Cuando estoy agarrado a Fran y mi cabeza empieza a viajar entre los dos lados de la frontera, ya sin fuerzas, en ese instante mágico en el que se me cruzan pasado, presente y futuro y aparezco, sin darme cuenta, en otro mundo que también es mío.
Aún se escuchan los ruidos de la tele, o la música bajita del mundo que creemos real y yo batallo, relajado, por pensar en qué hice y todo lo que quiero hacer.
Son instantes de una paz infinita en donde todo sobra, nada tiene importancia, todo se ralentiza para no ser más que yo.
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