Yo, que venía de ser número uno en clase hasta el bachillerato, empollón como el que más y alumno ejemplar, me enfrenté a un reto inaudito, empecé a suspender asignaturas, a tomarle miedo a los exámenes, a no entender determinadas formulaciones científicas.
Todo eso me vino muy bien, porque me obligó a concentrar mis esfuerzos en superar esa prueba y dejé de lado muchos come-comes propios de la juventud. Me hice un hombre fuerte, gané en confianza, me adapté al reto de no dar ningún problema por insuperable.
Tanto es así que, cuando vi me vi en la lista de aprobados de Mecánica de Fluidos, la más difícil de entre todas las materias, me mareé y casi caigo al suelo.
Honestamente, no recuerdo nada de aquellas ecuaciones complejísimas, solo sé que atravesar ese desafío con éxito me hizo comprobar que nada iba a frenarme.
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