Iba de paquete, apretado entre otros tantos chavales, en un coche con remolque camino de los campeonatos de España de remo en Banyoles. Fue un atravesar la Diagonal en pleno atasco y quedarme para siempre en la retina con esa inmensa avenida, y sus gentes, en la cabeza. Recuerdo que crucé la mirada con un joven montado en un autobús, hasta arriba de pasajeros. Yo era un adolescente y la magnitud de la ciudad me superó.
Luego fui mil veces. Estuve durante las Olimpiadas, fui con mis hermanas, que iban a abrir un negocio de copas, para tomar ideas en sus locales nocturnos, la visité por trabajo, con amantes, con amigos, por el puro placer de recorrerla. No hacían falta excusas. ¡Era mía!
Ocurrió que presenté mi novela 'Huyendo de mí' en la librería Laie y me encontré una ciudad que me recibió llena de banderas esteladas. De golpe, me sentí fuera de casa, me expulsaban de allí. Yo, ciudadano del mundo, sufrí ese episodio de nacionalismo exacerbado con mucho dolor.
Nunca volví. No por rencor, ni por cuestiones políticas, faltaría más. Simplemente, el romance se rompió.
Ahora me llega una invitación para ir a un congreso el próximo mes de febrero y ando como el adolescente que fui, nervioso por volver a encontrarme con esa ciudad que parte en dos la Diagonal.
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