En la puerta de la iglesia de la Merced nos esperaba la guía turística, una mujer de trato impecable que supo captar nuestra atención durante las casi dos horas de recorrido por la bellísima ciudad malagueña.
Justo al comenzar, tras interesarse por la procedencia de los que la íbamos a acompañarla, de diversos puntos de España e Hispanoamérica, nos explicó los orígenes de la plaza de toros.
—¿Cuántos sois amantes de la fiesta?
Para mi sorpresa, y alegría, todo hay que decirlo, nadie levantó la mano. Para cerciorarse, ella insistió en preguntar a cada grupo. Sevillanos, valencianos, madrileños, asturianos, catalanes, manchegos... Ninguno, de entre los treinta que participábamos, nos mostramos interesados en los toros.
No hubo salidas de tono ni exabruptos, solo indiferencia.
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