Dimos tumbos, bebimos mucho, conocimos gente, bailamos, buscamos taxis, tomamos metros, llegamos reventados al hotel.
Al día siguiente, resacosos, salimos a una plaza a pasear. Había un mercadillo de artesanía. Yo sentí el suelo temblar. Corrí como pude hacia un extremo de la plaza y me apoyé en un muro. Mi amigo Pablo seguía a su bola, los objetos de los tenderetes no se movían, las hojas de los árboles tampoco.
—Salva, estás blanco.
¿Hubo un terremoto en Tokio o el terremoto estaba en mí?
Qué mal sienta el afamado whisky japonés.
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