Hasta que un día saltamos y nos decimos ¡basta ya! de aguantar a este pelmazo contándome siempre la misma historia.
Convivimos con situaciones que nos desagradan y la mayoría de las veces no nos damos cuenta. Volvemos a ponernos una y otra vez el pantalón deshilachado, comemos en el plato descascarillado, nos sentamos en la silla en la que se nos clavan los muelles y seguimos sin arreglar la puerta del lavavajillas.
¡Hay que solucionar!
La pereza es una gangrena que nos hace tener las piernas cada vez más llena de fango, tanto que, cuando nos queramos dar cuenta, nos hundiremos en las arenas movedizas de ni siquiera protestar.
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