—¡Ya!
Yo dejo lo que esté haciendo, me pongo el pijama y me meto en la cama. Fran ya está colocado, como un faraón encima de su montaña de almohadones, tapado hasta el cuello. No hay momento más feliz en el día.
Con todo ya dispuesto, da comienzo la película.
Yo apuesto entonces a que no llegará a ver los créditos del principio y, efectivamente, gano la partida. Ya está dormido. Con todo el circo montado y su mejor disposición para disfrutar de 'esa peli que tenemos tantas ganas de ver', se queda frito. En un sueño profundo de respirar pausado.
Yo lo miro, a dos centímetros de mí y me digo:
'No puedo quererlo más'.
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