Hay miradas mágicas.
No se producen todos los días, ni tan siquiera todos los años. No tienen que ver, casi nunca, con el sexo ni con la seducción.
Son dos anónimos que, de golpe, se descubren. No importa el lugar, no implica nada más allá y siempre llega de improviso; es un simple cruce de miradas en el que dos personas se observan con una intensidad brutal, aun sin durar un segundo ese instante de conexión.
Son difíciles de encontrar porque tienen que coincidir, en ese momento, que las puertas del alma de los dos estén abiertas para permitirse asomarse al precipicio de otro ser humano del que no sabías nada.
Luego, la vida sigue.
Con los colores mucho más vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario