Se ha desplazado todo tanto al extremo de la insensibilidad social, que cualquier chaval con una piel mínimamente oscura ya es un potencial violador.
Es más necesario que nunca que, los que creemos en los derechos de las minorías, en la importancia de lo público, en el respeto al medio ambiente y en la fuerza de las políticas de solidaridad, sigamos levantando la voz.
Quiero vivir en un mundo decente, por muchos lectores que pueda perder por gritarlo.
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