En esta inmensa vida, tan pequeñita a veces, hay períodos de tremenda soledad, donde no valen los amores, los dineros, la familia ni el proyecto por entregar.
Estamos solos y no hay ojos que nos miren,
Momentos en los que no somos nada sino nosotros mismos, en los que visualizamos que apenas quedaría un armario con ropa a media planchar y nuestros caprichos en la nevera con fecha de caducidad.
Los lamentos llegarán, seguro. Habrán días de verano en los que alguien dirá, 'te acuerdas de la hostia que se dio en la Feria', habrá sin duda quien dormirá muchas noches pensando en lo que fuiste para él. Existirán esos días en los que una foto tuya aparecerá y subirá una emoción momentánea.
La soledad observa, da también calorcito, nos da nuestro sitio, nos ve actuar, aunque sea cómplice muda y no tenga capacidad de achuchar.
Yo estoy ahora con ella y le ofrecería un té. Me verá prepararlo, se sentará a mi lado, me aconsejará, sin hacerlo, una pintura para este texto. Hasta que amanezca. Entonces se oirán ruidillos desde la habitación, y Fran abrirá las puertas del dormitorio con los ojos cerrados y levantará las manos, y vendrá dando pasos medio sonámbulos hacia mí para besarme, mientras ella, la muda, se alejará sola por el baño para encontrarse con su colega, la que cuida de Fran.
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