Con el tiempo, el complejo de la nariz se vino a convertir en amargura por la caída del pelo. Sé que no tenía ni dieciocho años, porque recuerdo comentárselo a mi madre, que trató de quitarle importancia. Ella murió a los pocos días de yo llegar a la mayoría de edad.
Aunque fui quitando de entre mis neuras la nariz y la calvicie, cualquier mención que hicieran a ello me volvía a meter en el agujero.
Pasé por la fase de ir quitándole importancia, muy poco a poco, hasta que yo mismo empecé a hacer bromas de ello.
Es, en ese punto, cuando te ríes de ti mismo, cuando estás sanado.
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