Sigo siendo de dulce, como hay quien es de salado.
Ayer tomé un salmonete a la brasa que estaba de escándalo.
—Está dulce —le comentaba a Fran.
No hay mejor definición del placer de una comida, para mí, que decir que está dulce. Esa dulzura que me lleva a los tiempos en los que uno podía sorber de la lata de leche condensada sin remordimiento, cuando te rechupeteabas los dedos con el chocolate de la palmera.
Los años, la ciencia y el querer vivir bien hacen contemplar como una quimera aquellos tiempos que no volverán, ahora hay otras felicidades, más sutiles, menos sensoriales, más maduras, pero que a veces me llevan al cosquilleo que me producía amamantarme de leche condensada bien fresquita.
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