—Borete, hay momentos en los que tienes que estar, aunque no te guste.
Mi tendencia a meterme dentro de mí mismo cuando era pequeño me hacía evitar todo contacto social. ¡Quién me ha visto y quién me ve! Lo cierto es que se me hacía un mundo acudir, refunfuñando, a determinados eventos.
El tiempo, no hay mejor maestro, dio la razón a mi madre. Por mucho que no apetezca, no puedes no estar cuando la situación lo requiere de verdad.
Es el olfato, cuando te conviertes en una persona madura, el que te dice si tu presencia es necesaria o no.
Uno se hace grande, en el más noble sentido de la palabra, cuando lo asume.
No vale no estar.
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