Los fines de semana, siempre se levanta antes que yo.
Mis horarios de trabajo son tan crueles que mi cuerpo se desparrama en la cama los días que no suena el despertador.
Fran cierra las puertas de la habitación, se ducha, baja a comprarme el periódico, organiza la casa, va de un lado a otro sin hacer ruido, como un ratoncito.
Cuando, poco a poco, voy despertando, aguzo el oído para comprobar que está ahí, hasta dar con esas pisadas en calcetín que van de un lado al otro. Cada cierto tiempo se asoma a la habitación, abre con cuidado la puerta y me mira. Yo me hago el dormido y lo dejo continuar.
Sentir a mi ratón por la casa, protegiéndome, es de los momentos más bonitos del día.
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