Urgencias es un terreno sembrado de historias para escritores, de obligada naturaleza curiosa.
Vi cómo ingresaban a un hombre muy mayor, al parecer recién salido de un infarto. Se deshacía en agradecimientos hacia las enfermeras que lo atendían.
—No quisiera molestarlas, señoritas.
Asustado por la situación, se dejaba hacer mientras le colocaban vías, monitores, sueros y medicamentos.
—Si hago algo que no debo, me lo dicen —insistía.
Menudo bonachón, pensé, qué hombre más humilde en una situación tan dura.
No mucho después llegó su mujer.
—¡Tápame! ¡Quítame esto de encima! ¡Dame agua! ¡Date prisa! ¡Pareces tonta!
Entonces me planteé cuál era el verdadero anciano, si el primero o el segundo.
Desgraciadamente para su mujer, el segundo.
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