Nunca llama.
—El miércoles te doy un toque para cenar en casa.
Nunca da el toque.
No hay mala intención, son tan solo incapaces de ejecutar sus promesas, sin darse cuenta de que esa falta de fiabilidad se graba en el cerebro de quienes reciben sus compromisos, que empiezan a descartar de sus planes de vida a esa persona que siempre falla.
Llega el día en el que sí se acuerda de esa cena prometida y, entonces, ya no estás tú.
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