Hacerte, en cambio, peatón de otras avenidas es un ejercicio sanísimo de humildad, para así poder valorar lo hermoso que ofrecen lugares que nos son ajenos.
Observar cómo se construyeron, las tradiciones que conservaron, los sonidos que las acompañan, la forma de relacionarse de las gentes, sus árboles,, las bicis, el color de sus atardeceres.
Si se viaja con ojos abiertos al aprendizaje uno se está nutriendo de empatía directamente en vena y aprende, de paso, las cualidades reales del lugar donde nació.
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