Era un alto directivo de mi empresa y me llamó a su despacho para comunicarme que me ascendían de puesto. Todo un reto. Nervioso, hice saber que podían contar conmigo para llevar al mejor puerto a ese equipo de personas del que me hacían responsable.
Entonces fue cuando me dijo:
—Salva, algún día llegarás a ser un Mengano López.
Dejando de lado el ramalazo de soberbia, a mí el comentario me produjo una enorme repulsión. Conocía su trayectoria, su forma de tratar al personal, su tono despectivo de voz, la manera poco consensuada de tomar decisiones.
No. Mi objetivo nunca fue ni será ser un Mengano López. No todo vale.
Nadie es un referente por la posición que ocupa, sino por cómo la desempeña.
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