Algo tan evidente nos cuesta aplicárnoslo a nosotros mismos y nos molestamos por algunas caras largas que nos puedan poner.
Es bueno querer gustar, por mucho que se critique. A mí me gusta gustar. Caer bien. Ser amable. ¡Claro que sí!
Eso no entra en contradicción con la asunción, noble, de que hasta mi mismo marido habrá días en los que me quiera asesinar.
Quiero ser bueno, no santo.
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