Estaba en bachillerato y me di cuenta de que esa posibilidad existía, así que rellené esa opción. El claustro de profesores se las vería para organizar horarios, porque yo era un electrón libre al que tenían que ir pasando de una clase a otra cada vez que sonaba el timbre para no perder comba.
Era el único en esa situación.
Para los de Letras, que eran menos, yo era un bicho raro. Para los de Ciencias, la mayor parte, era una especie en extinción.
Tal vez fue una decisión que me marcó de por vida, quizás la de un chaval con demasiadas ganas de abarcar, que me hizo comprender bien pronto que no hay que resignarse a lo que haga el resto de la gente.
Fui consecuente con ese posicionamiento de adolescente y ahora, hecho todo un cincuentón, volvería a elegir ser 'bicho raro'.
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