No me gusta mi nariz ni tener tan poco pelo, pero ya pasó el tiempo en el que me incomodaba la imagen que pudiese dar, cuando evitaba colocarme de perfil en las fotos o sentarme en las primeras filas de una sala de cine.
Integré, con los años, que hay características de nosotros que son como son y no debe importarnos cómo nos vean los demás, porque, además, a la gente les importa bastante menos de lo que podamos temer.
En el momento que atraviesas esa frontera, te quitas una mochila de complejos que no lleva a ningún lado, ganas en seguridad y tu sonrisa se hace más abierta, con lo que ganas en atractivo personal, que es la belleza que de verdad importa.
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