los decibelios.
Ni hablar más, ni vestir mejor, ni ser culto, ni estar viajado, ni siquiera ser bueno.
La da el ser tú.
La da el que se te distinga nada más aparecer; que se te añore cuando no estás.
No dejarse llevar por lo que digan, que no es fácil. Mantener un discurso coherente, sin enrocarse. La personalidad la tiene el que no por escuchar deja de tener criterio, el que no por tener criterio deja de escuchar.
Es una cualidad transparente que va reñida con la soberbia, pero que abre más puertas que el dinero.
Quien tiene ese don tiene un tesoro, porque sabe que nunca estará solo, siempre habrá una mano dispuesta a colocarse, de corazón, en su hombro.
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