Ni mucho menos todo es feo cuando se habla de envejecer.
Al hacerlo, ganamos en sabiduría, no tanto en una colección de conocimientos que se puedan listar, sino en la capacidad para saber distinguir lo superfluo de lo importante.
Una de las características más emotivas de cumplir años, es que también los cumplen los demás, y es precioso hacer este viaje acompañados. Cuando te ves tomando una cerveza con alguien con quien te la tomabas treinta años atrás y puedes desconcentrarte unos segundos de la conversación para visualizar sus arrugas, sus canas, tanto como para confirmar lo que nunca cambió, esa misma voz, la mueca al reírse, la peca de siempre.
Ver cómo nos hacemos mayores es más fácil cuando te reflejas en las miradas de los otros, que ven en ti, sin pensarlo, un colega fiel de aventuras, que les hace mucho más agradable este caminar sosegado del que desconocemos el final, porque quizás esa meta sea lo menos importante.
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