Ocurre que, cuando aparecen en mi presente aquellas personas que dejé en un tiempo muy anterior, me entra una infinita pereza.
Pereza de abrirles mi corazón y decirles que ya soy otro diferente al que conocieron, que rompí mis corazas y me entregué al amor, que el Salva con el que compartieron un pasado se esfumó.
Es agotador explicar que por entonces yo sufría y jugaba a ser un témpano de hielo.
De vez en cuando aparecen, me llaman, me buscan y a mí no me apetece decirles que ese hombre de sentimientos básicos que persiguen ya no está aquí.
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