Yo trabajo en un grupo multidisciplinar, en el que nos entendemos con profesionales de muy diversos sectores de la empresa. Supe, desde el primer día, que andaría perdido si no me ganaba la complicidad de mis compañeros.
Eso me hace reconocer con franqueza y públicamente cada cable que me echan. Si hago una presentación, emito un informe o respondo a un email, trato siempre de aclarar quiénes son las personas que me han ayudado a realizar ese trabajo. Las pongo en valor cara a otros colegas o a nuestros jefes.
Es algo que hace mucho bien a todos, a la persona aludida, sí, pero sobre todo a mí, porque me da la oportunidad, sencilla, de demostrar que soy de fiar.
Ponerse medallas que no son tuyas es la mejor manera de meterse en el agujero de la mediocridad.
Cuando uno reconoce los valores de otro y los pregona, no hace sino crecer.
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