La tensión subió al techo entre todos los presentes y yo me quedé callado hasta que terminamos.
Luego, en un aparte, y en petit comité, se me acercó para disculparse.
—Lo siento, Salva. Nunca debí decir eso, porque además no lo pienso.
Yo le hice saber que no me servían las disculpas.
—Solo me valdrán si las dices en el mismo foro.
Al día siguiente, en esa reunión, él me interrumpió nada más empezar para disculparse en público.
Las heridas, si se cierran mal, comienzan a infectarse.
Hoy mantenemos una relación cordial.
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