Me asomaba, en los tiempos muertos, al tablón de los alumnos de Tercero, por ver si habían salido las notas de Mecánica de Fluidos. El día que aparecían contabilizaba el número, ínfimo, de aprobados. Era una montaña que no podría atravesar, antes siquiera de saber de qué iba esa materia.
Las clases de Fluidos resultaron ser entretenidísimas, el profesor todo un comunicador, las fórmulas en la pizarra, sin embargo, se hacían infinitas y los exámenes, con libertad para llevar todos los apuntes que quisieras contigo, un desafío imponente como la montaña que yo imaginaba.
Tras varios intentos fallidos, llegó el día en el que me tocó aparecer en el tablón. ¡Aprobado!
Salí pitando para contarlo en casa. Mientras quitaba el candado a la moto apareció un compañero corriendo.
—¿Han salido las notas de Fluidos? —Asentí con la cabeza—. ¿Y qué?
—He sacado un cinco —le dije.
Y al oírme, me mareé.
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