Uno de mis principales argumentos para no creer en la inmortalidad es la pura observación del género humano.
Hay gente tan mala, tan mediocre, tan absurda que destrozarían cualquier futuro en armonía por los tiempos de los tiempos. Auténticos bultos con ojos.
Yo habría hecho inmortal a Saramago, A José Luis Sampedro, a Montserrat Caballé, para que alegrara aún más el paraíso con sus arias...
Sin embargo, paseas un rato por cualquier ciudad y empiezas a rogar a quien corresponda que, por favor, esto no sea eterno.
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