—¡Borete! —Fue verme y emocionarse.
Amiga de mi madre desde la juventud, Emi mantiene la belleza de esos maravillosos años en los que compartía vacaciones con nosotros. Como si fuera ayer cuando se bañaban juntas en la playa y compartían confidencias. ¡Y ya es bisabuela!
Casi cuarenta años después de su muerte, aún la echa de menos.
—Era una mujer tan buena, tan elegante, tan inteligente...
Ocurre que, cuando las que fueron sus amigas me ven, muy de tarde en tarde, es como si se produjese una aparición. No me ven a mí, ven a mi madre y se les saltan las lágrimas.
Yo me dejo achuchar, que me acaricien, que les invadan los buenos momentos con ella al tenerme a su lado. Dejo de ser yo, para ser ella y me convierto en la mejor prueba de que mi madre está viva.
En mí.
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