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jueves, noviembre 10, 2022

Pena

Hay gente que se mueve por la pena.

Yo era así.

A mí, de jovencillo, se me presentaba cualquier amigo con un drama y a mí me volvía loco. Era un atractivo más, así de chungo era yo. En mi subconsciente tenía establecido que una persona que había sufrido mucho era, de por sí, más interesante. Cada muerto puntuaba, cada enfermedad, cada ruina familiar que me contaban me hacían más excitante el relato. Yo era un necrófilo que se regodeaba en enamorarse del desgraciado.

Quizás fuera porque yo había sufrido mucho de adolescente, tal vez era por sentirme un bicho raro, pero era una persona necrófila.

El paso de los años me fue abriendo los ojos hasta conseguir pasar del negro al blanco luminoso.

Me sigue conmoviendo el dolor ajeno, mucho, pero ya no constituye una cualidad que convierta a esa persona en alguien por quien necesariamente apostar. Encontré el antídoto contra ese enganche.

He necesitado media vida para darme cuenta de que no se puede utilizar la pena como reclamo. 

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