Quiero que mi próxima novela la protagonice Pablo, secundario de lujo en dos de mis anteriores publicaciones. Es un personaje rico, al que quiero aún exprimir como al jugo de una granada.
Al sumergirme en la lectura de esa novela, que me abrió las puertas a una gran editorial, me percato de dos cosas: que no tengo memoria, ya que llego a sorprenderme con las cosas que les ocurren a mis personajes, y que me gusta lo que escribí.
Entré en ella con el miedo a que el tiempo la hubiese tratado mal, sin embargo la encontré defendible al cien por cien, cercana, con la dosis justa de suspense, humana; y la experiencia me ha servido como un revolcón de autoestima.
Y es que he conseguido escribir como lo que me gusta leer.
En las formas y en el fondo. Con un lenguaje cercano y acerca de personas anónimas.
Son muchas las veces al día en las que nos fragelamos y parece un delito decir que nos sentimos orgullosos de nosotros mismos.
Yo cerré el libro contento de haberlo escrito. Orgulloso. Feliz. Con ganas de darle nueva vida a Pablo y otra oportunidad a mí.
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